martes, 9 de febrero de 2021

La triste historia del pato que aprendió a regresar

 …el tiempo revoloteaba en sus alas con la prisa y la promesa de volverla a ver en aquella fuente donde solo fue capaz de admirarla, aquel día en que extendió sus alas y se marchó, salpicando las gotas de aquel amor instantáneo, que se escurrió cuando tuvo que irse pero que quedo impregnado en la silueta de los vientos que lo acompañaron, pero ella estaba cerca y su pequeño corazón daba fuertes pasos mientras extendía sus alas, era la misma fuente y quizás también la misma agua que en su ir y venir se había perfumado con las fragancias de aquel pequeño pueblo y entonces la vio, ya no como la recordaba, los inviernos cambian todo, inclusive las causes de los ríos, y en este rio de ausencias y anhelos ella se había perdido en el triste instante del que se queda porque alguien se ha ido, se postro en el mismo lugar donde años atrás había acicalado sus alas, que también ya no tenían el mismo brillo, la vio ya no con la mirada de los ojos jóvenes que se pierden en cualquier brío, si no con aquellos que te embriagan de certeza, entonces ella se cruzo con su mirada y se enfilaron hacia un momento vacío del mundo pero lleno de ellos, la distancia y el tiempo se habían desvanecido, como aquel día en que aquel pato se había ido, dejando atrás todo lo que pudo haber sido, pero por lo que ahora regresaba, un canto ajeno a ese momento sonó en aquella fuente, un trino que no correspondía a aquel instante, que los sacaba de aquella mirada casi infinita, detrás de ella había un nido, tres pequeñas aves entonaban un himno o quizás tal vez un réquiem, aquel día se convirtió en ayer para aquel pato el sur ya se había ido…  



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Ahora quiero amar algo lejano...

Algún hombre divino
Que sea como un ave por lo dulce,
Que haya habido mujeres infinitas
Y sepa de otras tierras, y florezca
La palabra en sus labios, perfumada:
Suerte de selva virgen bajo el viento...

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde
Blanda y tranquila como espeso musgo,
Tiembla mi boca y mis dedos finos,
Se deshacen mis trenzas poco a poco.

Siento un vago rumor... Toda la tierra
Está cantando dulcemente... Lejos
Los bosques se han cargado de corolas,
Desbordan los arroyos de sus cauces
Y las aguas se filtran en la tierra
Así como mis ojos en los ojos
Que estoy sonañdo embelesada...

Pero
Ya está bajando el sol de los montes,
Las aves se acurrucan en sus nidos,
La tarde ha de morir y él está lejos...
Lejos como este sol que para nunca
Se marcha y me abandona, con las manos
Hundidas en las trenzas, con la boca
Húmeda y temblorosa, con el alma
Sutilizada, ardida en la esperanza
De este amor infinito que me vuelve
Dulce y hermosa...

Esta tarde, Alfonsina Storni


Fue en ese cine, ¿te acuerdas?
En una mañana al este del Edén
James Dean tiraba piedras
A una Casablanca, entonces, te besé
Aquella fue la primera vez
Tus labios parecían de papel
Y a la salida, en la puerta
Nos pidió un triste inspector nuestros carnets
Luego, volví a la academia
Para no faltar a clase de francés
Tú me esperaste hora y media
En esta misma mesa, yo me retrasé
¿Quieres helado de fresa
O prefieres que te pida ya el café?
Cuéntame cómo te encuentras
Aunque sé que me responderás: "muy bien"
Ten, esta foto es muy fea
El más pequeño acababa de nacer
"Oiga, ¿me trae la cuenta?"
"¡Calla!, que fui yo quien te invitó a comer"
No te demores, no sea
Que no llegues a la hora al almacén
Llámame el día que puedas
Date prisa que ya son las cuatro y diez

Luis Eduardo Aute- "Las cuatro y diez"

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