martes, 29 de noviembre de 2011

Una estampa japonesa (cuento con ventajas primer agujero)

La primera ventaja, es que cuando el cuento llega al final, no se acaba.
Sino que se cae por un agujero. Y el cuento reaparece a mitad del cuento.
Esta es la segunda ventaja, y la más grande. Que desde aquí se le puede
cambiar el rumbo. Si tú me dejas...Si me das tiempo...

...no podia apartar la mirada de aquel cuadro, un mundo flotante se avalanzaba hacia sus ojos como si de pronto fuera a caer frente a sus pies, los protagonistas cuatro arboles agobiados por un frio invierno o pensandolo bien un monte en medio de la nada acariciado solo por los vientos frios provenientes de un lugar sin nombre, o podria ser también la neblina que alumbraba de tremulos grises la decandencia de la belleza que plasmaban aquellas manchas de tinta, o mejor aun un cuadro sin protagonistas una pintura que no alardeaba de si misma, si no mas bien que lloraba su belleza, que exaltaba la desesperacion de un mundo sereno, la soledad de un tiempo sin tiempo, de un dia que parece tarde y se sospecha de mañana pero que asegura que no es noche, su rostro acariciado por la brisa de aquel viento incapas de mover las ramas secas de aquellos arboles, cuanta belleza en la desnudes de aquellos arboles, en el escape de sus ramas que apuntan hacia el cielo, y que estiran sus dedos alargados con la sabiduría de un viejo, en la nostalgia de tiempos de hojas, flores y quizas frutos, pero ahora en una desolación, como en el ocaso definitivo, como en el ultimo invierno que congela la mas remota oportunidad de vida, sus raíces escondidas quizás aferrandose a las rocas que los sujetaban a aquel monte y que les impedía volar, no se cansaba de mirar, por casualidad habia caido a aquel museo que tenia fama de no tener nada bueno, pero que ese dia exponian una serie de pinutras ukiyo-e, "las pinturas del mundo flotante" provenientes de Japon, por error o por necesidad del universo, algo o alguien la habia postrado frente a aquella pintura antigua de autor de desconocido y que nadie mas observaba, pero que habia sido capas de erizar su alma, y por lo que ahora se encontraba atrapada en el vació inmenso que se produce entre el asombro y la belleza, el tiempo acusa a la memoria, y la memoria se somete al olvido, y el olvido hoy tenia sentido, el sentido que se le da a un recuerdo, un camino se dibujaba en la montaña, oscuro renuente a la luz blanca que deambulaba por aquel lugar, un camino cansado quizás de nunca ser caminado, un camino que quizás sin pasos no tiene derecho a ser camino, pero un camino al fin, el la observaba desde lejos, tan lejos como puede apartarse uno del destello de una estrella, tan cerca como el fulgor de un rencuentro al compás de un abrazo, al verso trece de un soneto, al claro de luna, a la respiración antes de convertirse en suspiro, tan cerca y tan lejos, tan lejos de encontrar una palabra adecuada, tan cerca de no necesitarlas, en el cuadro una mancha, oscura, un error quizás del pintor desconocido, de aquel japones de Edo, que vivió en tiempos de nostalgia, donde los ciruelos  sabian hablar, y las montañas caminaban hacia algún encuentro, en donde las olas del mar se detenían a contemplar el cielo, y los dragones no dejaban de volar, en tiempos donde la madera se sentía acariciada y no mutilada, tenia tiempo que no la veía, en algún momento de su vida la había perdido, un día de esos que nacen sin despedida se fue, o un día de esos que amenacen con sus rayos de sol impregnados de adiós se marcho, lo cierto es que tenia tiempo sin verla, un tiempo relativo, un tiempo incontenible en ningún reloj, un tiempo inmune a las manecillas, o a cualquier recipiente con arena, un día dejaron de ser, un día la dejo de ver, aunque la siguió viendo todos los días, aunque sus ojos nunca le creyeron que ya no estaba, a pesar de que la memoria hizo lo propio para subsistir, y así pudo vivir, algunas veces su recuerdo llegaba por la noche, se escurría entre las cortinas, avanzaba por la alfombra sigilosamente, trepaba por su cama con ahinco, y le observaba con detenimiento hasta fusionarse con sus sueños, era el rostro de ella, aquel rostro que había atesorado tanto, aquella imagen que había guardado en el lugar mas oscuro de su ser y que empezaba a iluminarse, ella sumergida en la imperfección de aquella pintura tan inverosímil, pero a la vez tan real, tan contundente, el pincel se sumergía en la oscuridad de la tinta, unos trazos mas y la montaña que se encontraba frente a el seria inmortalizada en aquel pedazo de papel, en ella no existía ningun árbol, pero su tristeza le había obligado a adornar aquella montaña con algunos, y así lo intento, y el pincel con tinta negra empezó a dibujar lo que deberían ser unos bellos arboles, mas un pintor no puede pintar cosas que no estén dentro de su alma, y su alma sollozaba, la brisa le acariciaba el rostro, la misma brisa que había dibujado en aquella estampa y que cualquiera podría percibir, cuatro arboles secos y tristes se plasmaron en aquel dibujo, arboles que invitaban a la nostalgia, y que al verlos daba tristeza, arboles sobre la montaña, solos, sin hojas ni flores, como la mano de un esqueleto, arboles repletos de nada, solo de ausencia, una lagrima se escurrió de sus ojos, era su ultima lagrima para ella, atravesó lentamente su rostro, arrastrando todo a su paso, todo lo que era ella, ella la que ya no estaba, ella la que la que le enseño el idioma de los ciruelos, ella la que le dibujaba pies a las montañas, la que creía que las olas contemplaban el cielo, la que no dejaba descansar a los dragones, la lagrima recorrió sus mejillas, se separo en pequeñas lagrimas al pasar por sus bigotes, y al separarse de el encontró la tinta fresca de aquel dibujo, esparciéndola de tal forma que se convirtió en una mancha oscura, y de pronto frente a el en la montaña apareció un árbol frondoso, de hojas marrón y de flores color purpura, con frutos que brillaban con la luz del sol, el árbol mas hermoso que había visto en la vida, le había devuelto la sonrisa, ella aparcada en la oscuridad de una mancha, en una galería de la ciudad que tanto amaba del museo que hasta ahora desconocía, en un momento que quizás no debía de estar, recordándolo a el,   el observándola, debia de ser ella, la de otros tiempos en donde el amor parecía mas real, en donde todo parecía ser posible, en donde la piel sabia de caricias, y los labios aprendían a besar, pero ya había pasado mucho tiempo y este encuentro estaba fuera de lugar, el dolor había sido mucho, ella tuvo que mutilar parte de su corazón, y el casi pierde la razón, los motivos con el tiempo dejan de importar y aveces hasta se olvidan, pero lo real de estos dos es que realmente se amaron, se amaron tanto que no pudieron con ese amor y lo mataron, o al menos eso creían hasta ese día que se enteraron que una parte de ambos en ellos aun vivía, el la volvió a mirar con el amor que en el se encendía, pero con un gesto de despedida, se giro y se fue, ella se percato de que aquella mancha en aquel cuadro no solo era una mancha si no un agujero, y este cuento ahora cae en el para contarnos lo que debía ocurrir primero.



Había un filósofo chino que toda su vida se preguntó si era un filósofo chino que soñaba que era una mariposa o una mariposa que soñaba que era un filósofo...




La metamorfosis... La metamorfosis es algo extraordinario... Pienso sobre todo en la metamorfosis de las mariposas. Aunque sea algo maravilloso de observar, la transformación de la larva en crisálida, o de la crisálida en mariposa, no es una operación particularmente agradable para el sujeto en el que tiene lugar. Siempre llega un momento difícil en que la oruga se siente invadida por un extraño malestar. La sensación de estar apretado acá, al nivel del cuello, y también en otros lugares; y luego hay una picazón insoportable. Por supuesto, la oruga ya ha mutado varias veces, pero eso no era nada comparado con el cosquilleo y el hormigueo que siente ahora. Debe librarse de esa piel seca, demasiado estrecha, o morir. Lo han adivinado: debajo de esa piel se está formando la coraza de una crisálida, ¡y qué incómodo debe ser llevar una coraza debajo de la piel! Me refiero aquí especialmente a las mariposas con una ninfa dorada, cincelada, que se aferra a un soporte y se mantiene suspendida en el aire.


La sensación llega a ser tan horrenda que la oruga debe hacer algo. Sale en busca de un emplazamiento adecuado. Lo encuentra: se trepa a un muro o a un tronco. Se fabrica una pequeña almohadilla de hilo de seda que adhiere por encima a su perchita. Se cuelga de ella con la extremidad de su cola o sus últimas patas traseras, de manera de quedar boca abajo, como un signo de interrogación al revés; y allí se plantea la pregunta: ¿cómo hará para deshacerse de su piel? Una contorsión, otra más... y la piel se desgarra de golpe a lo largo de toda la espalda, y he aquí a la oruga que se deshace de ella moviendo los hombros y las caderas, como quien se libera de una ropa ajustada. Y entonces llega el momento más crítico. Supongamos que estamos suspendidos cabeza abajo, colgados de nuestro último par de patas. El problema consiste en evacuar la piel entera, incluida la de esas dos patas que nos mantienen suspendidos... ¿Cómo haremos para no caer durante la operación?


¿Y qué hace entonces ese animalito valiente y tenaz, ya medio despellejado? Muy meticulosamente empieza a liberar sus patas traseras retirándolas de la almohadillita de seda de la que cuelga invertida, y luego, con una sacudida y una torsión admirables, da una suerte de salto que le permite desprenderse de la almohadilla, al mismo tiempo que suelta un último chorro de hilo de seda y enseguida, en el mismo movimiento, vuelve a sujetarse con un ganchito ubicado bajo la piel que ya se ha quitado de encima, en el extremo de su cuerpo. Ahora, gracias a Dios, ha perdido toda su piel, y esa superficie desnuda, dura y reluciente es la ninfa, una suerte de bebé fajado agarrado a la ramita; y qué hermosa es esa crisálida toda tachonada de oro, con sus élitros blindados. Comienza entonces una fase que dura entre algunos días y algunos años. Recuerdo haber conservado en una caja, siendo niño, una ninfa de esfinge durante unos siete años, lo que significa que la cosa permaneció dormida durante todos mis estudios secundarios. Finalmente hizo eclosión, pero lamentablemente fue durante un viaje en tren. Un hermoso ejemplo de irracionalidad, después de todo ese tiempo... Pero volvamos a nuestra ninfa de mariposa.


Después de dos o tres semanas, algo empieza a producirse. La ninfa está suspendida, absolutamente inmóvil, pero un día notamos un cambio: a través de los élitros, varias veces más pequeños que las alas de un insecto formado, bajo la textura córnea de cada uno de ellos, vemos cómo se transparentan las líneas en miniatura del ala que ha de nacer, el adorable rubor del fondo, un esbozo de contorno negro, un ocelo rudimentario. Uno o dos días más y la metamorfosis final tiene lugar. La ninfa se desgarra como se había desgarrado la oruga, en la gloria de una última mutación, y la mariposa se escabulle hacia el exterior y se queda suspendida de laramita para secarse. Al principio, toda húmeda y arrugada, no es muy linda que digamos. Pero esos accesorios fláccidos que liberó pronto empiezan a secarse, a crecer, sus vénulas se ramifican y endurecen, y en no más de veinte minutos la mariposa está lista para volar.


(...) Se preguntarán ustedes qué se siente en el momento de la eclosión. Seguro que hay una ráfaga de pánico que sube a la cabeza, una extraña excitación que ahoga, pero luego los ojos se abren y ven, y en un aflujo de luz la mariposa ve el mundo, ve el rostro enorme y terrible del entomólogo boquiabierto.


Ahora pasemos a la transformación de Jeckyll en Hyde.

Las mariposas
Vladimir Nabokov

lunes, 21 de noviembre de 2011

Remedios

...de la luz que nace rosando el rostro de una mañana, al suspirar el viento convirtiéndose en neblina, que acaricia el tiempo y a la vez nos reclama, que hay que voltear mas seguido al cielo, que la noche aveces esta llena de estrellas, que el silencio y el sonido viajan por la noche disfrazados de centellas, que la luna y el sol siempre nos deparan algo bello, que no hay pintura mas hermosa que la que se pinta en el cielo, que si alguien esta enfermo de amor, respire mar, que si esto le causa dolor que tome un poco de cielo, y que si para esto ya no hay remedio, que se tome dos estrellas y media, una para la oscuridad, otra para el delirio y la otra mitad para que se vaya con ella o el o con quien sea, no hay mejor remedio que una estrella fugaz en el cielo nocturno, un mar al son de la luna, miles de estrellas jugando a las luciérnagas y una tarde para contemplar, si un hueco en tu alma se empieza a asomar, apaga la luz, enciende un sueño para que el silencio te abracé, y la oscuridad te acaricie, para lo que tenga que pasar que pase y por fin se vaya lo que tenga que irse, no se trata de rendirse, ni de despedidas ahogadas, si no de vaciar las noches cansadas y de desaparecer los días grises...




¡Recibe en la frente este beso!

Y, por librarme de un peso

antes de partir, confieso

que acertaste si creías

que han sido un sueño mis días;

¿Pero es acaso menos grave

que la esperanza se acabe

de noche o a pleno sol,

con o sin una visión?

Hasta nuestro último empeño

es sólo un sueño dentro de un sueno.



Frente a la mar rugiente

que castiga esta rompiente

tengo en la palma apretada

granos de arena dorada.

¡Son pocos! Y en un momento

se me escurren y yo siento

surgir en mí este lamento:

¡Oh Dios! ¿Por qué no puedo

retenerlos en mis dedos?

¡Oh Dios! ¡Si yo pudiera

salvar uno de la marea!

¿Hasta nuestro último empeño

es sólo un sueño dentro de un sueño?

Un sueño
Edgar Allan Poe

miércoles, 16 de noviembre de 2011

El camino a la luna

...caminaba absorto por la orilla de una playa en la sublevación de un mar olvidado, olvidado por las gaviotas, por los pelicanos, por la gente que solía visitar aquel costado del mar solitario, sin las huellas de la melancolía de aquellos que suelen arrojarse a la tristeza, de la gente que busca consuelo en el vaivén de las olas, en el susurro del viento, en la inmensidad de un cielo estrellado reflejado en el mar, pero ahí no había nadie, solo yo el mar y la luna, pero aquella luna no era cualquier luna algo la había sonrojado, por alguna razón había cambiado de piel, roja o naranja o lo que surge de la mezcla de ambos colores, parecía estarse incendiando, como si imitara al sol en una hermosa tarde, pero la luna no esta hecha para los ocasos, es la noche donde ella reina y aquella noche no había astro mas hermoso en aquel cielo de estrellas que guiñen los ojos y que brincan de un lado a otro arrastrando su cola, tanto para sublimar el alma, tanto para ensanchar el corazón, ese corazón entristecido por el recuerdo de alguien que ya no esta, alguien que se había marchado, dejando una estela de tristezas en mi vida, la luna se asomaba por el mar como si hubiera estado embriagandose con lava y fuego, un camino rojo se dibujo en medio del mar, frente a mis ojos, el reflejo rojo de la luna lo atravesaba formando un hermoso camino carmesí que llegaba hasta las faldas de la luna, una sensación extraña invadió mi cuerpo algo en mi me decía que ese camino era real, que si de pronto empezaba a caminar por el sin duda llegaría a la luna, pero la razón no me permitia creer, el lugar de la luna es el cielo y no al final de este camino, aunque mis ojos y mi corazón digan lo contrario, entonces camine hacia un lado con el fin de evadir el camino o mi imaginación o que se yo, pero el camino parecía seguirme como si realmente quisiera ser caminado, entonces pensé que puede pasar si lo intento, no todo en el mundo puede estar hecho de realidad, el mundo tiene derecho a cosas fantásticas quizás los hombres tenemos derecho a algo fantástico en nuestra vida, a algo irreal, a algo que se aleja de lo conocido y mas bien parece un sueño entonces comencé a caminar por la arena casi convencido de que solo mojaría mis zapatos y si realmente era intrépido toda mi ropa, pero mi momento fantástico de la vida era este y el camino realmente existía y si era rojo brillante y por debajo de el pasaban peces rojos que quizás eran de otros colores, mi incredulidad se convirtió en una asombro alimentado por la belleza de aquel momento en que un camino rojo me llevaba hasta la luna, pero ¿cuanto tendría que caminar para llegar a ella?,  cuando empecé a caminar la luna lucia mas grande, pero poco a poco parecía hacerse mas pequeña y el camino mas estrecho entonces apresure el paso, peces con alas de arcoiris brincaban de un lado a otro frente a mi y algunos delfines parecían acompañarme en mi travesía, pero la luna en vez de parecer mas cerca se alejaba y su color rojo poco a poco se se difuminaba en un plateado brillante, pensé en detenerme y desistir porque cada vez el camino seria mas estrecho y terminaría en una cuerda floja y quizás caería en medio del mar y por lo que recordaba yo ni nadar sabia, entonces me vino a la mente el recuerdo de aquella persona que poco a poco se alejaba de mi cuando yo mas me acercaba a ella, aunque ella también cambiaba y recordé que lo que hice fue dejar de caminar hacia ella por temor a ahogarme y ella cada cada vez se alejo mas de mi hasta que un día ya no pude verla, ahora entiendo que debí haber caminado por aquella cuerda floja que de el otro lado me esperaba una luna hermosa capas de poder hincar mi alma ante su belleza, el camino se hacia mas delgado y su recuerdo mas grueso hasta que de pronto no hubo mas camino, pero ¿que creen? al final del camino me encontré una escalera...



Hubo un tiempo, según Sir George H Darwin, en que la Luna estaba muy cerca de la Tierra. Las mareas fueron poco a poco empujándola lejos, esas mareas que ella, la Luna, provoca en las aguas terrestres y en las cuales la Tierra pierde lentamente energía.

¡Claro que lo sé –exclamó el viejo Qfwfq–, ustedes no pueden acordarse, pero yo sí. La teníamos siempre encima, a la Luna, desmesurada; en plenilunio –noches claras como de día, pero con una luz color manteca– parecía que iba a aplastarnos; en novilunio rodaba por el cielo como un paraguas negro llevado por el viento, y en cuarto creciente se acercaba con los cuernos tan bajos que parecía a punto de ensartar la cresta de un promontorio y quedarse allí anclada. Pero todo el mecanismo de las fases marchaba de una manera diferente de la de hoy, porque las distancias del Sol eran distintas, y las órbitas, y la inclinación de no recuerdo qué; además, eclipses, con Tierra y Luna tan pegadas, los había a cada rato, imagínense si esas dos bestias no iban a encontrar manera de hacerse continuamente sombra una a la otra.

¿La órbita? Elíptica, naturalmente, elíptica; por momentos se nos echaba encima, por momentos remontaba vuelo. Las mareas, cuando la Luna estaba más baja, subían que no había quien las sujetara. Eran noches de plenilunio bajo bajo y de marea alta alta y si la Luna no se mojaba en el mar era por un pelo, digamos, por pocos metros. ¿Si nunca habíamos tratado de subirnos? ¡Cómo no! Bastaba llegar justo debajo con la barca, apoyar una escalera y arriba.

El punto donde la Luna pasaba más bajo estaba en mar abierto, en los Escollos de Zinc. Ibamos en esas barquitas de remos que se usaban entonces, redondas y chatas, de corcho. Éramos varios: yo, el capitán Vhd Vhd, su mujer, mi primo el sordo y a veces la pequeña Xlthlx, que entonces tendría doce años. El agua estaba aquellas noches tranquilísima, plateada que parecía mercurio, y los peces, adentro, violetas, que no podían resistir a la atracción de la Luna y salían todos a la superficie, y también pulpos y medusas de color azafrán. Había siempre un vuelo de animalitos menudos –pequeños cangrejos, calamares y también algas livianas y diáfanas y plantitas de coral– que se despegaban del mar y terminaban en la Luna, colgando de aquel techo calcáreo, o se quedaban allí en mitad del aire, en un enjambre fosforescente que ahuyentábamos agitando hojas de banano.

Nuestro trabajo era así: en la barca llevábamos una escalera; uno la sostenía, otro subía y otro le daba a los remos hasta llegar debajo de la Luna; por eso teníamos que ser tantos (sólo he nombrado a los principales). El que estaba en la cima de la escalera, cuando la barca se acercaba a la Luna gritaba espantado: "¡Alto! ¡Alto! ¡Me voy a pegar un cabezazo!" Era la impresión que daba viéndola encima tan inmensa, tan erizada de espinas filosas y bordes mellados y dentados. Ahora quizá sea distinto, pero entonces la Luna, o mejor dicho el fondo, el vientre de la Luna, en fin, la parte que pasaba más arrimada a la Tierra hasta casi rozarla, estaba cubierta de una costra de escamas puntiagudas. Al vientre de un pez se parecía y también el olor, por lo que recuerdo, era si no exactamente de pescado, apenas más leve, como de salmón ahumado.

...

... Ahora me preguntarán ustedes qué diablos íbamos a hacer en la Luna, y les explico. Ibamos a recoger leche, con una gran cuchara y un balde. La leche lunar era muy densa, como una especie de requesón. Se formaba en los intersticios entre escama y escama por la fermentación de diversos cuerpos y sustancias de origen terrestre, procedentes de los prados y montes y lagunas que el satélite sobrevolaba. Se componía esencialmente de: jugos vegetales, renacuajos, asfalto, lentejas, miel de abejas, cristales de almidón, huevos de esturión, mohos, pollitos, sustancias gelatinosas, gusanos, resinas, pimienta, sales minerales, material de combustión. Bastaba meter la cuchara debajo de las escamas que cubrían el suelo costroso de la Luna para retirarla llena de aquel precioso lodo.


viernes, 11 de noviembre de 2011

¿Cuando? Otro fin del mundo antes del fin del mundo.

...amanecí pensando en aquella noticia que había escuchado antes de dormir, el mundo acabara a las 11:00 AM del día 11 del mes 11 del año 2011, un sentimiento de nostalgia se apodero de mi, que tal si aquellos matemáticos que aludiendo al significado del 11111111 en binario significaba el comienzo del fin del mundo, que tal si alguien de esos que siempre son tomados por locos este día acertara y realmente hoy a las 11:11 el mundo terminara, no puede ser que hoy sea el fin del mundo aun tengo muchas cosas que hacer, pero ¿Por qué tengo tantas cosas que hacer? Eso no debería de estar bien uno siempre debería de estar listo para el fin del mundo y no tener tantas cosas para hacer, pero he dejado muchas cosas para después, tantas que algunas ya hasta las he olvidado, recuerdo cuando tenía siete años prometí declararle mi amor a aquella niña que tanto me gustaba, pero no lo hice y ella se fue y nunca la volví a ver, recuerdo también haber prometido que algún día viajaría por el mundo sin dejar nada atrás pero nunca tuve tiempo para ello, o la ves que prometí un fin de año que haría algo bueno por el mundo, pero lo más bueno que pude hacer no fue ni tan bueno para mí, aun tengo que pasar por la ropa a la lavandería realmente tenía que pasar por ella desde el lunes, aun tengo que darle mis condolencias a ese amigo que perdió a su papa hace un año, aun tengo que hacer ejercicio como lo prometí el viernes de cada semana, aun tengo que sacar al perro a pasear, lleva seis meses en el patio de atrás, ¿estará aburrido? Aun tengo que hacer una llamada a mis padres estarán bien, ¿Cómo les habrá ido con el huracán?, y que pasaría con las cataratas de mi abuelita, con la nueva hija de mi primo, con mi tía que enviudo hace poco, ¿mi sobrina ya habrá aprendido a hablar? cuando saldré a brincar en la lluvia, o volveré a andar en bicicleta creyendo que los caminos son infinitos, ¿cuando me daré tiempo para creer en el amor?, ¿cuando le diré a ella que la amo?, ¿Cuándo le diré a mis hermanos cuanto los quiero? ¿Cuando le pediré perdón a mi amigo?, ¿cuándo terminare de leer aquel libro que empecé hace dos años?, ¿cuándo terminare de escribir la novela que siempre soñé?, ¿cuándo llorare lo suficiente y reiré lo necesario?, ¿Cuándo viviré más de lo que trabajo? ¿Cuándo seré doctor si soy ingeniero? ¿Cuándo sembrare un árbol para verlo crecer? ¿Cuándo tendré un elefante que se llame firulais? ¿Cuándo me aventare del Bunge? ¿Cuándo escalare una montaña? ¿Cuándo descubriré lo que hay debajo de mi cama? ¿Cuándo construiré un iglú en mi patio? ¿Cuándo tendré patio? ¿Cuándo conversare con un indigente? ¿Mis ahorros servirán de algo en el fin del mundo? ¿Cuándo ahorrare? ¿Cuándo hare todo esto que aun tengo por hacer? De pronto voltee hacia el despertador y no podía creer lo que estaba viendo, eran las 12:16 minutos de la tarde del día 11 del mes 11 del año 2011 otra vez me he despertado tarde…




"Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre latia en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guñapos y ruinas de la Historia. Con su casco simbolico en que aparecía grabado el número 451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador y la casa quedo rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego, empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran aventados por un aire que el incendio ennegrecía.
(...)
Se vio en los ojos de ella, suspendido en dos brillantes gotas de agua, oscuro y diminuto, pero con mucho detalle; las líneas alrededor de su boca, todo en su sitio, como si los ojos de la muchacha fuesen dos milagrosos pedacitos de ámbar violeta que pudiesen capturarle y conservarle intacto. El rostro de la joven, vuelto ahora hacia él, era un frágil cristal de leche con una luz suave y constante en su interior. No era la luz histérica de la electricidad, sino... ¿Qué? Sino la agradable, extraña y parpadeante luz de una vela."

Fragmento "Farenheit 451",
Ray Bradbury

lunes, 7 de noviembre de 2011

¿Que pasara?

...¿Que pasara? cuando de pronto un silencio te encuentre  en la oscuridad de una habitación con una soledad incompleta, cuando el cuerpo cotidiano se convierta en extraño, que pasara por tu cabeza cuando la luna no sea suficiente para llenar tu alma, de que forma latirá tu corazón cuando en un suspiro empiecen a flotar los recuerdos, cuando tu piel haga memoria, cuando tus sentidos dejen escapar los sentimientos, que pasara cuando no haya mas espacio en tu pecho para el amor reprimido, y cuando tu cabeza ya no te crea y el olvido se canse de mentir, que pasara cuando un día cualquiera en un atardecer cualquiera la melancolía te inunde y tus ojos se desborden, que pasara aquellas noches en que los sueños te traicionen y las madrugadas tarden en venir, que pasara cuando tus manos se sientan solas, cuando el otoño se haga eterno, y el verano un poco infierno, cuando al cielo estrellado le falte una estrella, cuando la luz se apague sin nosotros, y se vayan borrando nuestros rostros, cuando ya solo sea una silueta, un nudo en la garganta, un dolor en el corazón, un recuerdo sin pasado, cuando nuestras voces se convierten en un eco viejo y triste, y nuestro aliento en la neblina que una mañana se extinguio y nuestros besos en la ultima silaba de un adios, ¿como sera el mundo sin los dos?



Cuando no estes


Cuando no estés, si es que no estás un día,

mi voz, sin voz, te llamará sin pausa.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

oirás mi voz en un rumor que pasa.



Cuando no estés, si es que no estás un día,

clamaré por tu gracia en toda gracia.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

moverá mi perfil la luna fría

en las cortinas que hay en tu ventana.



Cuando no estés, si es que no estás un día

sólo oiré en las palabras tu palabra.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

verás mi sombra entre la sombra fría

junto a la cabecera de tu cama.



Cuando no estés, si es que no estás un día

en cada verso mío habrá una lágrima.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

me sentirás bajo la tarde fría

llegar a ti en el son de las campanas.



Cuando no estés, si es que nos estás un día,

te buscaré en la tierra, el aire, el agua.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

oirás mi paso entre la sombra fría

siguiéndote los pasos por la casa.



Cuando no estés, si es que no estás un día,

te inventaré en el humo y en la llama.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

sorprenderá la madrugada fría

mi mano en tu cabeza despeinada.



Cuando no estés, si es que no estás un día,

te invocará en el sueño mi esperanza.

Cuando no esté, si es que no estoy un día,

en tu sueño entraré en la noche fría

cuando el sueño te cubra con sus aguas.

Cuando no estes.
Córdoba Iturburu

viernes, 4 de noviembre de 2011

El anhelo y el deseo

...el ahora se vuelve ayer, los minutos crecen en horas, las palabras pueden convertirse en poemas, los pensamientos en recuerdos, los besos en suspiros, los abrazos en anhelos, el amor en deseo, el ayer ya no es ahora, el ahora anhela recuerdos, los recuerdos una vez fueron memorias, las memorias dejaron de ser anhelos, los anhelos escriben poemas, los poemas describen el pensamiento, el pensamiento causa suspiros, los suspiros vienen con el deseo, el deseo de tus besos y tus besos ahora son memorias, del recuerdo de un ayer, cuando los minutos se convertían en horas, las palabras en suspiros, los pensamientos en poemas, poemas llenos de anhelos, tus anhelos mi deseo y deseo tu amor…



Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación.

He aquí la prueba:

Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.

Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.

En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.

Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo mas acerca de ellas.

Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.

Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.

La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo



El silencio de las sirenas

Franz Kafka, Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924


Related Posts with Thumbnails