lunes, 26 de agosto de 2013

Un día mas

…redobla el silencio, junto a tus fauces, un mar de lunas se revuelca entre las sabanas, marejada de motivos sin razón, hoy es tu canción, también tu poema, tus laudes y tu sirena, hoy es eterna la lluvia mañanera como lo son los vientos que arrastra el Otoño, luz de estrella, sereno en la hoguera, sueño de estar, no hay mas que el logro, de vivir, de sucumbir, lúdica gama de brillos apagados, ante puestos en la sombra de un corazón que ya no da sombra, prefacio del alma, que surge de la punta de mi lengua a la punta de mis pies, fin de mes y al revés, pasado absuelto, libre de pecado, extinto de memoria, letras mudas de una historia, viste de gloria, aun tirada en el suelo, deja el revuelo y las malas noticias, hay menesteres sin su crupier, no hay que creer, si es que no crees, hoy es un buen día para este mes…


Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. Todo ha quedado allá, las botellas, el barco, no sé si me querían, y si esperaban verme. En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos, una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets. Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad, yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías. Mi mujer sube y baja una pequeña escalera como un capitán de navío que desconfía de las estrellas. Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche. Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran a la ventana que tengo a mi espalda. Nocturno Julio Cortázar

miércoles, 21 de agosto de 2013

Porque cerrar la ventana

…así que estas ahí, desprovista de toda fe, sin esperanza de luna, perdida en el ayer, así que un día ya no estarás ahí bajo la sombra de un recuerdo abrupto e insensible, así que dejaras de ser mientras vas siendo, con todo lo que dejas a tu paso, o dejaste si hablamos en pretérito, no volverás si entonamos un paisaje en futuro, si acudimos a la severa realidad de un montón de pasos, de distancias que se volvieron cielos, universos y nadas, así que sé que no vendrás y la noche es casi eterna, tan eterna como un racimo de estrellas, las hojas caen con frialdad frente a mis ojos, los mismos que no han aprendido de ausencias, la vida se desnuda frente a mi si ningún pudor y el frio avanza con frenesí hacia el holocausto de mis sueños, un sutil paso del tiempo nos vuelve mas viejos, cristaliza nuestras almas, y las vuelve quebradizas, frágiles ante cualquier caricia, sensibles a cualquier rose de labios, sumisas al desdén de un llanto de lagrimas secas, así es que de nubes y cielos no se habla mas en mi techo, así es que de huertos y frutos no llueve mas en mi alma, así es que de sombras y silencios se han llenado mis arcas y un fútil pensamiento me hace huir a la nada, un viraje sin fin en esta vida de espiral, como un viento de antaño que me platica de un lugar recóndito, entras por mi ventana…


Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocedo ante nosotros. En ese 
entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más 
lejos... hasta que, una buena mañana... 

De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin 
pausa hacia el pasado

El gran Gatsby
F. Scott Fitzgerald

miércoles, 7 de agosto de 2013

Breve resumen de un adiós

Durante el paso de un pensamiento, recordando a quien fuera amigo de muchos, me surge el desasosiego, precedido de un nudo en la garganta y confundido con una sonrisa, con tan poco tiempo una persona demuestra lo que es, con tan poco un alma puede impregnar otra alma, no con mucho se llega a inspirar a un ser, el tiempo sabe su trabajo, la vida nos reúne en el, sin miramientos nos coloca en el camino y la lucha comienza a ser, se gesta la felicidad, se germina el sufrimiento, las sonrisas y las lagrimas, los pasos y las formas de caer, la esperanza y el desanimo, la memoria se va convirtiendo en recuerdo y los ojos aprenden a ver, el corazón resuena a la orilla del silencio, y los días nublados a veces cambian de parecer, pero el camino sigue estando ahí, ansioso de pasos con estela, de sueños con eco, de vidas que dejan huella, y en este tipo de momentos es cuando mas me gusta la idea, de creer en la pequeñez del hombre y en la posibilidad de un ser supremo, de una luz a donde ir cuando el camino llega el fin, de un momento para descansar en lo eterno, que este descanso te abrace y te cobije con el amor de todos los que dejaste.



Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía...

Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía,
Nada sería más simple.
Exactamente poseo dos fechas -la de mi nacimiento y
la de muerte.
Entre una y otra todos los días me
pertenecen.
Soy fácil de describir.
He vivido como un loco.
He amado a las cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiera colmar, pues nunca anduve ciego.
Incluso escuchar para mí fué nada más que un complemento del ver.
Comprendí que las cosas son reales y totalmente diferentes una de otra:
Lo comprendí con los ojos, jamás con el pensamiento.
Comprenderlo con el pensamiento hubiera sido encontrarlas
todas iguales.

Un día me sentí dormido como un niño.
Cerré los ojos y dormí.
Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza.

Fernando Pessoa

viernes, 2 de agosto de 2013

Sueño de adios

…tu ocasión de despedirte es un tiempo de quimeras, un lugar para olvidar, un suspiro a la deriva, un que mas da, un si acaso, un no se si volverás, un réquiem agonizando, un vaivén de que será, sentimiento transeúnte, ya no será y la verdad, una luz un espejismo, un semblante que se va, dos motivos sin razón, un delirio, uno mas uno sin corazón, tu ocasión ahora de irte, es mas bien un sin adiós, sonetos mudos, dolor sin son, una estación sin su vagón, tierna plagaría del conformismo, volver al uno mismo, distancia absurda entre la luna y aquel amor que no fue amor, no germino, se consumo, tal vez se ahogo, entre mareas de realidad, tuvo neblinas, bellas lloviznas, rayos de sol, pero voló y se esfumo, difuminado entre dos almas que no se alcanzan a tocar, hay que esperar, a que el silencio se vuelva memoria, y la memoria arecuerdo, un recuerdo sin adiós y se acabo…



Había una mujer que de vez en cuando se quedaba a dormir en mi apartamento. Luego desayunábamos juntos, y ella se iba al trabajo. Tampoco ella tiene nombre, pero sólo porque no es un personaje de esta historia. Aparece brevemente y desaparece enseguida. Por eso no le pongo nombre, para no liar las cosas. Pero que nadie piense que me la tomo a la ligera. La apreciaba mucho, y la sigo apreciando ahora que ya no está.

Éramos amigos, por así decirlo. Era, al menos, la única persona con la que podía decir que me unía cierta amistad. Tenía un novio formal, que no era yo. Trabajaba en una compañía de teléfonos, preparando las facturas con el ordenador. Ni yo le pregunté sobre su trabajo ni ella me contó demasiado, pero creo que era eso. Calcular el montante de las facturas telefónicas de otras personas, preparar los recibos, algo por el estilo. Por eso todos los meses, al ver en el buzón el recibo del teléfono, me daba la impresión de estar recibiendo una carta personal.

Además se acostaba conmigo. Dos o tres veces al mes, más o menos. Pensaba que yo había caído de la luna o de algún lugar semejante. “¿Aún no te has vuelto a la luna?” me pregunta entre risas. Estamos en la cama, desnudos, nuestros cuerpos muy juntos, sus pechos contra mi costado. Así pasamos muchas noches, charlando hasta el amanecer. El ruido de la autopista no cesa ni un momento. En la radio suena monótona una canción de los Human League. Human League. ¡Qué nombre tan absurdo! ¿Por qué usarán un nombre tan sin sentido? Antes la gente era mucho más moderada a la hora de ponerle nombre a un grupo. Imperials, Supremes, Flamingos, Falcons, Impressions, Doors, Four Seasons, Beach Boys.

Ella ríe cuando me oye decir estas cosas. Y luego dice que soy un tipo raro, distinto. En qué soy distinto, eso es algo que desconozco. Yo creo que soy una persona tremendamente normal con una forma de pensar tremendamente normal. Human League.

“Me gusta estar contigo”, me dice. “A veces me vienen unas ganas tremendas de estar contigo. En el trabajo, por ejemplo.”

“Aha”

“A veces”, dice ella marcando las palabras. Y luego deja pasar unos treinta segundos. La canción de los Human League ha terminado, y ahora suena algo de un grupo que no conozco. “Ese es tu problema”, continúa. “Me encanta estar así los dos juntos, pero no se me ocurriría pasar todo el día contigo, de la mañana a la noche. ¿Por qué será?”

“Ni idea.”

“No es que esté incómoda contigo. Es sólo que, cuando estamos juntos, a veces me da la impresión de que el aire se vuelve increíblemente liviano. Como si estuviéramos en la luna.”

“Este es un pequeño paso para el hombre...”

“No estoy bromeando”, me contesta incorporándose en la cama y mirándome de frente. “Lo digo por tu bien. ¿Hay alguna otra persona que te diga estas cosas? ¿Qué me dices? ¿Acaso tienes a alguien?”

“A nadie”, le digo sinceramente. Absolutamente a nadie.

Vuelve a tumbarse, apoyando sus pechos en mi costado. La palma de mi mano le acaricia suavemente la espalda.

“Pues eso. Cuando estoy contigo, hay veces que el aire se hace muy liviano, como en la luna.”

“El aire de la luna no es liviano” le apunto. “En la superficie de la luna no hay absolutamente nada de aire. Por eso...”

“Es liviano”, susurra ella. No sé si ha ignorado mis palabras o si no las ha oído en absoluto. Pero oírla hablar en voz baja me pone nervioso. No sé por qué, pero hay algo en su susurro que me inquieta. “Increíblemente liviano, a veces. Es como si tú y yo respiráramos aires totalmente distintos. Lo sé.”

“Faltan datos” le digo.

“¿Quieres decir que no sé nada sobre ti?”

“Tampoco yo sé demasiado de mí mismo” contesto. “Lo digo en serio, no es que trate de filosofar. Es más real que todo eso. Faltan datos así, en general.”

“Pues ya eres mayorcito. ¿Qué edad tienes? ¿Treinta y tres?” Ella tiene veintiséis.

“Treinta y cuatro”, la corrijo. “Treinta y cuatro años y dos meses.”

Ella mueve la cabeza. Luego se levanta de la cama, se acerca a la ventana y abre la cortina. Se ha puesto mi pijama.

“Vuélvete a la luna”, me dice mientras la señala con el dedo.

“¿No hace frío?”, le pregunto.

“¿Quieres decir en la luna?”

“No, estoy hablando de ti”, contesto. Estamos en Febrero. Junto a la ventana, su respiración se ha vuelto blanca, pero sólo al oír mis palabras parece tomar consciencia de ello.

Se apresura a volver a la cama. La abrazo, y noto el frío del pijama. Aprieta su nariz contra mi cuello. Está helada. “Te quiero”, me dice.

Quiero decir algo, pero no me salen las palabras. Ella me gusta mucho. El tiempo se pasa volando cuando estamos los dos así, en la cama. Me gusta dar calor a su cuerpo y acariciar su pelo. Escuchar el leve sonido de su respiración al dormir, llevarla al trabajo por la mañana, recibir la factura de teléfono que ella ha calculado (o eso quiero creer), verla con mi pijama puesto, que le queda grande. Pero no puedo expresarlo con palabras cuando llega el momento. No estoy enamorado de ella, pero tampoco vale decir simplemente que me gusta.

¿Qué se supone que debo decir?

El caso es que no soy capaz de decir nada. No se me aparecen las palabras necesarias. Sé que mi silencio la hiere. Ella no quiere que me dé cuenta, pero lo siento. Lo siento mientras acaricio la suave piel de su espalda sobre la espina dorsal. Muy claramente. Nos abrazamos en silencio durante unos instantes, escuchando una canción de título desconocido. Su mano está apoyada en mi vientre.

“Cásate con una mujer de la luna y crea con ella una estupenda familia de lunáticos”, me dice con dulzura. “Es lo mejor que puedes hacer.”

Sin dejar de abrazarla, observo la luna por encima de su hombro, a través de la ventana abierta. De vez en cuando atraviesan la autopista enormes camiones cargados de algo muy pesado y levantando un estruendo lleno de malos presagios, como un iceberg que comienza a derrumbarse. Me pregunto cuál será su carga.

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