miércoles, 5 de junio de 2013

Pasaje de lluvia

...trémulo el silencio se va derramando sobre mi piel vacía, moribunda en el lecho de la ignominia, desgaste de pudor y de lágrimas, frio semblante del desasosiego, las gotas se desvanecen bajo la luz silente de un recuerdo, testigo impávido de este desplome de llanto, lugar donde ya no crece nada.

A lo lejos se supone un rayo de sol o varios, pero estas nubes parecen tan eternas, tajantemente se han adueñado de mi cielo. Eco tierno y aterrador de las gotas que no han llegado al suelo, que han elegido incrustarse en la parte física de mi alma.

Mi semblante etéreo, sumiso ante el poder del ir y no venir de la lluvia. El tiempo se desviste frente a mis ojos, el pasado tiene muchas formas, pero ninguna se parece a mí, sus voces gritan como si me conocieran, cuanto servirían unas manos en esta humedad, pero el anhelo de un abrazo encrudece mi alma. Presiento nuevos albores en la lejanía de estas horas casi eternas, pero presentir a veces duele es como tener fe cuando la tenia…


En cada gota de lluvia mi vida errada llora en la naturaleza. Hay algo de mi desasosiego en ese gota a gota, en ese llover y llover con que la tristeza del día se descompone inútilmente sobre la tierra. Llueve tanto, tanto. Mi alma se empapa de oírlo. Tanto... Mi carne es líquida y acuosa entorno a mi sensación de ella. Un frío desasosegado abraza con manos gélidas mi pobre corazón. 
 Las horas cenicientas y (...) se prolongan, se aplanan con el tiempo; los momentos se suceden. ¡Cómo llueve! 


Los canalones vomitan torrentes mínimos de aguas siempre súbitas. Baja por mí saber que hay en las alcantarillas un ruido perturbador de bajada de agua. Golpea contra la ventana, indolente, gemidoramente la lluvia; en la (...) Una mano fría me aprieta la garganta y no me deja respirar la vida. ¡Todo muere en mí, incluso el saber que puedo soñar! De ninguna manera física estoy bien. Todas las blanduras en que me reclino tienen aristas para mi alma. Todas las miradas hacia donde miro están tan oscuras de tanto ser golpeadas por esta luz empobrecida del día. Que parecen dejarse morir sin dolor.



El libro del desasosiego 

Fernando Pessoa

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