jueves, 29 de septiembre de 2016

Regreso a la palabra

...y regreso a la palabra, a esta humilde morada, al rincón de mis desdenes, a mi lucha con la nada,  regreso a la estación, de tren, de hojas, de miradas, a las sombras de mis arboles, a la luz de la alborada en mi memoria, regreso a esa historia, de sueños y crisantemos, de rutas sin camino, regreso a estar vivo con la muerte acurrucada, regreso a mi silencio, a mi escondite, a mi alarido, a mis lineas en mi cuaderno retorcido, a mis yemas, a mis parpados, a mis latidos, a mis lagrimas, al lugar donde las he escondido, regreso a el tiempo que he perdido, a mi futuro, a mi olvido, regreso a donde siempre he permanecido, regreso aquí donde soy yo lo que he querido...



Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan , eliminan. Son melifluas o ácidas. El mundo gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace.

De este mundo y del otro, Alfaguara.

En Algún día | José Saramago.

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