domingo, 30 de septiembre de 2012

Calle soledad

...camino por una calle color sepia, teñida por las hojas marrón que el otoño ha soplado al réquiem de un verano en que la lluvia nunca llego, paso a paso, sumergido en el vaivén de mis pesares, a la embestida de los recuerdos, al asecho de los silencios que se volvieron eternos, que se extraviaron en la nada, que se perdieron en el tiempo o en la memoria, vació de nadie, en el limbo de las palabras, en el desierto de las cosas que no existen y que quizás nunca existirán, flotante, ausente, divergente, a la espera de  las casualidades que navegan en el viento, taciturno, convexo, menguado, en el cenit de mi conciencia, donde nunca germinaron los sentimientos, mucho menos el amor, so pena de esta eterna soledad que nos depara...





SIAO-SIN
Medium of First Class

Batavia

Los espiritistas, con sus trucos, sistemas y misterios, me son odiosos. Contesté que estaba enfermo, que no podía recibirle. Al día siguiente recibí esta carta:

«Estimado señor Gog:

»Se ha equivocado usted. Si me hubiese permitido hablar solamente un minuto con usted, sus prevenciones habrían desaparecido. Porque pudiendo también leer el pensamiento a distancia, me he enterado de las razones de su negativa. Es una razón que respeto y hasta comparto. Yo no quiero nada con los muertos. Únicamente los médiums vulgares se consagran a la evocación de los desencarnados. Y, con perdón de Richet y de Oliver Lodge, con muy pocas garantías de autenticidad. ¿Continúan viviendo los espíritus de los muertos? ¿Pueden volver a la tierra? ¿Hay un método seguro para entrar en relación con ellos? Todo esto no me interesa.

»Pero los vivos, señor Gog, existen. Su realidad no puede ser puesta en duda. Y viven sobre la tierra. Y nosotros podemos entrar en relación con ellos aunque se hallen muy distantes. Mis postulados no son, por tanto, misteriosos, sino sólidos. Mi arte -o mejor dicho, mi don- consiste en "evocar a los vivos". Fantasmas, si usted quiere, pero fantasmas de seres que en otra parte de la tierra existen verdaderamente. Mi poder de médium se halla al servicio de los que están separados, de los amigos, de los amantes, de los curiosos.

»¿No ha vivido usted nunca lejos de una persona amada? ¡Cuántas veces durante el día habrá deseado verla, hablarle, aunque no fuese más que por un instante! Existen ciertamente las cartas, pero éstas no son las mismas personas; apenas un pequeño fragmento de su pensamiento. Y las fotografías, los retratos, no sustituirán jamás la efectiva, la dulce presencia. Tal vez se le aparezca en sueños, pero ¡cuán vaga la visión, qué triste el despertar!

»Mi poder de médium es un bálsamo portentoso para el dolor de la separación. Me comprometo a hacer aparecer en su habitación, en el término de una hora, a la persona que usted me designe, aunque en aquel momento se halle en los antípodas. Sin ritual ni ceremonial de magia. No soy, téngalo en cuenta, ningún nigromante, es decir, un evocador de los muertos. Dejo los difuntos a Mr. Conan Doyle y a sus ingenuos secuaces. Trabajo con los vivos, para provecho de los vivos. Me bastan una habitación un poco oscura, un brasero, un sillón: nada más. En seguida que se me han dicho el nombre, la filiación y la residencia del hombre o de la mujer que se desea ver, me abstraigo y me concentro. A cien, diez mil millas de nosotros, aquel hombre o aquella mujer se sienten dominados por una ligera somnolencia y se adormecen. Si la evocación puede ser hecha en el momento en que la persona duerme su sueño natural, es mucho mejor aún, los efectos son más rápidos.

»Después de una espera que no rebasa los cuarenta minutos, usted ve en su habitación una especie de nube que puede ser de un amarillo intenso o de un color amaranto. Y, poco a poco, de aquella mancha nebulosa se destaca la figura de aquel o de aquella a quien deseaba ver, con su misma fisonomía, solamente un poco más fluida que si fuese de carne y hueso. No se extrañe si tiene el aspecto un poco trasnochado. Pregúntele sin perder tiempo; no la toque. Sería atroz para usted y para aquella o aquel a quien ama. La visión no puede durar más que pocos minutos, la verá resorberse en la mancha aérea y desaparecer. Estoy buscando la manera de obtener una permanencia más larga y no desespero de encontrarla.

»Considere que su elección es ilimitada. No hay necesidad de que se trate de una persona conocida de usted. Si le interesase un día, hallándose en América, hablar con Lloyd George, con Stravinski o con el rey Alfonso, no habría la menor dificultad. El fantasma correspondiente aparecería en las condiciones dichas y usted podría hacer a este personaje ilustre las preguntas que le pluguiese. No hay necesidad, con mi sistema, de largos viajes ni de peticiones de audiencia para obtener una conversación con las celebridades del mundo entero. Por lo que sé de usted, me pareció que este juego tenía que gustarle.

»Estoy seguro de que no pondrá en duda la exactitud de todo lo que acabo de manifestarle. Conoce seguramente el clásico libro de Meyers, Gurney y Podmore sobre Phantasms of Living. Se trata de una infinidad de casos de telepatía vulgar, esto es, de apariciones a distancia de vivientes a vivientes. Lo que no es posible espontáneamente, sin la intervención de la voluntad, creo que puede obtenerse metódicamente con un esfuerzo determinado. Lo probé, y tuve éxito.

»Yo soy, como ya le indica mi nombre, chino, pero he estudiado muchos años en Europa: en Ginebra, Leipzig y Londres. Pero no he hecho más que desarrollar, según los principios occidentales, algunas preciosas indicaciones encontradas en los libros de la escuela taoísta. El resto, es decir, mi éxito, ha sido debido a mis cualidades naturales y a un riguroso ejercicio.

»Si mi obra puede serle útil, dígnese telefonear al "World's Hotel", habitación número 354. Permaneceré aquí todavía dos días.

»Créame sinceramente su servidor,

»Siao-Sin..

No he contestado a la carta. No he telefoneado. Este Siao-Sin parece una persona razonable y seria, y tal vez no promete en vano. Pero lo he pensado y repensado. En ninguna parte del mundo existe, en este momento, un ser, macho o hembra, al que desee ver o volver a ver. Siao-Sin ha servido para evocar mi perfecta soledad.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Un bemol para la vida

...aveces pienso que valdría la pena volver a escribir algunas historias, abemolar nuestra vida para que el camino sea mas suave, mover velas para evitar quedar a la deriva, dibujar nuevos horizontes aunque nuestro lienzo se haya manchado, volver a empezar nunca esta de mas, un comienzo siempre supone una bifurcación antes de dar el primer paso, somos rectas imperfectas avanzando en el espacio-tiempo, tan relativos como nuestra propia existencia, tan casuales como el inmenso jardín de estrellas que ha crecido en el cielo, tan pequeños y a la vez tan grandes, singulares en existencia y conciencia, partículas que al azar han encontrado la forma de unirse para ser lo que ahora somos, vale la pena voltear atrás, observar nuestra estela para revirar si es necesario, contemplar las huellas para ver la fuerza con la que hemos caminado, delinear los surcos para saber como hemos vivido, remarcar nuestros pasos para nunca olvidar el camino, retratar el ayer para explicar el hoy, no esta demás voltear a atrás, si te has perdido quizás ahí te podrás encontrar...




Pasa la vida y el tiempo no se queda quieto
llevo un silencio de frío con la soledad
En qué lugar anidare mis sueños nuevos
Y quién me dará una mano cuando quiera despertar
Volver a empezar, aun no termina el juego
volver a empezar, que no se apague el fuego
queda mucho por andar
Y que mañana será una día nuevo bajo el sol
volver a empezar

Se fueron los aplausos y algunos recuerdos
y el eco de la gloria duerme en un placard
Yo seguiré adelante atravesando miedos
Sabe dios que nunca es tarde, para
Volver a empezar


Volver a empezar, aun no termina el juego
volver a empezar, que no se apague el fuego
queda mucho por andar
Y que mañana será una día nuevo bajo el sol
volver a empezar, volver a intentar
Volver a empezar.

Volver a empezar, aun no termina el juego

Volver a empezar
Alejandro Lerner

Deleite asaz

...deleite asaz, hambre voraz del corazón, una razón mas no es verdad, es el dolor quizás audaz, para acabar en la obsesión, por ir detrás de la pasión, inoportuna, siempre una duda, es la cuestión, si hay fortuna, hay compasión, pero no dura mas que un pecado, lo que perdura me ha defraudado, sin pena alguna, lo he comprobado, no hay corazón que ande de lado, sin encontrar lo que ha buscado, deleite asaz no conjugado...




“En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: Tengo que acabar con esto cuando antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas”


Tokio Blues
Haruki Murakami

miércoles, 19 de septiembre de 2012

En algún lugar del cielo

...y también me contó que de donde el venia las noches duraban lo que uno quisiera, la gente vivía mucho, era casi increíble escuchar una noticia de alguien había muerto, lo ultima noticia que escucho de algo parecido fue casi tan grande como cuando se descubrió que existíamos nosotros los de acá, apunto con su vista hacia algún lado en la inmensidad del cielo que se confundía con cualquier otro lado sin nada especial que no fueran un conjunto de estrellas amontonadas, la comida les sobraba constantemente tenían que deshacerse de ella, tenían suficiente amor entre ellos como para nunca hacerle daño a nadie, no existía el trabajo porque no había necesidad de nada, lo tenían todo, nadie quería tener mas que otros porque casi todos tenían todo, espacio y tiempo les sobraba, las lagrimas eran algo que ya no existía en los museos podías encontrar algunas lagrimas encapsuladas en trozos de ámbar cual si fueran fósiles valiosos, los deseos se materializaban solo con tenerlos, y los malos deseos se habían borrado de sus corazones, nadie peleaba con nadie y a pesar de que eran una cantidad imposible de mencionar en este momento no había razón para estar separados por fronteras mucho menos por países, ni los conocían, mucho menos un gobierno y como nosotros pasamos por alto la existencia del aire en la atmósfera ellos ignoraban involuntariamente la existencia de la paz porque esta era absoluta, no existía otra cosa mas abundante en aquel lugar que la paz. Después de haberme platicado todo esto  no pude evitar preguntarle entonces la razón de porque había escapado de aquel lugar, su respuesta fue contundente: "Porque no eramos felices"...




-No se me pasa por alto –peroré, pues- que ha sonado la hora fatídica de mirar hacia atrás con la serena lucidez del que sabe que va a caer el telón y que, a poco que remolonee, no tendrá que hacer balance. No diré que dejo este mundo sin pena; entre los muchos sentimientos contradictorios e inoportunos que en mi ánimo luchan con resultados generalmente nefastos no están el estoicismo preclaro ni la elegante resignación. Es triste constatar, al levar anclas, que jamás he poseído las virtudes más excelsas de la hombría: soy egoísta, timorato, mudable y embustero. De mis errores y pecados no he salido ni sabio ni cínico, ni arrepentido ni escarmentado. Dejo mil cosas por hacer y otras mil por conocer, de entre las que citaré, a título de ejemplo, las siguientes: ¿por qué ponen huevos las gallinas?, ¿por qué el pelo de la cabeza y el de la barba, estando tan juntos, son tas distintos?, ¿por qué nunca he conocido a una mujer tartamuda?, ¿por qué los submarinos no tienen ventanas para ver el fondo del mar?, ¿por qué los programas de televisión no son un poco mejores? Ídem creo que la vida podría ser más agradable de lo que es, pero es probable que esté equivocado, o que no sea tan mala, sino sólo una pizca banal. Tonto, indolente y desinformado he llegado a ser lo que soy; tal vez si hubiera sido más cerril habría llegado más lejos. Nadie elige su carácter y sólo Dios sabe quién y cómo juzga nuestros méritos. Si tuviera estudios lo entendería todo. Como soy un asno, todo es un enigma. No sé si me pierdo gran cosa.

El laberinto de las aceitunas
Eduardo Mendoza

El dulce abismo

...del sueño a el precipicio de la vida, a la inminente manera de vivir en las entrañas del tiempo que no se interesa por nosotros, ahí donde el sol aparece en las ventanas que están hartas de esta monotonía, a pesar de la lluvia que aveces no para y de esas lunas que no se esfuerzan por verse mejor, aprendemos a vivir con el corazón desplumado, con las tripas empachadas de tanto pudor y los sentimientos colgados en cualquier tendedero, aplaudiendo cada marea que nos ha dejado vacíos entre la intrascendencia y lo superfluo, agonizando entre las sonrisas y las lagrimas, arrullados por las notas de los vientos venideros que no saben llegar, hacinados entre las islas que navegan en esta penumbra, en esta soledad inversa que nos aleja cuando mas estamos cerca, que nos refunde en el dulce abismo de la nada,   en el superlativo camino de tropiezos, absolutos en nuestra gracia de ser por ser sin tener que serlo, en la oblicuidad de los pasos a través del sendero que dejo de seguirnos hace un tiempo atrás...




Muy de mañana, mirando todavía a la pared y sin haber visto aún el matiz de la raya del día sobre las grandes cortinas de la ventana, sabía ya qué tiempo hacía. Me lo decían los primeros ruidos de la calle, según llegaran amortiguados y desviados por la humedad o vibrantes como flechas en el aire resonante y vacío de una mañana espaciosa, glacial y pura; en el paso del primer tranvía notaba yo si rodaba aterido en la lluvia o iba camino del azur. Y acaso a estos ruidos se había anticipado alguna emanación más rápida y más penetrante que, filtrándose en mi sueño, le infundía una tristeza que presagiaba la nieve o bien hacía entonar en él a cierto pequeño personaje intermitente tan numerosos cánticos a la gloria del sol, que acababan por provocar en mí, dormido aún, con un asomo de sonrisa y dispuestos los párpados cerrados a dejarse deslumbrar, un estrepitoso despertar en música. En aquella época, yo percibía la vida exterior sobre todo desde mi cuarto. Sé que Bloch contó que, cuando iba a verme por la noche, oía un rumor de conversación. Como mi madre estaba en Combray y él no encontraba nunca a nadie en mi habitación, dedujo que hablaba solo. Cuando, mucho más tarde, supo que Albertina vivía entonces conmigo y comprendió que la escondía de todo el mundo, dijo que por fin veía la razón de que, en aquella época de mi vida, nunca quisiera salir. Se equivocaba. Pero era muy disculpable, pues la realidad, aunque sea necesaria, no es completamente previsible; los que se enteran de algún detalle exacto sobre la vida de otro sacan en seguida consecuencias que no lo son y ven en el hecho recién descubierto la explicación de cosas que precisamente no tienen ninguna relación con él.

...

Por consiguiente, amigos míos, no cambiéis esta cultura, esta diosa etérea, de pie ligero, por esa útil doméstica que a veces recibe incluso la denominación de “la cultura”, pero que no es sino la sierva y la consejera intelectual de las necesidades de la vida, de la ganancia y de la miseria. Por lo demás, una educación que haga vislumbrar al fin de su recorrido un empleo, o una ganancia material, no es en absoluto una educación con vistas a esa cultura a que nosotros nos referimos, sino simplemente una indicación de los caminos que se pueden recorrer para salvarse y defenderse en la lucha por la existencia. Indudablemente, semejante indicación tiene una importancia máxima e inmediata para la gran mayoría de los hombres: cuanto más difícil es la lucha, tanto más debe aprender el joven y tanto más debe poner en tensión sus fuerzas.

Pero nadie debe creer que las instituciones que lo incitan a esa lucha y lo capacitan para combatir pueden considerarse como instituciones de cultura. Se trata de instituciones que se proponen superar las necesidades de la vida: así, pues, pueden hacer la promesa de formar a empleados, o a comerciantes, o a oficiales, o a mayoristas, o a agricultores, o a médicos, o a técnicos. Sin embargo, en esas instituciones se aplican, en cualquier caso, leyes y criterios diferentes de los necesarios para fundar una institución de cultura: lo que en el primer caso está permitido, podría ser en el segundo caso un error delictivo.

La prisionera 

martes, 18 de septiembre de 2012

En un tren baladí

...si por un tiempo te alejas al rincón del olvido, con la mirada caída y los bastiones a rastras, con tu morral lleno de ayeres y tu pañuelo sin lagrimas, con tu clavijero sin sueños y un alma desafinada, con tus supuestos callados y las mentiras sin pena, con las farolas a oscuras y tus luciérnagas sin alas, patrañas mancas rodillas paradas, velas sin viento de barcos sin mar, camino fútil de las cosas sin ti, corazón sin fusil que ha tirado a matar, un antaño sentado en las lunas de Abril, huele a viejo el silencio cuando se trata de ti, en las laderas del tiempo alguna vez me perdí,  como un viajero viajando en un tren baladí...





La vida, amigos, es aburrida. No deberíamos decirlo.
Después de todo, el cielo lanza destellos, el inmenso mar suspira,
Nosotros mismos emitimos luz y suspiramos,
Y como me decía mi madre de pequeño
(repetidamente) “Confesar que estás aburrido
significa carecer de Recursos Internos”.
Ahora ya sé que no tengo
Esos recursos, porque estoy tremendamente aburrido.
La gente me aburre,
La literatura me aburre, en especial la gran literatura,
Henry me aburre, con sus quejas y sus dolores
tan malos como uno de Aquiles
que ama a la gente y el arte poderoso, lo que me aburre.
Y las colinas apacibles, y la ginebra parece una colilla
Y de algún modo un perro
Que ha se ha tomado a sí mismo y a su cola muy en serio
A las montañas o el mar o el cielo, dejando
Atrás: a mi yo, moviendo la cola.


Dream song 14
John Berryman
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