martes, 27 de septiembre de 2011

El reloj cangrejo (V)


La intensa luz había encandilado los ojos de Livier, pero conforme las imágenes volvían a su mirada, la fascinación y la incredulidad se apoderaban de su conciencia. Frente a ellos se vislumbraba un hermoso campo de girasoles, grandes y pequeños brillantes como estrellas que oscilan en el viento del universo, una mezcla agresiva de amarillos, verdes y marrones, con un cielo azul de nubes blancas retocadas, en el se respiraba un aire fresco perfumado por la brisa de algún mar cercano, los rayos de sol se estrellaban en los pétalos de cada girasol como en una armonía estelar, como si realmente el sol acariciara a cada uno de ellos personalmente, si la belleza tenia lugares preferidos este quizás era uno.

¿Dónde estamos? Pregunto Livier al extraño hombre, tú más que nadie deberías saber dónde estamos contesto.

Un gesto de duda se dibujo el rostro de Livier, pero lo que decía el hombre extraño era muy cierto.  Y como si hubiese recordado algo empezó a correr rápidamente hacia un árbol que sobre salía de aquel campo de girasoles, avanzo ágilmente entre aquellas plantas con caras de sol, sintiendo como el viento chocaba con sus rostro que también había rejuvenecido junto con sus piernas, y conforme se iba acercando fue alentando al paso hasta acercarse caminando a pasos cortos a la sombra de aquel árbol, y ahí estaba ella sentada en el pasto, peinando los risos dorados de su cabellera, que sin duda hacia juego con los rayos que se estrellaban en los pétalos de las flores de aquel campo, su rostro fresco e inocente adornado por la combinación del rosa de sus mejillas y el azul profundo de sus ojos, dos grandes pestañas atesoraban esos ojos, como resguardando la belleza de dos manantiales vírgenes, su nariz de filo perfecto como la cima de una montaña en la contemplación de un horizonte, y sus labios rojos como el corazón de un durazno, llevaba un vestido color carmín, con un pequeño moño atrás y un fondo blanco que tocaba sus tobillos, una belleza inocente, pura y fresca digna del amor de cualquier ángel, y de la fascinación de cualquier ser divino. Mientras él se escondía detrás de los girasoles, hipnotizado con el movimiento de sus manos al peinarse, con su corazón galopando pero al mismo tiempo estacionado en un suspiro que parecía perpetuo. Era ella sin duda, Deliry Gretel.

De pronto sintió la presencia del extraño hombre detrás de él. Y le pregunto si realmente había muerto y se encontraba en alguna especie de paraíso. Pero él le contesto que no que todo en aquel lugar era real menos él. Livier estaba aun más sorprendido. Como era posible que todo en aquel lugar fuera real si este era un recuerdo suyo de muchos años atrás, que Deliry ahora estaba muerta, que él era solo un viejo solitario en una silla de ruedas, y que el tiempo ya había pasado. Pero el hombre le volvió a decir que esto no era un recuerdo y le mostro un ejemplo, apunto hacia un girasol que era sobre volado por una abeja y le pregunto si lograba ver a la abeja volando encima del girasol, Livier contesto que si, después le mostro otro girasol, y le pregunto si veía la catarina que paseaba por el tallo de otro girasol, Livier asintió, ahora agacha tu mirada hacia el suelo, ves aquella fila de hormigas que se dirigen una a una hacia su hormiguero, si contesto Livier, ¿Tú crees que tu recuerdo sería capaz de recordar tales detalles?. Esto no es un recuerdo tuyo esta es la realidad, lo único que no es real aquí somos tu y yo.

-¿Ella puede verme?

-No porque no eres real.

-¿En dónde estamos?

-En el pasado.

De pronto llego un joven corriendo, cargando un cesto lleno de fresas, y se sentó junto a ella, el era delgado y su cara era afilada tapizada de pecas, y un pelo bien peinado, vestía un pantalón café y una camisa blanca, y ambos empezaron a conversar, Livier no lograba escuchar lo que platicaban y realmente no lo recordaba pero la escena transcurría a pesar de eso, y entonces se convenció de que realmente esto no era un recuerdo si no el mismo pasado que transcurría frente a sus ojos.

El pasado no deja de ser aunque no lo recordemos, el pasado es la confirmación de la realidad, inequívocamente es algo que ya fue, algo que ya paso, algo que comprobó su existencia al convertirse en pasado. La realidad del ayer es una realidad completa, es una verdad consumada, el presente se escribe al instante pero al instante se convierte en pasado, y el futuro simplemente es un deseo, es donde vive lo que aun todavía no existe, y no guarda nada de certeza en sí, como puede ser y como no, pero el pasado es y fue y siempre será aunque no logremos recordarlo.

Ambos comían la misma fresa hasta tocar sus labios, Livier logro recordar la humedad de aquellos labios, la frescura de aquel rostro inocente sumergiéndose en su rostro, las primeras palpitaciones del deseo y la inocencia, se tendieron al suelo abrazados, contemplando los rayos de sol que esquivaban las hojas del árbol que les cubría y que era testigo de un amor puro, un poco de luz, un poco de cielo y ellos ahí tendidos en la alfombra de hojas secas que el universo había tendido para ellos, ella se acurrucaba en su regazo, mojando de amarillo sus profundos ojos azules al ver la danza de los girasoles al ritmo del viento, él la miraba fijamente, convencido de que no existía algo en el mundo más bello que ella, sus ojos cafés se encendían con su brillo, su corazón celebraba dentro de su pecho al amor, y ese amor se podía respirar en el aire.

Una lagrima se escurrió del rostro de Livier,  este había sido el ultimo día en que el la había visto bien, días después ella enfermo de leucemia, y su vida poco a poco fue marchitándose como aquel campo de girasoles en el invierno, y ese mismo invierno ella murió.

La escena debajo del árbol en el campo de girasoles transcurría pero el ya no quiso mirarla ya que aquel recuerdo extrañamente se había convertido en una mezcla de tristeza y felicidad que le causaba un gran dolor.

-¿Qué pasara? Pregunto al hombre.

-Pasara lo que ya sabes que paso.

¿Y porque me has traído hasta acá para volver a ver esto?

Yo no te traje, tú te has traído a ti mismo.

-Tú eres quien tiene el reloj.


-¿El reloj?

Cuando recordó que en su bolcillo guardaba el reloj que el abuelo le había regalado.

-Si el reloj cangrejo.



                                                      A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo


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