domingo, 22 de diciembre de 2013

Despedida

Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.

No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.

Jorge Luis Borges


martes, 17 de diciembre de 2013

Un adiós que no se dio

…y en mis horas se sigue dibujando tu rostro, síntoma del silencio, consecuencia de un recuerdo inmediato, no sabes irte, mucho menos decir adiós, no sabes despedirte, solo te fuiste a una hora no adecuada de mi vida, en el momento que mas te necesitaba, apagaste la luz de nuestro tiempo, huiste hacia el olvido, te escabulliste así nada mas, mas sin embargo no te he dedicado ninguna tristeza, mucho menos lagrimas, preferí las sonrisas, elegí el brillo, tu semblante limpio en mi memoria, la misma que separa el mejor lugar para ti, no fue nuestro tiempo y quizás ya nunca será, aun así honro tu recuerdo, y me alegro de que hayas existido, de lo que eres y de lo que serás, agradezco a la vida, a los sueños, a la esperanza, a la belleza, al amor, toda causa de benevolencia, todo deseo, toda alegría, cualquier sentimiento que hable bien de nosotros, de eso que si fuimos y no en lo que nos convertimos, en este mundo hay mas cosas buenas que malas todos los días me convenzo de ello, y espero reserve las mejores, para ti, para tus días, para tu paso por esta bella vida, te regalo estas letras, no te puedo dar mas, ten paz, pronto llegara y después de esto vendrá lo mejor…


Adiós

En costa lejana
y en mar de Pasión,
dijimos adioses
sin decir adiós.
Y no fue verdad
la alucinación.
Ni tú la creíste
ni la creo yo,
«y es cierto y no es cierto»
como en la canción.
Que yendo hacia el Sur
diciendo iba yo:
«Vamos hacia el mar
que devora al Sol».
Y yendo hacia el Norte
decía tu voz:
«Vamos a ver juntos
donde se hace el Sol».
Ni por juego digas
o exageración
que nos separaron
tierra y mar, que son
ella, sueño y el
alucinación.
No te digas solo
ni pida tu voz
albergue para uno
al albergador.
Echarás la sombra
que siempre se echó,
morderás la duna
con paso de dos...
Para que ninguno,
ni hombre ni dios,
nos llame partidos
como luna y sol;
para que ni roca
ni viento errador,
ni río con vado
ni árbol sombreador,
aprendan y digan
mentira o error
del Sur y del Norte,
del uno y del dos!

Adios
Gabriela Mistral

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miércoles, 11 de diciembre de 2013

El día de las cosas que pasan (El reloj cangrejo)

La luz avanzo rápidamente hacia sus ojos, sus pupilas sosegaron ante el inquietante brincoteo de brillos y colores, desprovisto de un gesto suave, tallo sus ojos para rencontrarse con la felicidad, pero el palpitar de tonos alegres que adornaban aquel lugar le encandilaban y eran precedidos de una marejada de sensaciones nuevas, los colores viajaban por el aire en forma de acordes que se dibujaban entre las nubes de aquel cielo, al son de las sucesiones el tiempo avanzaba rápido, inquietante, sin reparo, la catarsis de su alma desdibujaba dentro de él cualquier mal recuerdo, cualquier rastro de tristeza, como un efecto purificante le hacia brillar, lo camuflajeaba entre aquel universo de colores, la escala de grises de su existencia, había sido sustituida por tonalidades surreales, existentes quizás solo en la mente de aquellos pintores que murieron en el delirio de sus lienzos, camino con cierto miedo, palabra que quizás en aquel mundo aun no existía, atónito ante todo, con su mirada expuesta a cada una de las cosas que pasaban en aquel lugar, y que parecían mantenían una coordinación estricta para embellecerlo, para formar una armonía en conjunto del que él ya era parte y no desentonaba, un camino entre arboles y flores coloridas le invitaba a avanzar hacia lo que el recordaba en aquel sueño como una cueva oscura debajo de una pequeña cascada de aguas cristalinas, se mantuvo caminando con cierto reparo en no extraviarse en la belleza idílica de aquel lugar, aves con plumajes al oleo, insectos prismáticos, animales traslucidos, todos al pendiente de su llegada a aquella cueva de la que emanaba la voz de alguien que le invitaba a pasar, aquella voz que en otros tiempos fue pasado y que ahora es destino…



“Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona. Aunque ni el diablo sabe por qué es lo que ha de recordar la gente, ni por qué. En realidad, siempre he pensado que no hay memoria colectiva, lo que quizá sea una forma de defensa de la especie humana. La frase ‘Todo tiempo pasado fue mejor’ no indica que antes sucedieran menos cosas malas, sino que-felizmente-la gente las echa en el olvido. Desde luego, semejante frase no tiene validez universal; yo, por ejemplo, me caracterizo por recordar preferentemente los hechos malos y ,así, casi podría decir que ‘Todo tiempo pasado fue peor’, si no fuera porque el presente me parece tan horrible como el pasado, recuerdo tantas calamidades, tantos rostros cínicos y crueles, tantas malas acciones que la memoria es para mí como la temerosa luz que alumbra un sórdido museo de la vergüenza.

El túnel
Ernesto Sabato

martes, 3 de diciembre de 2013

La noche de lo irremediable (El reloj cangrejo)

…caminaba por aquel callejón oscuro, directo a lo irremediable, pensando en lo contundente de aquella noche, paso tras paso aferrado al destino, al designio de un Dios irreverente, en la búsqueda de aquel sueño inexorable, las paredes se acercaban mas a él, como con intención de abrazarle, como una serpiente constrictora, ventanas sin luz flotaban por encima de él, donde parecía no había vida, en aquel lugar que la esperanza había abandonado y había sido remplazada por una tacita tristeza, por un herrumbre de alma, por el fétido hastió del desasosiego, pero no había otro lugar en el que quisiera estar, ni otro rumbo al que quisiera llegar, había pasado buscando toda su vida aquel callejón, que era tan común como para no parecerse a nada, y tan extraño como para ser real, pero existía en aquel pueblo en donde las estrellas nunca salían, donde las sirenas habían devorado a casi todos los hombres y donde los niños solo aparecían en los cuentos que ya nadie contaba, la oscuridad espesa se agravaba en el semblante de aquel pasillo sinuoso, lúdico en el tiempo que parecía intermitente, sofocado, a rítmico, abrumado por la sequía de voces, por la marchites de la vida de aquel pueblo agonizante, ya estaba cerca de aquel lugar que brillo en sus sueños, que era protegido por una puerta de roble viejo y un candado de hierro fundido en tiempos de espadas, forjado en tiempos de sangre, y de pronto se encontraba frente a aquella puerta, saco una llave de su bolsillo que había llegado hasta él a través de un sueño o quizás de una pesadilla…


Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia.

Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro.

Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos -de la mano o del brazo- tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas.

Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura.

Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal.

Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente.

La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó.

La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo.

Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo.

"¿Qué está pensando?", pregunté.

Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma.

"Un lugar común", dijo. "Tal para cual".

Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba traspasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo.

"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"

"Sí", dijo, todavía mirándome.

"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."

"Sí."

Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

"Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo."

"¿Algo cómo qué?"

"Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad."

Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas.

"Prométame no tomarme como un chiflado."

"Prometo."

"La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?"

"No."

"¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?"

Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata.

"Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca."

Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico.

"Vamos", dijo.


2

No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse.

Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta de que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron.

En ese instante comprendí que debía arrancarme (y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso.

Tuve que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos (al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas.

Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra.

Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.

Fin

La noche de los feos
Mario Benedetti

lunes, 2 de diciembre de 2013

Tiempo de nubes

…en este tiempo de nubes, cirrus del corazón, silueta difuminada en el cielo, amor sin consuelo, luz de agonía, tirana la duda viaja por el silencio, naufragio del tiempo a la hora de irse, las noches se van sin despedirse, cabalgan por sueños de eros y de quimeras, lugar sin estrellas, nausea del universo, pensamiento convexo, relativo a vivir, muerte de luna resurgimiento de sol, enarmonia del alma, flare del destino que nunca llego, luciérnaga estelar, campo de orquídeas enarboladas, otoño de Abril, sepia de un bisiesto, todo incompleto, navegante de azar, en este tiempo de dudas, confusión del corazón, imagen en mi mente, amor sin remedio, que se extingue, lleno de dudas, se acaba el tiempo, no hay mas noches para nosotros, nos falta ilusión, no tenemos lugar, indecisión de vida, resurgimiento, intranquilidad del alma, sueños que no se hicieron realidad, tú, con todo lo bueno, estas confundida, no eres lo que creía, no tenemos remedio, se acaba, incertidumbre, es el final, se acabó…



...Tendió la mano desesperadamente, como para
apoderarse de un jirón de aire, para salvar un
fragmento del lugar que ella embelleciera para él.
Ahora todo iba demasiado de prisa, a sus turbias
pupilas; sabía que había perdido para siempre la mejor
parte de su vida; la más pura y la mejor...

El gran Gatsby
F. Scott Fitzgerald

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Qué Pasará?

...y ¿Qué Pasará? cuando el tiempo nos haga trizas, y las lagrimas empiecen a tener sentido, cuando volteemos atrás para encontrarnos, para creer que hay algo mas, y ¿Qué Pasará? cuando los años aparezcan en nuestros rostros, y las cicatrices emerjan del fondo de nuestras almas, y los anhelos ya hayan pasado al olvido, y los sueños hayan perdido su lugar,¿Qué Pasará? cuando rutina signifique vida, cuando silencio rime con indecisión, con nunca fue y se acabo, ¿Qué Pasará? cuando se nos arrugue el corazón y las golondrinas aprendan a volar y empecemos a estar sin estar, ¿Qué Pasará? cuando no sea suficiente la memoria y se nos pierdan los recuerdos, cuando el valió la pena ya no valga, ¿Qué Pasará? ese día en que la felicidad toque la puerta y la realidad no la deje entrar, cuando las noches parezcan días, cuando los suspiros se nos atoren en la garganta, cuando ya no haya mas, ¿Qué Pasará? cuando la verdad nos caiga encima, y nos encuentre en una cama fríos, secos, vacíos, muertos de amor sin amor...


"En aquél Macondo olvidado hasta por los pájaros, dónde el polvo y el calor se habían hecho tan tenaces que costaba trabajo respirar, recluidos por la soledad y el amor y por la soledad del amor en una casa dónde era casi imposible dormir por el estruendo de las hormigas coloradas, Aureliano y Amaranta Úrsula eran los únicos seres felices, y los más felices sobre la tierra."

Cien años de soledad
Gabriel García Márques

martes, 15 de octubre de 2013

Nunca sabremos

…nunca sabremos cuando es que fue la despedida, cuando nuestras manos apuntaron a un cielo definitivo en esa danza circular a la que llaman adiós, como si esas manos que estuvieron diluidas supieran de finales y destierros, nunca sabremos si fue en la cama o en el mar, o en aquel momento en que ya no estuvimos, aunque a ciencia cierta nunca sabremos si eso sucedió, ante el atisbo de un recuerdo cauteloso repaso con mis ojos y mis dedos aquel momento, tu silueta desvaneciéndose en el cruzar de mis desvíos, tal vez sabia que no te volvería a ver, pero eso aun no lo se, nunca sabremos cuando desaparecimos, cuando el cielo volvió a ser simplemente cielo y todo lo que hay dentro de él, nunca sabremos si nuestro lugar esta en el ayer, si debimos haber hecho tratos con dioses relojeros, nunca sabremos si hay ocasión de volver, o si fuimos fugaces, lo que si sabemos es que fuimos amor…


Caí en la cuenta de que no volvería a ver a Nancy muy poco a poco. Al principio estaba enfadado con ella y no me importó. Después, cuando preguntaba por ella, mi madre debía de distraerme con una respuesta vaga, para no recordar ni recordarme la angustiosa escena. Seguro que fue entonces cuando empezó a pensar en serio en enviarme al colegio. Creo que me instalaron en Lakefield aquel mismo otoño. Probablemente mi madre sospechaba que cuando me acostumbrase a estar en un colegio de chicos el recuerdo de haber tenido una compañera de juegos se iría difuminando y me parecería algo indigno, incluso ridículo.

El día después del funeral de mi padre mi madre me sorprendió al preguntarme si la llevaría a cenar afuera (por supuesto, ella me llevaría a mí), a un restaurante a orillas del lago, a varios kilómetros de allí, donde esperaba que no hubiera nadie conocido.
-Tengo la sensación de llevar toda la vida encerrada en esta casa –dijo-. Necesito tomar aire.
En el restaurante miró discretamente a su alrededor y anunció que no conocía a nadie.
-¿Te tomas una copa de vino conmigo?
¿Habíamos recorrido toda aquella distancia para que ella pudiera beber vino en público?
Cuando llegó el vino y pedimos la cena, dijo:
-Hay algo que creo que deberías saber.
Esta puede ser una de las frases más desagradables que puede escuchar una persona. Existen muchas probabilidades de que lo que deberías saber te resulte gravoso, y de que se insinúe que otras personas han tenido que soportar la carga mientras que tú te has librado todo ese tiempo.
-¿Que mi padre no es mi verdadero padre? –dije-. ¡Yupi!
-No seas bobo. ¿Te acuerdas de tu amiguita Nancy?
La verdad es que tardé unos momentos en acordarme. Después dije:
-Vagamente.

En aquella época todas las conversaciones con mi madre parecían requerir una estrategia. Tenía que mostrarme desenfadado, gracioso, indiferente. En su rostro y su voz había un dolor latente. Nunca se quejaba de su situación, pero en las historias que me contaba había tantas personas inocentes y maltratadas, tantas atrocidades, que se suponía que yo debía volver como mínimo apesadumbrado con mis amigos y mi afortunada vida.
Yo no estaba dispuesto a colaborar. Posiblemente lo único que mi madre quería era alguna muestra de compasión, o tal vez de ternura física. Yo no podía dársela. Era una mujer maniática, aún no maltrecha por la edad, pero yo la rehuía como si comportara un riesgo de depresión pertinaz, como un hongo contagioso. Rehuía sobre todo cualquier alusión a mi desgracia, que a mí me parecía que ella valoraba de una forma especial, la atadura de la que yo no podía librarme, que tenía que reconocer, que me unía a ella desde la cuna.
-Probablemente te habrías enterado si estuvieras más en casa –dijo-. Aunque ocurrió poco después de que te enviáramos al colegio.
Nancy y su madre se fueron a vivir a un apartamento propiedad de mi padre, en la plaza. Allí, una mañana de otoño, la madre de Nancy encontró a su hija en el cuarto de baño, empuñando una cuchilla de afeitar y cortándose una mejilla. Había sangre en el suelo y en el lavabo y Nancy se había salpicado por todas partes. Pero no cedió en su propósito ni dio ningún grito de dolor.
¿Cómo sabía mi madre todo aquello? Solo puedo creer que fue un drama conocido en la ciudad, sobre el que supuestamente había que correr un velo, pero demasiado sangrante y sangriento para no contarlo con detalle.
La madre de Nancy envolvió a su hija en una toalla y consiguió llevarla al hospital. En aquella época no había ambulancias. Probablemente paró un coche en la plaza. ¿Por qué no llamó por teléfono a mi padre? Da igual, no lo hizo. Los cortes no eran profundos ni la pérdida de sangre demasiado grande, a pesar de las salpicaduras; no habían afectado ningún vaso sanguíneo importante. La madre no paraba de reprender a la niña y de preguntarle si estaba bien de la cabeza.
“A mí tenía que caerme una hija como tú”, decía una y otra vez.
-Si en aquellos tiempos hubiera habido trabajadores sociales, seguro que a esa pobre criatura la hubieran internado en un centro de acogida de menores –dijo mi madre-. Era en la misma mejilla. Como la tuya.
Intenté guardar silencio, fingir que no sabía de qué me estaba hablando, aunque debía decir algo.
-Tenía pintura por toda la cara.
-Sí. Pero esta vez lo hizo con más cuidado. Se cortó solo una mejilla, intentando parecerse lo más posible a ti.
En esta ocasión conseguí no responder.
-Si hubiera sido chico habría sido diferente, pero para una chica es terrible.
-Hoy en día la cirugía plástica hace cosas increíbles.
-Sí, bueno. Quizá consigan hacer algo. –Un momento después añadió-: Qué sentimientos tan profundos. Los que tienen los niños.
-Lo superan.
Mi madre dijo que no sabía qué había sido de ellas, ni de la madre ni de la hija. También de que se alegraba de que yo nunca hubiera preguntado nada, porque le habría horrorizado tener que contarme algo tan penoso cuando yo era todavía pequeño.
No sé si guardará alguna relación con algo, pero he de decir que mi madre cambió por completo cuando ya era muy anciana. No paraba de soltar disparates, como que mi padre había sido un magnífico amante y ella “una chica bastante mala”.
Sostenía que yo debería haberme casado con “esa chica que se cortó la cara” porque ninguno de los dos podría haberse sentido más orgulloso que el otro de haber hecho una buena obra. Cada uno sería igual de repulsivo que el otro, decía con sorna.
Yo estaba de acuerdo. Entonces empecé a quererla bastante.

Hace unos días me picó una avispa mientras recogía unas manzanas podridas de debajo de uno de los viejos árboles. Me picó en un párpado, que se me cerró rápidamente. Fui en el coche al hospital, valiéndome del otro ojo (el hinchado era el del lado “bueno” de mi cara) y me sorprendió que me dijeran que tenía que pasar la noche ingresado. El motivo era que cuando me pusieran la inyección tendrían que vendarme los dos ojos, para evitar que forzara el otro, con el que veía bien. Pasé lo que suelen llamar una mala noche, me desperté muchas veces. Nunca hay demasiada tranquilidad en los hospitales, naturalmente, y en el poco tiempo que estuve sin ver me dio la impresión de que se me agudizaba el sentido del oído. Cuando oí unas pisadas en mi habitación supe que eran de una mujer, y me pareció que no era una enfermera. Sin embargo, cuando dijo “Está despierto. Bien. Vengo a leerle”, pensé que me había equivocado, que sí era una enfermera. Estiré un brazo, creyendo que iba a leerme las llamadas constantes vitales.
-No, no –dijo ella con su firme vocecita-. He venido a leerle un libro, si le apetece. A algunas personas les gusta. Se aburren de estar tumbadas con los ojos cerrados.
-¿Quién elige? ¿Ellas o usted?
-Ellas, pero a veces yo les recuerdo algo. Intento recordarles alguna historia de la Biblia, alguna parte de la Biblia de la que se acuerden. O algún cuento de cuando eran pequeños. Siempre traigo un montón de cosas.
-A mí me gusta la poesía.
-No parece demasiado entusiasmado.
Me di cuenta de que era verdad, y sabía por qué. He leído poesía en voz alta, por la radio, y he escuchado leer a otras voces educadas, y hay algunas formas de leer con las que me siento cómodo y otras que detesto.
-Entonces podríamos jugar a un juego –dijo ella, como si yo se lo hubiera explicado, cosa que no había hecho-. Yo le leo un par de versos, me callo y vemos si usted puede recitar el siguiente. ¿Le parece bien?
Pensé que a lo mejor era una chica muy joven, deseosa de despertar interés, de tener éxito en ese trabajo.
Le contesté que me parecía bien, pero que nada en inglés antiguo.
-“Estaba el rey en Dunfermline…” –empezó a decir, como esperando respuesta.
-“Bebiendo vino del color de la sangre…” –continué, y seguimos de buena gana. Ella leía bastante bien, aunque a una velocidad infantil, como para lucirse. Empezó a gustarme el sonido de mi voz, y de vez en cuando me permitía una pequeña floritura teatral.
-Qué bonito –dijo ella.
-“Te mostraré dónde crecen los lirios / en las riberas de Italia…”
-¿Es “crecen” o “nacen”? – dijo-. No tengo ningún libro donde salga ese poema. Pero debería acordarme. Da igual; es precioso. Siempre me gustó su voz por la radio.
-¿En serio? ¿Me escuchaba?
-Claro. Y mucha gente.
Dejó de apuntarme versos y yo tomé la delantera. Ya se pueden imaginar. “La playa de Dover”, “Kubla Khan”, “Viento del oeste”, “Los cisnes salvajes”, y “Juventud condenada”. Bueno, quizá no todos, y quizá no enteros.
-Está usted sofocado –dijo. Su pequeña mano se posó rápidamente en mi boca. Y después su cara, un lado de su cara, en la mía-. Tengo que irme. Solo otro antes de marcharme. Se lo voy a poner más difícil, porque no voy a empezar por el principio.
-“Nadie largo tiempo te llorará / por ti rezará, te extrañará. / Tu lugar ha quedado libre…”
-No lo había oído nunca –dije.
-¿Seguro?
-Seguro. Usted gana.
Yo había empezado a sospechar algo. Ella parecía distraída, un poco molesta. Oí el reclamo de los gansos que sobrevolaban el hospital. En esta época del año hacen prácticas de vuelo, y después los vuelos se prolongan cada vez más hasta que un día los gansos se marchan. Estaba despertándome, con esa sensación de sorpresa e indignación que sigue a un sueño convincente. Quería dar marcha atrás y que ella pusiera su cara contra la mía, Su mejilla en la mía. Pero los sueños no son tan complacientes.

Cuando recuperé la vista y volví a casa busqué los versos con los que ella me había dejado en mi sueño. Repasé un par de antologías y no los encontré. Empecé a sospechar que los versos no eran de ningún poema de verdad, sino que habían sido inventados en el sueño, para confundirme.
¿Inventados por quién?
Pero más entrado el otoño, un día que estaba preparando unos libros viejos para donarlos a una venta benéfica, se me cayó un papel pardusco, con unos versos escritos a lápiz. No era la letra de mi madre, y difícilmente podría haber sido la de mi padre. Entonces, ¿de quién? Quienquiera que fuera había escrito el nombre del autor al final. Walter de la Mare. Sin título. No conozco demasiado bien las obras de ese autor, pero era probable que hubiese visto el poema en algún momento, quizá no en ese manuscrito sino en un libro de texto, y hubiese enterrado las palabras en las profundidades de mi cerebro. ¿Y por qué? ¿Solo para que me incordiaran, o que me incordiara el fantasma de una audaz mujer-niña, en un sueño?

No hay pesar
que el tiempo no cure,
pérdida ni traición
irremediable.
Bálsamo para el alma,
aún si la tumba
cercena
al amante del amado
y cuanto comparten.
Mira, brilla el sol,
pasado el aguacero;
las flores lucen su belleza,
¡qué hermoso día!
Que el amor y el deber
no te inquieten.
Los amigos largo tiempo alvidados
quizá te esperen allí donde
vida y muerte
todo igualan.
Nadie largo tiempo te llorará,
por ti rezará, te extrañará.
Tu lugar ha quedado libre,
tú ya no estás.

El poema no me deprimió. Parecía corroborar de una forma extraña la decisión que ya había tomado de no vender la casa y quedarme.
Algo había ocurrido allí. En la vida tienes unos cuantos sitios, o quizá solo uno, donde ocurrió algo, y después están todos los demás sitios.
Por supuesto, sé que si me hubiera topado con Nancy –en el metro de Toronto, por ejemplo-, los dos con nuestras marcas bien reconocibles, lo más probable es que no hubiéramos pasado de una de esas conversaciones absurdas y embarazosas, con la enumeración de detalles autobiográficos inútiles. Yo me habría fijado en la mejilla retocada, casi normal, o en la cicatriz aún bien visible, pero seguramente no habría salido en la conversación. Quizá se habría hablado de hijos. No tan improbables en el caso de Nancy, retocada o no. De nietos, del trabajo. Quizá no tendría que haberle contado en qué consistía el mío. Asombrados, cordiales, muriéndonos de ganas de salir corriendo.
¿Creen que eso habría cambiado las cosas?
La respuesta es: naturalmente, durante cierto tiempo, y jamás.

Demasiada Felicidad
Alice Munro

martes, 8 de octubre de 2013

Introspección

…y de repente estaba solo, sin tiempo, sin sonido, con el brote instantáneo de una lágrima, con un silencio agudo que atravesaba mi garganta, muda en ese instante con dirección creo yo a mi corazón, al frió y denso camino de mi alma, de esta parte nublada de mi ser, de este eclipse de luna, de este mar colapsado y pensé en la luz que me faltaba, los tiempos de antaño semanas atrás, cuando la felicidad tenia nombre pero que ahora yacía sepultada detrás de mis ojos, en esta humedad desdibujada, cerré los ojos para escapar de la oscuridad, para encontrarme con aquel hombre que fue antes de ti, que nació sin ti, y que quizás morirá sentí, y lo encontré sentado, mejor dicho derrumbado, frente a tu puerta o la de tu alma, hundido en el desasosiego, en la caridad de los recuerdos que desfilan uno a uno en sentido contrario a tus calles, lejos de tu cielo, cerca del olvido, y aquel momento se convirtió en memoria, en una llaga mas de esta historia donde los personajes huyen hacia el desencuentro, donde la marea sube para ahogar nuestras esperanzas, volteó y te encuentro ahí sentada junto aquel hombre que fui yo, clamando las mismas penas de este amor que no fue amor, llorando hasta el ultimo recuerdo…


¿Por qué tenemos que quedarnos todos tan solos? Pensé. ¿Qué necesidad hay? Hay tantísimas personas en este mundo que esperan, todas y cada una de ellas, algo de los demás, y que, no obstante, se aíslan tanto las unas de las otras. ¿Para qué? ¿Se nutre acaso el planeta de la soledad de los seres humanos para seguir rotando? Me tumbé de espaldas sobre una piedra plana, alcé la vista hacia el cielo y pensé en la multitud de satélites artificiales que debían de estar girando alrededor de la tierra. El horizonte aún estaba ribeteado de una pálida luz, pero en aquel cielo teñido de un profundo color vino empezaban a brillar ya las estrellas. Busqué en él la luz de los satélites. Pero aún había demasiada claridad para que pudieran apreciarse a simple vista. Las estrellas visibles permanecían inmóviles, cada una en su lugar, como clavadas en el cielo. Cerré los ojos, agucé el oído y pensé en los descendientes del Sputnik que cruzaban el firmamento teniendo como único vínculo la gravedad de la tierra. Unos solitarios pedazos de metal en la negrura del espacio infinito que de repente se encontraban, se cruzaban y se separaban para siempre. Sin una palabra, sin una promesa.

Sputnik, mi amor
Haruki Murakami

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Te dibuje en mi cama

...te dibuje en mi cama, te recite en mis labios, te esculpí en mis ojos, te soñé atravesando la puerta, mientras dejabas caer un vestido de seda sobre la ansiosa alfombra de un cuarto que quizás no exista, de una noche sin calendario, de una luna sin ventana, en este baúl de sombras y destellos, inmovilizas mis ojos con tus palabras, bajas la marea a mi ansiedad, y me invitas un sueño, de pieles suaves y tersas, y la oscuridad toma forma también sabor, lentamente te deslizas sobre mi cuerpo, que agoniza en una precaria armonía, mientras imprimes tu figura en mi cuerpo, al tono de tu lengua, húmeda y cálida, doblegas mis bastiones, redimes mis angustias, pasas por mi alma, la vuelves plástica, dejas tu magia con tus manos en cada parte de mi cuerpo, me acaricias y me estrujas con cierto afán de misterio, paseas tus senos por mi cara, desorbitas mi corazón, es tu forma de suavizar mi pecho, de enarbolar mi sexo, por el que pasea también tu lengua, por donde se dejan mirar tus labios y tus ojos viéndome con ese gesto de no pasa nada, solo es que tiembla el universo, como retiembla mi cuerpo en espasmos que dejan de ser mudos, entre un manantial de saliva, humedad de la vida, no encuentro tus manos, están perdidas, avanzas sobre mi a paso lento, amenazante, te dejas caer sobre mi, como si hubiéramos sido hechos en dos partes, como si te hubiera encontrado, pasas por mi mente, hasta que le llega el calor, que provocan tus sonidos, que provoca la humedad de esta unión, y aparecen tus brazos que se envuelven sobre mi cuello y también tus manos que se adhieren a mi espalda, y tus movimientos se vuelven una danza, un ir y venir de la vida, tus labios encuentran los míos, mojamos nuestros cuerpos y nuestras almas al ritmo de tus caderas, mientras mis manos te toman por la cintura, poniendo a ritmo nuestras semblanzas en este paisaje de amor y deseo, pero ambos sabemos que esto es un sueño, un residuo del amor que busca no olvidarse de nosotros, y que hoy se ha convertido en recuerdo…


 Amado señor mío no tengas miedo, no te muevas, permanece en silencio, nadie nos verá. Sigue así, quiero mirarte, yo te he mirado mucho, pero no eras para mí, no te acerques, te lo ruego, quédate donde estás, tenemos una noche para nosotros, y yo quiero mirarte, nunca te he visto así, tu cuerpo para mí, tu piel, cierra los ojos, y acaríciate, te lo ruego. No abras los ojos si te es posible, y acaríciate, son tan hermosas tus manos, he soñado con ellas tantas veces, ahora las quiero ver, me gusta verlas sobre tu piel, así, te lo ruego, continúa, no abras los ojos, yo estoy aquí, nadie nos puede ver y yo estoy cerca de ti, acaríciate, amado señor mío, acaricia tu sexo, te lo ruego, despacio. Es hermosa tu mano en tu sexo, no te detengas, a mí me gusta mirarla y mirarte, amado señor mío, no abras lo ojos, todavía no, no debes tener miedo, estoy cerca de ti, ¿me sientes?, estoy aquí, te puedo rozar, esto es seda, ¿la sientes?, es la seda de mi vestido, no abras los ojos y tendrás mi piel. Tendrás mis labios, cuando te toque por primera vez será con mis labios, tú no sabrás dónde, de repente sentirás el calor de mis labios sobre ti, no puedes saber donde si no abres los ojos, no los abras, sentirás mi boca donde no sabes, de repente. Tal vez sea en tus ojos, apoyaré mi boca sobre los párpados y las pestañas, sentirás entrar el calor en tu cabeza, y mis labios en tus ojos, dentro, o tal vez sea en tu sexo, apoyaré mis labios, allá abajo, y los abriré bajando poco a poco. Dejaré que tu sexo entreabra mi boca, entrando entre mis labios y empujando mi lengua, mi saliva descenderá por tu piel hasta tu mano, mi beso y tu mano, uno dentro de la otra, sobre tu sexo. Hasta que al final te bese en el corazón, porque te deseo, morderé la piel que late sobre tu corazón, porque te deseo, y con el corazón entre mis labios tú serás mío de verdad, con mi boca en el corazón tú serás mío para siempre, si no me crees abre los ojos, amado señor mñio, y mírame, soy yo, quién podrá borrar este instante que sucede, y este cuerpo mío ya sin seda, tus manos que lo tocan, tus ojos que lo miran. Tus dedos en mi sexo, tu lengua sobre mis labios, tú que te deslizas debajo de mí, aferras mis caderas, me levantas, dejas que me deslice sobre tu sexo, despacio,quién podrá borrar esto, tú dentro de mí moviéndote lentamente, tus manos en mi rostro, tus dedos en mi boca, el placer en tus ojos, tu voz, te mueves lentamente pero hasta hacerme daño, mi placer, mi voz. Mi cuerpo sobre el tuyo, tu espalda que me alza, tus brazos que no dejan que me marche, los golpes dentro de mí, es violencia dulce, veo tus ojos que buscan en los míos, quieren saber hasta donde hacerme daño, hasta donde quieras, amado señor mío, no hay final, no acabará, ¿lo ves?, nadie podrá borrar este instante que sucede, para siempre echarás la cabeza hacia atrás, gritando, para siempre cerraré los ojos separando las lágrimas de mis pestañas, mi voz dentro de la tuya, tu violencia que me tiene aferrada, no queda ya tiempo para huir ni fuerza para resistirse, tenía que ser este instante, y este instante es, créeme, amado señor mío, este instante existirá, de ahora en adelante, existirá hasta el final. No nos veremos más, señor. Lo que era para nosotros, lo hemos hecho, y vos lo sabéis. Creedme: lo hemos hecho para siempre. Preservad vuestra vida resguardada de mi. Y no dudéis un instante, si fuese útil para vuestra felicidad, en olvidar a esta mujer que ahora os dice, sin añoranza, adiós.

lunes, 26 de agosto de 2013

Un día mas

…redobla el silencio, junto a tus fauces, un mar de lunas se revuelca entre las sabanas, marejada de motivos sin razón, hoy es tu canción, también tu poema, tus laudes y tu sirena, hoy es eterna la lluvia mañanera como lo son los vientos que arrastra el Otoño, luz de estrella, sereno en la hoguera, sueño de estar, no hay mas que el logro, de vivir, de sucumbir, lúdica gama de brillos apagados, ante puestos en la sombra de un corazón que ya no da sombra, prefacio del alma, que surge de la punta de mi lengua a la punta de mis pies, fin de mes y al revés, pasado absuelto, libre de pecado, extinto de memoria, letras mudas de una historia, viste de gloria, aun tirada en el suelo, deja el revuelo y las malas noticias, hay menesteres sin su crupier, no hay que creer, si es que no crees, hoy es un buen día para este mes…


Tengo esta noche las manos negras, el corazón sudado como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. Todo ha quedado allá, las botellas, el barco, no sé si me querían, y si esperaban verme. En el diario tirado sobre la cama dice encuentros diplomáticos, una sangría exploratoria lo batió alegremente en cuatro sets. Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad, yo sé, siento que un ciego está muriéndose en las cercanías. Mi mujer sube y baja una pequeña escalera como un capitán de navío que desconfía de las estrellas. Hay una taza de leche, papeles, las once de la noche. Afuera parece como si multitudes de caballos se acercaran a la ventana que tengo a mi espalda. Nocturno Julio Cortázar

miércoles, 21 de agosto de 2013

Porque cerrar la ventana

…así que estas ahí, desprovista de toda fe, sin esperanza de luna, perdida en el ayer, así que un día ya no estarás ahí bajo la sombra de un recuerdo abrupto e insensible, así que dejaras de ser mientras vas siendo, con todo lo que dejas a tu paso, o dejaste si hablamos en pretérito, no volverás si entonamos un paisaje en futuro, si acudimos a la severa realidad de un montón de pasos, de distancias que se volvieron cielos, universos y nadas, así que sé que no vendrás y la noche es casi eterna, tan eterna como un racimo de estrellas, las hojas caen con frialdad frente a mis ojos, los mismos que no han aprendido de ausencias, la vida se desnuda frente a mi si ningún pudor y el frio avanza con frenesí hacia el holocausto de mis sueños, un sutil paso del tiempo nos vuelve mas viejos, cristaliza nuestras almas, y las vuelve quebradizas, frágiles ante cualquier caricia, sensibles a cualquier rose de labios, sumisas al desdén de un llanto de lagrimas secas, así es que de nubes y cielos no se habla mas en mi techo, así es que de huertos y frutos no llueve mas en mi alma, así es que de sombras y silencios se han llenado mis arcas y un fútil pensamiento me hace huir a la nada, un viraje sin fin en esta vida de espiral, como un viento de antaño que me platica de un lugar recóndito, entras por mi ventana…


Gatsby creía en la luz verde, el futuro orgiástico que año tras año retrocedo ante nosotros. En ese 
entonces nos fue esquivo, pero no importa; mañana correremos más aprisa extenderemos los brazos más 
lejos... hasta que, una buena mañana... 

De esta manera seguimos avanzando con laboriosidad, barcos contra la corriente, en regresión sin 
pausa hacia el pasado

El gran Gatsby
F. Scott Fitzgerald

miércoles, 7 de agosto de 2013

Breve resumen de un adiós

Durante el paso de un pensamiento, recordando a quien fuera amigo de muchos, me surge el desasosiego, precedido de un nudo en la garganta y confundido con una sonrisa, con tan poco tiempo una persona demuestra lo que es, con tan poco un alma puede impregnar otra alma, no con mucho se llega a inspirar a un ser, el tiempo sabe su trabajo, la vida nos reúne en el, sin miramientos nos coloca en el camino y la lucha comienza a ser, se gesta la felicidad, se germina el sufrimiento, las sonrisas y las lagrimas, los pasos y las formas de caer, la esperanza y el desanimo, la memoria se va convirtiendo en recuerdo y los ojos aprenden a ver, el corazón resuena a la orilla del silencio, y los días nublados a veces cambian de parecer, pero el camino sigue estando ahí, ansioso de pasos con estela, de sueños con eco, de vidas que dejan huella, y en este tipo de momentos es cuando mas me gusta la idea, de creer en la pequeñez del hombre y en la posibilidad de un ser supremo, de una luz a donde ir cuando el camino llega el fin, de un momento para descansar en lo eterno, que este descanso te abrace y te cobije con el amor de todos los que dejaste.



Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía...

Si, después que yo muera, se quisiera escribir mi biografía,
Nada sería más simple.
Exactamente poseo dos fechas -la de mi nacimiento y
la de muerte.
Entre una y otra todos los días me
pertenecen.
Soy fácil de describir.
He vivido como un loco.
He amado a las cosas sin ningún sentimentalismo.
Nunca tuve un deseo que no pudiera colmar, pues nunca anduve ciego.
Incluso escuchar para mí fué nada más que un complemento del ver.
Comprendí que las cosas son reales y totalmente diferentes una de otra:
Lo comprendí con los ojos, jamás con el pensamiento.
Comprenderlo con el pensamiento hubiera sido encontrarlas
todas iguales.

Un día me sentí dormido como un niño.
Cerré los ojos y dormí.
Y, a propósito, yo era el único poeta de la Naturaleza.

Fernando Pessoa

viernes, 2 de agosto de 2013

Sueño de adios

…tu ocasión de despedirte es un tiempo de quimeras, un lugar para olvidar, un suspiro a la deriva, un que mas da, un si acaso, un no se si volverás, un réquiem agonizando, un vaivén de que será, sentimiento transeúnte, ya no será y la verdad, una luz un espejismo, un semblante que se va, dos motivos sin razón, un delirio, uno mas uno sin corazón, tu ocasión ahora de irte, es mas bien un sin adiós, sonetos mudos, dolor sin son, una estación sin su vagón, tierna plagaría del conformismo, volver al uno mismo, distancia absurda entre la luna y aquel amor que no fue amor, no germino, se consumo, tal vez se ahogo, entre mareas de realidad, tuvo neblinas, bellas lloviznas, rayos de sol, pero voló y se esfumo, difuminado entre dos almas que no se alcanzan a tocar, hay que esperar, a que el silencio se vuelva memoria, y la memoria arecuerdo, un recuerdo sin adiós y se acabo…



Había una mujer que de vez en cuando se quedaba a dormir en mi apartamento. Luego desayunábamos juntos, y ella se iba al trabajo. Tampoco ella tiene nombre, pero sólo porque no es un personaje de esta historia. Aparece brevemente y desaparece enseguida. Por eso no le pongo nombre, para no liar las cosas. Pero que nadie piense que me la tomo a la ligera. La apreciaba mucho, y la sigo apreciando ahora que ya no está.

Éramos amigos, por así decirlo. Era, al menos, la única persona con la que podía decir que me unía cierta amistad. Tenía un novio formal, que no era yo. Trabajaba en una compañía de teléfonos, preparando las facturas con el ordenador. Ni yo le pregunté sobre su trabajo ni ella me contó demasiado, pero creo que era eso. Calcular el montante de las facturas telefónicas de otras personas, preparar los recibos, algo por el estilo. Por eso todos los meses, al ver en el buzón el recibo del teléfono, me daba la impresión de estar recibiendo una carta personal.

Además se acostaba conmigo. Dos o tres veces al mes, más o menos. Pensaba que yo había caído de la luna o de algún lugar semejante. “¿Aún no te has vuelto a la luna?” me pregunta entre risas. Estamos en la cama, desnudos, nuestros cuerpos muy juntos, sus pechos contra mi costado. Así pasamos muchas noches, charlando hasta el amanecer. El ruido de la autopista no cesa ni un momento. En la radio suena monótona una canción de los Human League. Human League. ¡Qué nombre tan absurdo! ¿Por qué usarán un nombre tan sin sentido? Antes la gente era mucho más moderada a la hora de ponerle nombre a un grupo. Imperials, Supremes, Flamingos, Falcons, Impressions, Doors, Four Seasons, Beach Boys.

Ella ríe cuando me oye decir estas cosas. Y luego dice que soy un tipo raro, distinto. En qué soy distinto, eso es algo que desconozco. Yo creo que soy una persona tremendamente normal con una forma de pensar tremendamente normal. Human League.

“Me gusta estar contigo”, me dice. “A veces me vienen unas ganas tremendas de estar contigo. En el trabajo, por ejemplo.”

“Aha”

“A veces”, dice ella marcando las palabras. Y luego deja pasar unos treinta segundos. La canción de los Human League ha terminado, y ahora suena algo de un grupo que no conozco. “Ese es tu problema”, continúa. “Me encanta estar así los dos juntos, pero no se me ocurriría pasar todo el día contigo, de la mañana a la noche. ¿Por qué será?”

“Ni idea.”

“No es que esté incómoda contigo. Es sólo que, cuando estamos juntos, a veces me da la impresión de que el aire se vuelve increíblemente liviano. Como si estuviéramos en la luna.”

“Este es un pequeño paso para el hombre...”

“No estoy bromeando”, me contesta incorporándose en la cama y mirándome de frente. “Lo digo por tu bien. ¿Hay alguna otra persona que te diga estas cosas? ¿Qué me dices? ¿Acaso tienes a alguien?”

“A nadie”, le digo sinceramente. Absolutamente a nadie.

Vuelve a tumbarse, apoyando sus pechos en mi costado. La palma de mi mano le acaricia suavemente la espalda.

“Pues eso. Cuando estoy contigo, hay veces que el aire se hace muy liviano, como en la luna.”

“El aire de la luna no es liviano” le apunto. “En la superficie de la luna no hay absolutamente nada de aire. Por eso...”

“Es liviano”, susurra ella. No sé si ha ignorado mis palabras o si no las ha oído en absoluto. Pero oírla hablar en voz baja me pone nervioso. No sé por qué, pero hay algo en su susurro que me inquieta. “Increíblemente liviano, a veces. Es como si tú y yo respiráramos aires totalmente distintos. Lo sé.”

“Faltan datos” le digo.

“¿Quieres decir que no sé nada sobre ti?”

“Tampoco yo sé demasiado de mí mismo” contesto. “Lo digo en serio, no es que trate de filosofar. Es más real que todo eso. Faltan datos así, en general.”

“Pues ya eres mayorcito. ¿Qué edad tienes? ¿Treinta y tres?” Ella tiene veintiséis.

“Treinta y cuatro”, la corrijo. “Treinta y cuatro años y dos meses.”

Ella mueve la cabeza. Luego se levanta de la cama, se acerca a la ventana y abre la cortina. Se ha puesto mi pijama.

“Vuélvete a la luna”, me dice mientras la señala con el dedo.

“¿No hace frío?”, le pregunto.

“¿Quieres decir en la luna?”

“No, estoy hablando de ti”, contesto. Estamos en Febrero. Junto a la ventana, su respiración se ha vuelto blanca, pero sólo al oír mis palabras parece tomar consciencia de ello.

Se apresura a volver a la cama. La abrazo, y noto el frío del pijama. Aprieta su nariz contra mi cuello. Está helada. “Te quiero”, me dice.

Quiero decir algo, pero no me salen las palabras. Ella me gusta mucho. El tiempo se pasa volando cuando estamos los dos así, en la cama. Me gusta dar calor a su cuerpo y acariciar su pelo. Escuchar el leve sonido de su respiración al dormir, llevarla al trabajo por la mañana, recibir la factura de teléfono que ella ha calculado (o eso quiero creer), verla con mi pijama puesto, que le queda grande. Pero no puedo expresarlo con palabras cuando llega el momento. No estoy enamorado de ella, pero tampoco vale decir simplemente que me gusta.

¿Qué se supone que debo decir?

El caso es que no soy capaz de decir nada. No se me aparecen las palabras necesarias. Sé que mi silencio la hiere. Ella no quiere que me dé cuenta, pero lo siento. Lo siento mientras acaricio la suave piel de su espalda sobre la espina dorsal. Muy claramente. Nos abrazamos en silencio durante unos instantes, escuchando una canción de título desconocido. Su mano está apoyada en mi vientre.

“Cásate con una mujer de la luna y crea con ella una estupenda familia de lunáticos”, me dice con dulzura. “Es lo mejor que puedes hacer.”

Sin dejar de abrazarla, observo la luna por encima de su hombro, a través de la ventana abierta. De vez en cuando atraviesan la autopista enormes camiones cargados de algo muy pesado y levantando un estruendo lleno de malos presagios, como un iceberg que comienza a derrumbarse. Me pregunto cuál será su carga.

lunes, 1 de julio de 2013

A mitad del patio

...anduve sin buscarte con la fiel promesa de que te encontraría, con la cara en la nunca y mis ganas inmensas de volver a atrás, entre peces que ya no ponen su nariz en los vidrios de las peceras, quizás porque no quieren salir, sin ese sentimiento de esperanza que para nada nos pertenece, si no a nuestras vidas que se defienden, aunque vistamos el error con su mejor ropa, como animales que preguntan sin saber hacerlo, alejándose poco a poco de las respuestas, en un sueño, en una poesía, en un juego, encendemos una vela para andar con ella por el corredor, buscando lo que fuimos antes de querer ver esto que ahora somos, bajo la sospecha de la ilusión que representa un acuerdo, entre bibliotecas de vida corta, sin saber mas de lo que ya sabes, con el pequeño pedazo que viste del iceberg, ignorando por completo lo que hay detrás, mas allá de nuestros limites, no pudimos elegir en el amor, como un rayo nos partió los huesos y nos dejo estaqueados a mitad del patio…


“...Por miedo de empezar las fabricaciones, son tan fáciles. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, los atás con ayuda de palabras, perras negras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. Así viven muchos amigos míos, sin hablar de un tío y dos primos, convencidos del amor-que-sienten-por-sus-esposas. De la palabra a los actos, che; en general sin verba no hay res. Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al verse. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto. Pero estoy solo en mi pieza, caigo en artilugios de escriba, las perras negras se vengan cómo pueden, me mordisquean desde abajo de la mesa." ”
 Rayuela
 Julio Cortázar

martes, 25 de junio de 2013

Suponiendo

…supongo que la zozobra te ha colmado y que este aliento espurio se ha disfrazado de un suspiro y que ya no tiene recato contigo, que se te ha desbordado el corazón y se te han descocido los sentimientos, pienso que el tiempo ha desvariado y que el grito sabe mas a susurro, y la ausencia a tumulto, y el apego a añoranza, supongo que a veces sueñas conmigo y en los sueños te creas tu misma y te espantas de ser Dios y me llamas, y tu alma se enfría bajo la luz de los recuerdos perdidos, abrumados por la penumbra de las noches en pena, insomnio de amor a medio latido, a medio ser distraído, vago destino del desasosiego, misterio de lo efímero a la hora de rendirte cuentas, desasne del corazón para seguir vivo, para diluir de tu sangre mis vestigios, desbaste del alma para labrarme y ceñir con mentiras tus caminos…


El principito arrancó también con un poco de melancolía los últimos brotes de baobabs. Creía que no iba a volver nunca. Pero todos aquellos trabajos le parecieron aquella mañana extremadamente dulces. Y cuando regó por última vez la flor y se dispuso a ponerla al abrigo del fanal, sintió ganas de llorar. -Adiós -le dijo a la flor. Esta no respondió. -Adiós -repitió el principito. La flor tosió, pero no porque estuviera resfriada. -He sido una tonta -le dijo al fin la flor-. Perdóname. Procura ser feliz. Se sorprendió por la ausencia de reproches y quedó desconcertado, con el fanal en el aire, no comprendiendo esta tranquila mansedumbre. -Sí, yo te quiero -le dijo la flor-, ha sido culpa mía que tú no lo sepas; pero eso no tiene importancia. Y tú has sido tan tonto como yo. Trata de ser feliz. . . Y suelta de una vez ese fanal; ya no lo quiero. -Pero el viento... -No estoy tan resfriada como para... El aire fresco de la noche me hará bien. Soy una flor. -Y los animales... -Será necesario que soporte dos o tres orugas, si quiero conocer las mariposas; creo que son muy hermosas. Si no ¿quién vendrá a visitarme? Tú estarás muy lejos. En cuanto a las fieras, no las temo: yo tengo mis garras. Y le mostraba ingenuamente sus cuatro espinas. Luego añadió: -Y no prolongues más tu despedida. Puesto que has decidido partir, vete de una vez. La flor no quería que la viese llorar : era tan orgullosa...



El principito Antoine de Saint-Exupéry

lunes, 24 de junio de 2013

Fragmentos de olvido

...¿Que habrá ahí en donde ya no estamos? ¿Se escucharan nuestras voces? ¿Vagaremos de un cuarto a otro como fantasmas buscando el amor perdido? Perdido eternamente.

A veces me viene a visitar un recuerdo, se postra en mi ventana como esas aves nocturnas, de mala fama, y me mira fijamente, como buscándote en mi alma, que se ha vuelto tan profunda a causa de ti.

Amanecí pensando otra vez en ti, so pena de cualquier remordimiento, bajo riesgo de quedarme varado en la memoria, de perderme en el abismo al que te exilié. 

Tal vez un día la luna sea tan pesada que caerá sobre nosotros. Tantos recuerdos, tantos suspiros, tantas promesas bajo su brillo, por mas que lo pienso no debe ser una carga fácil de llevar. 

Veía la gente venir de un lugar a otro, tan acostumbrados a eso que me puse a llorar, llore por varios días, hasta que me di cuenta que el llanto también me recordaba a ti, el olvido ya no podía ser un pretexto.

Descubrí que en la cabeza hay un lugar para guardar recuerdos y otro para guardar pensamientos, a tiempo me di cuenta que un pensamiento guardado, es un recuerdo.

Camine por la vida, ya sin ti y me sentí tan ligero como una pluma, el problema es que cualquier viento me hacia capas de volar hasta ti...



Estaba sentada en el borde de la bañera y no podía dejar de mirar la corneja moribunda. Veía en su absoluto desamparo la imagen de su propio sino. Se dijo varias veces: no tengo en el mundo a nadie más que a Tomás. ¿Había llegado a la conclusión, tras el episodio con el ingeniero, de que las aventuras no tienen nada que ver con el amor? ¿De que son leves y no pesan nada? ¿Ya está más tranquila? En absoluto. Vuelve a su mente la siguiente escena: Salió del retrere y su cuerpo estaba en la antesala desnudo y rechazado. El alma temblaba, asustada, en algún lugar en la profundidad de las entrañas. Si en aquel momento el hombre que estaba en la habitación le hubiera hablado a su alma, se hubiera echado a llorar, hubiera caído en sus brazos. Se imaginó que en su lugar hubiese estado en la antesala junto al retrete alguna de las amantes de Tomás y que en lugar del ingeniero hubiee estado dentro Tomás. Le habría dicho a la chica una sola palabra y ella lo hubiera abrazado llorando. Teresa sabe que así es el momento en que nace el amor: la mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz. Tomás no está protegido ante los peligros del amor y Teresa ha de temer por él cada hora y a cada minuto. ¿Cuál es su arma? Unicamente su fidelidad. Se la ofreció desde el comienzo, desde el primer día, como si supiera que no tenía otra cosa que darle. El amor que hay entre ellos es de una arquitectura extrañamente asimétrica: descansa sobre la seguridad absoluta de su fidelidad como un palacio mastodóntico sobre una sola columna. La corneja ya no movía las alas, sólo aveces le temblaba la patita herida, quebrada. Teresa no quería separarse de ella, como si velase junto al lecho de una hermana suya moribunda. Al fin fue a la cocina a almorzar rápidamente algo. Cuando volvió la corneja había muerto.

La insoportable levedad del ser 
Milan Kundera

miércoles, 5 de junio de 2013

Pasaje de lluvia

...trémulo el silencio se va derramando sobre mi piel vacía, moribunda en el lecho de la ignominia, desgaste de pudor y de lágrimas, frio semblante del desasosiego, las gotas se desvanecen bajo la luz silente de un recuerdo, testigo impávido de este desplome de llanto, lugar donde ya no crece nada.

A lo lejos se supone un rayo de sol o varios, pero estas nubes parecen tan eternas, tajantemente se han adueñado de mi cielo. Eco tierno y aterrador de las gotas que no han llegado al suelo, que han elegido incrustarse en la parte física de mi alma.

Mi semblante etéreo, sumiso ante el poder del ir y no venir de la lluvia. El tiempo se desviste frente a mis ojos, el pasado tiene muchas formas, pero ninguna se parece a mí, sus voces gritan como si me conocieran, cuanto servirían unas manos en esta humedad, pero el anhelo de un abrazo encrudece mi alma. Presiento nuevos albores en la lejanía de estas horas casi eternas, pero presentir a veces duele es como tener fe cuando la tenia…


En cada gota de lluvia mi vida errada llora en la naturaleza. Hay algo de mi desasosiego en ese gota a gota, en ese llover y llover con que la tristeza del día se descompone inútilmente sobre la tierra. Llueve tanto, tanto. Mi alma se empapa de oírlo. Tanto... Mi carne es líquida y acuosa entorno a mi sensación de ella. Un frío desasosegado abraza con manos gélidas mi pobre corazón. 
 Las horas cenicientas y (...) se prolongan, se aplanan con el tiempo; los momentos se suceden. ¡Cómo llueve! 


Los canalones vomitan torrentes mínimos de aguas siempre súbitas. Baja por mí saber que hay en las alcantarillas un ruido perturbador de bajada de agua. Golpea contra la ventana, indolente, gemidoramente la lluvia; en la (...) Una mano fría me aprieta la garganta y no me deja respirar la vida. ¡Todo muere en mí, incluso el saber que puedo soñar! De ninguna manera física estoy bien. Todas las blanduras en que me reclino tienen aristas para mi alma. Todas las miradas hacia donde miro están tan oscuras de tanto ser golpeadas por esta luz empobrecida del día. Que parecen dejarse morir sin dolor.



El libro del desasosiego 

Fernando Pessoa

martes, 4 de junio de 2013

Se van

…tengo una cadena de mares ahogados en melancolía, sol de nostalgias entre mis parpados, nudo de insomnio en mi garganta, retablo de oleos en blanco y negro detrás de mi fe, suspiro de hielo en el corazón, las personas se van, hablo de que realmente se van, un día la vida les abandona, y nos abandonan, algún día también nos abandonaremos y abandonaremos, el pregón de la muerte empezara en nuestro fin, con la soledad absoluta, en el reino de promesas, viviremos, si es que se puede vivir en la muerte bajo una letanía de superfluos, cielo sin nubes y en donde ya no estas, te iras, dejaras la vida, los colores, las tierras mundanas, te fundirás con el silencio, te arroparas entre recuerdos que lucharan por sobrevivir y nos iremos y viajaremos hacia lugares desconocidos, difuminados con el viento y la memoria, seremos historia, esa historia que sin duda sabrá todo de ti, te inventara en un poema de cuatro estaciones, migraras hacia lo eterno, y eternamente con nosotros estaras...


“Se hallaba a sí mismo más abandonado de día en día, más solitario y más desagradable. Acostumbraba a sentarse al sol, en el jardincillo o a tenderse en el bosque, debajo de los árboles, donde permanecía largas horas abstraído en sus pensamientos o sumergido en sus ensueños. La lectura no le ayudaba a pasar el tiempo, porque a las pocas páginas le dolían la cabeza y los ojos, y porque en todos sus libros le parecía ver fantasmas de los tiempos pasados…”

Bajo las ruedas
Hermann Hesse

Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda. Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado a pesar de que eso sucede todo el tiempo y creemos que nadie que no esté previsto habrá de morir junto a nosotros.

Mañana en la batalla piensa en mí
Javier Marías.

martes, 28 de mayo de 2013

De acuerdo a la luz

...de acuerdo a la luz, es momento de volver a la orilla, encandilado del hastío de las horas que resucitan en medio de las almas donde ya no sube la marea y ni se entera, ceguera detrás de estos ojos rellenos de tiempo, minutos mutilados y miradas segunderas, relojes en huelga de sangre, pasillos del corazón donde ya no pasa nadie, y nadie tiene nombre, así que mas vale que sobre, y sobre el herrumbre de las cenizas de quien fui ahora que soy me sostengo, tengo un esqueleto de recuerdos con amnesia, paciencia que esta luz no sabe de colores, hay amores sin cabeza, la proeza es el camino, sin destino no hay sentencia, lucidez de la conciencia que anda a ciegas por el mundo y así será cuando fuera, estoy afuera de mi adentro, no hagas caso a lo que digo, pero créeme que no miento a la hora de decirte lo que siento, fin del camino que sin fin caminaría contigo...



Cosas invisibles, enraizadas en el
frío, creciendo
hacia esta luz
disipada
en todo lo que alumbra. Nada
tiene fin. La hora regresa
al comienzo de la hora
en que respiramos: como si
nada fueran. Como si yo
no pudiera ver
nada
que no es lo que es.

En el límite del verano
y su calidez: cielo azul, colina púrpura.
La distancia
que sobrevive.
Una casa hecha de aire, y el flujo
del aire en el aire.

Como estas piedras
que se deshacen sobre la tierra.
Como el sonido de mi voz
en tu boca.

Autobiografía del ojo
Paul Auster

jueves, 23 de mayo de 2013

Mientras te olvido

…no es que hable de mí, es mas ni siquiera quiero hablar de ti, ni de los dulces recaudos que el amor infiere, ni de la triste zozobra del olvido, es mas no hablo de lo vivido, ni de los vagos recuerdos que me acontecen, ni siquiera del tiempo en que compartimos un poco de tiempo, ni de las laudes sazonadas con sudor y éxtasis, ni de la catarsis de dos miradas que se encuentran al amanecer, ni de los vestigios de ojos, ni de las reliquias de la memoria que ni para que recordar, mas bien quisiera hablar no de pretérito, si no del sublime presente que hoy representa la marca de cada uno de mis pasos que ya no pisan tu sombra, ni se embraman con tus recuerdos, ni siquiera con tu sonrisa, pero sin embargo las luces se apagan cada noche, los sueños desfilan por los cielos nocturnos, las estrellas parpadean al ritmo de un universo fortuito, y el tiempo cobra nuevas víctimas, tu caminas por otros lares, te acongojas con lunas de quien sabe que colores y es mas hasta casi estoy seguro que has llorado en su nombre, pero no es mi intención ponerte nombre, ni si quiera se si existes, o si exististe o estas por existir, el futuro es una gran mentira, a veces pienso que todo lo es mientras te olvido...


Pero el Amor no trafica en un mercado, ni usa balanza de mercachifle. Su dicha, como la dicha del intelecto, es sentirse vivo. El objetivo del Amor es amar: ni más ni menos. Tú eras mi enemigo: un enemigo como no ha tenido ningún hombre. Yo te había dado mi vida, y para satisfacer las más bajas y despreciables de todas las pasiones humanas, el Odio, la Vanidad y la Codicia, tú la habías tirado. En menos de tres años me habías arruinado completamente desde todos los puntos de vista. Por mi propio bien lo único que podía hacer era amarte. Sabía que, si me permitía odiarte, en el seco desierto de la existencia que tenía que cruzar, y que aún estoy cruzando, no habría peña que no perdiera su sombra, ni palmera que no se secara, ni pozo o agua que no viniera envenenada. ¿Empiezas ahora a comprender un poco? ¿Va despertando tu imaginación del prolongado letargo en que ha estado sumida? Sabes ya lo que es el Odio. ¿Empiezas a barruntar lo que es el Amor, y cómo es el Amor? No es demasiado tarde para que lo aprendas, aunque para enseñártelo haya tenido yo que ir a una celda de presidio.

Tras mi terrible sentencia, cuando me vestí de presidiario y la puerta de la cárcel se cerró, me quedé así, entre las ruinas de mi vida maravillosa, aplastado por la angustia, desatinado por el terror, aturdido por el sufrimiento. Pero no quise odiarte. Todos los días me decía: «Hoy tengo que conservar el Amor en mi corazón, porque si no, ¿cómo soportaré el día?». Me recordaba que, al menos, no habías querido hacerme daño; me obligué a pensar que lo único que habías hecho era tender un arco a la ventura, y la flecha había atravesado a un rey entre las juntas del arnés. Haberte puesto en la balanza con la más pequeña de mis penas, la más mezquina de mis pérdidas, habría sido, pensaba, injusto. Resolví mirarte como a alguien que también sufría. Me forcé a creer que al fin se había caído la venda de tus ojos, tanto tiempo ciegos. Me imaginaba, con dolor, cuál habría sido tu espanto cuando contemplaste la obra terrible de tus manos. Hubo momentos, incluso en aquellos días oscuros, los más oscuros de toda mi vida, en que hasta anhelé consolarte. Tan seguro estaba de que por fin te habías dado cuenta de lo que habías hecho.

De profundis
Oscar Wilde

miércoles, 15 de mayo de 2013

Desamor del cronopio

…caminando sobre la acera de una calle en espiral, transita un pobre cronopio, se ha enamorado de una fama y ahora vive los delirios del desamor, sus manitas dentro del pecho, sus ojos sepia, húmedo desdén de colores tristes, lúgubre y cabizbajo pretende encontrar el cielo en el pavimento, odia su sonrisa impresa, se avergüenza de su inherente buen humor, un dolor turbio le hace cosquillas, la gente le saluda sin darse cuenta del derrumbe, de los pedazos de cronopio que van cayendo a cada paso, ya alguien le había advertido que los cronopios no servían para el amor, los famas lo guardaban en las manos, las esperanzas en un tal corazón, pero los cronopios en la piel, triste para su causa que un fama científico muchos años atrás había descubierto que la piel era el órgano mas grande del cuerpo de los cronopios y este cronopio aquella tarde en que la vio había olvidado usar protector solar…


A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj. Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas que remonta Corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto. Meditación del cronopio: "Es tarde, pero menos tarde para mi que para los famas, para los famas es cinco minutos más tarde, llegarán a sus casas más tarde, se acostarán más tarde. Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa y menos acostarme, yo soy un cronopio desdichado y húmedo". Mientras toma café en el Richmond de Florida, moja el cronopio una tostada con sus lágrimas naturales.


jueves, 9 de mayo de 2013

Nostalgia de ojos

…y vi tus ojos profundos, callados, como aturdidos, quizás por un recuerdo, los vi opacos sin brillo, como esas noches sin luna, como el amor sin luz, al borde de una lagrima, a la horilla de la melancolía, ¿donde escondías tu mirada?¿ Porque tus silencios son tan grandes?¿de que se trata el tiempo a la hora de olvidarse? Tus pupilas sin mar, no quiero decir que sin sueños, nostalgia de ojos que dejaron de verse, pero el tiempo es muy pequeño a la hora de irse, la palabra adiós es muy corta tomando en cuenta que a veces significa eternidad, o nunca o jamás, pero los cosas pasan o dejan de pasar y tus ojos andan por ahí de ambulantes en la opacidad de las nadas que a veces pierden sentido o prescinden de él, así sucede que a veces ando por ahí yo también, con estos ojos que no saciaron de verte, y veo en tus ojos profundos y callados que ya no puedes verme…



En el tronco de un árbol una niña
Grabó su nombre henchida de placer
Y el árbol conmovido allá en su seno
A la niña una flor dejó caer.
Yo soy el árbol conmovido y triste
Tú eres la niña que mi tronco hirió
Yo guardo siempre tu querido nombre
¿Y tú, qué has hecho de mi pobre flor?

¿Y tu que has hecho?
Eusebio Delfín - Buena Vista Social club

miércoles, 1 de mayo de 2013

Lo siniestro de apagar la luz

…bajo el cobijo de una oscuridad tenue, a posteriori de un deceso de luz, bajo el silencio previo de un regocijo de recuerdos que están por convertirse en sueños y entre ojos que no saben como apagarse, la luna quien sabe en que lugar, las estrellas no vienen al caso, solo un sumario elocuente de acontecimientos recientes, apilados en el día que paso sin son, oprobio de intentos fallidos, brillos, sombras y delirios, palabras que aun retumban en los huesos, cimientos de este ser absurdo, la oscuridad llega con forma de memoria, embriagues de hormonas, vesania insolente en tiempos de calma, marea de sensaciones, pensamientos vagos, negligencia de los sentimientos que arropan este frio, esta soledad callada, este ruido de amor, bajo esta piel de molicie que solo evoca ausencias, fantasmas de otros tiempos, eco de mis abismos, lugares sin sol que se han hecho costumbre, no es que me derrumbe, simplemente no puedo dormir…


"- No cierras los ojos cuando besas???
- Los peces no cierran los ojos.
- Cierra esos benditos ojos de pez...
-Es que no puedo; si tu vieras lo que yo he visto, no podrías cerrarlos.
...
- Solo eres un niño de 10 años.
- Y los adultos no sois los gigantes que pretendéis ser; sois falsos niños a quienes os han robado la capacidad de disfrutar de la vida, deformados por un cuerpo voluminoso, que no comprendéis el verdadero significado de las palabras, el verdadero significado del amor."
...


"Te lo voy a decir una vez y ya es demasiado: enjuágate las manos en mar antes de poner el cebo en el anzuelo. El pez nota el olor, rehuye el bocado que viene de tierra. Haz exactamente lo que veas hacer, sin esperar a que nadie te lo diga. En el mar no es como en el colegio, no hay profesores que valgan. Está el mar y estás tú. Y el mar no enseña nada, el mar hace, y a su manera."

En ese verano, se halla en un momento complejo. A los diez años, dirá, se escribe por primera vez la edad con dos cifras, y estalla un deseo de crecer en todos los sentidos. Un crecimiento que no deja de tener su parte dolorosa. Conoce la violencia: otros muchachos le propinan una brutal paliza, que, sin embargo, no despierta sus deseos de venganza, pues está convencido de..."la inutilidad del odio y de la sangre".
...

"Sabemos perfectamente que no volveremos a vernos. Y si ocurre, seremos diferentes y no nos reconoceremos. Cambiarás de forma y de voz, los ojos de pez no, quizás te reconozca por ellos."

Los peces no cierran los ojos
Erri De Luca.

jueves, 25 de abril de 2013

En el mundo de las casualidades

…en el mundo de las casualidades todo puede existir así por ejemplo, en la practica sucede algo así, 154 pasos, algunos mas cortos que otros, una cuadra que de cien metros paso a tener 94 deficiencias del ingeniero civil que quería ser doctor, un aparador con varios vestidos naranjas, una tarde de infancia en que por decisión se tomo el color naranja como favorito, 345 segundos parada encima de unas sandalias que alguna vez estuvieron detrás de ese aparador, 28 pasos mas y una mirada perdida, extraviada en la inmensidad de lo cotidiano de esa calle, un corazón que late, varios recuerdos, tiempo atrás que se convirtió en pasado, nada relevante, un pequeño cambio, 6 pasos mas un semáforo en verde, otra calle aun mas vacía un perro jalando a un hombre, una vuelta, paso 0 un puesto de revistas, un atentado en algún lugar del mundo, letras grandes, 356 segundos para leer gratis, 4:27 am, Dumbo despierta a tomar agua, 7:45 am, Dumbo no aguanta y tira del dueño, 177 pasos Dumbo ve su poste favorito, en ese poste aprendió a levantar la patita, y el la ve, 11 pasos y medio, Dumbo sonríe y ellos también, 14 segundos para el ámbar del semáforo, ¿Cuánto dura un buenos días?, paso el ámbar, llego el rojo, ella cruza la calle, Dumbo se suelta, el corazón de el late, y que tristeza que el semáforo del otro lado no estaba en rojo, una mujer que va tarde a su trabajo, siente un golpe en su carro, una lagrima, dos, tres, cuatro, ella regresa hasta el, se inclina, palmea su espalda, una, dos, tres lagrimas, 5 años, dos personas caminan tomadas de la mano por una calle incompleta la misma cantidad de pasos, omití algo al principio, ambos cojean, no importa como se conocieron lo que importa es que aprendieron a caminar juntos…



Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Tú estabas donde
no tenías que estar;
y yo pasé,
pasé sin querer pasar.
Y me viste y te vi
entre la gente que
iba y venía con
prisa en la tarde que
anunciaba chaparrón.

Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué
ni me viniste a buscar.
Yo estaba donde
no tenía que estar
y pasaste tú,
como sin querer pasar.
Pero prendió el azar
semáforos carmín,
detuvo el autobús
y el aguacero hasta
que me miraste tú.

Tanto tiempo esperándote...

Fue sin querer...
Es caprichoso el azar.
No te busqué,
ni me viniste a buscar.

Es caprichoso el azar
Joan Manuel Serrat
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