...amanecí pensando en aquella noticia que había escuchado antes de dormir, el mundo acabara a las 11:00 AM del día 11 del mes 11 del año 2011, un sentimiento de nostalgia se apodero de mi, que tal si aquellos matemáticos que aludiendo al significado del 11111111 en binario significaba el comienzo del fin del mundo, que tal si alguien de esos que siempre son tomados por locos este día acertara y realmente hoy a las 11:11 el mundo terminara, no puede ser que hoy sea el fin del mundo aun tengo muchas cosas que hacer, pero ¿Por qué tengo tantas cosas que hacer? Eso no debería de estar bien uno siempre debería de estar listo para el fin del mundo y no tener tantas cosas para hacer, pero he dejado muchas cosas para después, tantas que algunas ya hasta las he olvidado, recuerdo cuando tenía siete años prometí declararle mi amor a aquella niña que tanto me gustaba, pero no lo hice y ella se fue y nunca la volví a ver, recuerdo también haber prometido que algún día viajaría por el mundo sin dejar nada atrás pero nunca tuve tiempo para ello, o la ves que prometí un fin de año que haría algo bueno por el mundo, pero lo más bueno que pude hacer no fue ni tan bueno para mí, aun tengo que pasar por la ropa a la lavandería realmente tenía que pasar por ella desde el lunes, aun tengo que darle mis condolencias a ese amigo que perdió a su papa hace un año, aun tengo que hacer ejercicio como lo prometí el viernes de cada semana, aun tengo que sacar al perro a pasear, lleva seis meses en el patio de atrás, ¿estará aburrido? Aun tengo que hacer una llamada a mis padres estarán bien, ¿Cómo les habrá ido con el huracán?, y que pasaría con las cataratas de mi abuelita, con la nueva hija de mi primo, con mi tía que enviudo hace poco, ¿mi sobrina ya habrá aprendido a hablar? cuando saldré a brincar en la lluvia, o volveré a andar en bicicleta creyendo que los caminos son infinitos, ¿cuando me daré tiempo para creer en el amor?, ¿cuando le diré a ella que la amo?, ¿Cuándo le diré a mis hermanos cuanto los quiero? ¿Cuando le pediré perdón a mi amigo?, ¿cuándo terminare de leer aquel libro que empecé hace dos años?, ¿cuándo terminare de escribir la novela que siempre soñé?, ¿cuándo llorare lo suficiente y reiré lo necesario?, ¿Cuándo viviré más de lo que trabajo? ¿Cuándo seré doctor si soy ingeniero? ¿Cuándo sembrare un árbol para verlo crecer? ¿Cuándo tendré un elefante que se llame firulais? ¿Cuándo me aventare del Bunge? ¿Cuándo escalare una montaña? ¿Cuándo descubriré lo que hay debajo de mi cama? ¿Cuándo construiré un iglú en mi patio? ¿Cuándo tendré patio? ¿Cuándo conversare con un indigente? ¿Mis ahorros servirán de algo en el fin del mundo? ¿Cuándo ahorrare? ¿Cuándo hare todo esto que aun tengo por hacer? De pronto voltee hacia el despertador y no podía creer lo que estaba viendo, eran las 12:16 minutos de la tarde del día 11 del mes 11 del año 2011 otra vez me he despertado tarde…
"Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre latia en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbolico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedo rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía.
(...)Se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua, oscuro y diminuto, pero con mucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de la muchacha fuesen dos milagrosos pedacitos de ámbar violeta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en su interior. No era la luz histérica de la electricidad, sino... ¿Qué? Sino la agradable, extraña y parpadeante luz de una vela."
Fragmento "Farenheit 451",
Ray Bradbury
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