martes, 8 de septiembre de 2015

Soledad y adios

...en los vestigios de una soledad abrumadora, observo como pasan frente a mi las cenizas de muchos sueños, los reflejos de una vida ya casi agotada, mis raíces cansadas de caminar, mis días de nómada que se anclaron en una silla sin alas, las olas dejaron de llegar a mis playas y las lunas agonizaron poco a poco en mi ventana, hasta que decidí cerrarla por siempre, la soledad se volvió densa, difícil de respirar, los fantasmas del pasado uno a uno me dijeron adiós, y algunos ingratos ni siquiera se despidieron, el gris fue tiñendo mis días, la tristeza se apodero de mi alma y me hizo un trozo de carne lúgubre y silencioso, una soledad para morirse, una soledad para declararse muerto en vida, una soledad para decir adiós, pero luego de pronto entre esas cenizas que tocan mis ruinas, apareces tú, vestida de luz, arropada entre sonrisas y esperanzas y me ves con esos ojos de cielo infinito, y vuelves a espantar la muerte con esa brisa de ternura, con ese amor que dejaste impregnado en mi tiempo, con esas caricias que retocan de tonos cálidos mi piel y mis cicatrices, y entonces aquí espero otro día mas, esperando quizás la muerte o ¿porque no? una mas de esas veces en que vienes a visitarme para recordarme que aun sigo vivo...



La ausencia paulatina de tu interés por mí,
la falta progresiva de tus "buenos días",
la elección egoísta de tu lejanía,
fueron los que determinaron que no hiciera falta viajar a Macondo;
bastaba besar tus labios para sentir...
cien años de soledad.


Cien años de soledad
Gabriel Garcia Marquez

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