domingo, 29 de agosto de 2010

A tiempo

...a tiempo pasa el tiempo cuando este debe ser,
un remolino callado que se convierte en ayer,
llevando consigo momentos que suelen ser,
recuerdos del pasado que empieza a anochecer.

a tiempo pasa el tiempo cuando este deja de ser,
aquel instante perfecto que se empieza a desvanecer,
dejando consigo un silencio de esos que suelen ser,
vestigios de una vida que empieza a atardecer.

y a tiempo pasa el tiempo cuando este ahora es,
un palpitar cotidiano que parece retroceder,
en busca de los recuerdos de lo que ahora ya no es,
el primer momento del día que empieza a amanecer...


"Las cosas hermosas, las obras de arte, los objetos
sagrados, sufren, como nosotros, los efectos
imparables del paso del tiempo. Desde el mismo
instante en que su autor humano, consciente o no de
su armonía con el infinito, les pone punto final y las
entrega al mundo, comienza para ellas una vida que, a
lo largo de los siglos, las acerca también y a la muerte.
Sin embargo, ese tiempo que a nosotros nos marchita
y nos destruye, a ellas les confiere una nueva forma de
belleza que la vejez humana no podría ni siquiera
soñar en alcanzar; por nada del mundo hubiera
querido ver reconstruido el Coliseo, con todos sus
muros y gradas en perfecto estado, y no hubiera dado
nada por un Partenón pintado de colores chillones o
una Victoria de Samotracia con cabeza."

El último Catón
Matilde Asensi

jueves, 26 de agosto de 2010

28

...no llego con mas ni menos si ni con lo que es,
errores y aciertos que hoy ya poco han de ser,
me quedo en lo efímero del suceso de vivir,
hay que hacerle honor al tiempo por existir,
hoy es así que me encuentro con un año mas,
que mirándome a los ojos pestañea hacia atrás,
soy feliz y soy triste como debe ser,
en proporción igual para a nadie ofender,
mi vida es plena y así mi muerte sera,
no hay nada porque arrepentirse,
al contrario hay mucho porque brindar,
al rededor de mi brilla la oscuridad,
y los arboles que han caído aprenden a bailar,
hoy hay mas motivos para ser feliz
la tristeza que aun cargo aprenderá a volar,
hoy que el futuro me ha alcanzado una vez mas,
un año mas de vida, un año mas para jugar,
al suceso de haber llegado ha este lugar,
donde mi alma ha aprendido a ser fugaz...


A veces, el destino se parece a una pequeña tempestad de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo intentando evitarla. Y entonces la tormenta también cambia de dirección, siguiéndote a ti. Tú vuelves a cambiar de rumbo. Y la tormenta vuelve a cambiar de dirección, como antes. Y esto se repite una y otra vez. Como una danza macabra con la Muerte antes del amanecer. Y la razón es que la tormenta no es algo que venga de muy lejos y que no guarde relación contigo. Esta tormenta, en definitiva, eres tú. Es algo que se encuentra en tu interior. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir atravesándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, a veces ni siquiera existe el tiempo. Allí sólo hay una arena blanca y fina, como polvo de huesos, danzando en lo alto del cielo. Imagínate una tormenta como ésta.


... Y tú en verdad la atravesarás, claro está. La violenta tormenta de arena. La tormenta de arena metafísica y simbólica. Pero por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Muchas personas han derramado allí su sangre y tú, asimismo, derramarás allí la tuya. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y también, la sangre de los demás.


Y cuando la tormenta de arena haya pasado, tú no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡ No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa sí quedará clara. Y es que la persona que surja de la tormenta no será la misma persona que penetró en ella. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.

domingo, 22 de agosto de 2010

Mis letras

...yo he aprendido a llorar letras,
a saciar mis ganas de existir con las palabras,
cuando quiero puedo inventar un sueño,
construir vidas, historias y miradas,
extirpar de mi alma algunos sentimientos,
apagar y prender mis pensamientos,
con mis letras he viajado a tantos lados,
algunos reales y otros tantos inventados,
también con ellas me he emborrachado,
les he contado lo que nadie sabe de mi vida,
he escondido entre sus letras despedidas,
amores baratos y algunos que estorban todavía,
con su fuerza he apago mil hogueras,
y he volado hasta donde no existen fronteras,
a mis letras yo no busco que las lean,
solo surgen como si en mi alma depronto florecieran...


Si digo pan
y mi poema no convoca
a los hambrientos a la mesa,
es porque la palabra ya no sirve
y la poesía exige otro lenguaje.

 

Si digo amor
y mi poema no provoca
una tormenta de besos y canciones,
es porque la palabra perdió su magia
y la poesía debe buscar una nueva voz.

 

Si digo vida
y mi poema no revienta
un alba de luceros y primaveras,
es porque la palabra quedó sin dioses
y la poesía debe estar al servicio del hombre.

 

Si digo libertad
y mi poema no revoluciona
la conciencia de los sedientos de paz,
es porque la palabra dejó de ser instrumento
y la poesía está obligada a cambiar de poetas.

Fragmento de: Poemas y Canciones de Amor y Libertad
Gilberto Ramírez Santacruz

miércoles, 18 de agosto de 2010

No creo en un Dios

...no puedo creer en un Dios que sea como el que pintan, 
ni en el amor de conceptos sin que estos en realidad existan,
los que piensan que el amor cabe en las paginas de un libro,
no toman en cuenta que en Dios hay mas que un sustantivo.

no creo que este esperando que mi voz su nombre repita,
si con su silencio el hace nuestra existencia bendita,
no puedo creer en un cielo que este mas allá del universo,
ni en un tiempo tan eterno como para perpetuar  un beso.

mucho menos creo tampoco que Él cuida de nuestras vidas,
pues esto haría que estas se volvieran tan aburridas,
tal vez nos escucha como a un padre que a su hijo pone atención,
pero que no cambia nuestro rumbo para no caer en contradicción

pero sobre todo no creo en un Dios que ya no crea en el amor
por tantas cosas que pasan en el mundo que causan mucho dolor,
pues también nos hizo libres para cumplir con la misión,
de llegar a ser por nosotros mismos parte de su creación...



Amiga mía, ¿tú preguntas
quién ordena que arda el
habla del inválido?

Vamos a soltar las palabras
como un jardín, cuál ámbar y monda:
con distracción y generosamente,
apenas, apenas, apenas.

No hay que mencionar
porqué con tanta ceremonia
la rubia y el limón
han salpicado las hojas.

Ni a quién lloró en las púas
y por las varas se metió
en las notas, hacia el estante
a través de las persianas.

Ni a quien manchó con serbas
la alfombra, tras la puerta,
y al lado, palpitantes,
las letras en cursiva.

¿Preguntas quién ordena
que agosto sea largo,
para quién nada es pequeño,
y quién da el acabado
a las hojas del arce
y desde los días del Eclesiastés
no ha abandonado su puesto
labrando el alabastro?

¿Preguntas quién ordena
que los labios de los asteres y lirios
de septiembre sufran?
¿Que la hojita del sauce,
de las cariátides canosas
haya volado
a la humedad de las losas
de otoñales hospitales?

¿Preguntas quién lo ordena?:
El Dios Omnipotente del amor,
el de los Yagáilov y las Yadvigas.*

No sé si habrá sido resuelto
el enigma de la nada de ultratumba,
pero la vida es minuciosa
como el silencio otoñal.

Epílogo

Boris Pasternak

sábado, 14 de agosto de 2010

Ánimo

...ánimo que la vida es bella, pase lo que pase en el cielo siempre hay estrellas, y si pones atención se ven mejor en la oscuridad...


"... Cuando hemos llegado hasta los barrios bajos del pesimismo y no hallamos nada en el universo que nos parezca una afirmación capaz de salvarnos, se vuelven los ojos hacia las menudas cosas del vivir cotidiano - como los moribundos recuerdan al punto de la muerte toda suerte de nimiedades que les acaecieron -.

Vemos, entonces que no son las grandes cosas, los grandes placeres ni las grandes ambiciones que nos retienen sobre el haz de la vida, sino este minuto de bienestar junto a un hogar en invierno, esta grata sensación de una copa de licor que bebemos, aquella manera de pisar el suelo, cuando camina, de una moza gentil, que no amamos ni conocemos, tal ingeniosidad que el amigo ingenioso nos dice con su buena voz de costumbre.

Me parece muy humano el suceso de quien, desesperado, fue a ahorcarse a un árbol, y cuando se echaba la cuerda al cuello, sintió el aroma de una rosa que abría al pie del tronco, y no se ahorcó...".

jueves, 12 de agosto de 2010

Mi alma se ha vuelto tan pesada

...mi alma se ha vuelto tan pesada, tan absurda tan osada, cargo conmigo tantas cosas, recuerdos y sueños que no sirven de nada, pensamientos inciertos, ideas ambiguas, historias decapaitadas, no me encuentro ni en el pasado, me he olvidado del presente, y le he confiado de mas al futuro, esto se ha vuelto tan duro, le he puesto un grillete a mi alma, me he hecho esclavo de la farsa, de las promesas de una realidad falsa, vivo dentro de un desconocido, dentro de alguien que se ha acostumbrado a vivir en este mundo, y se olvido de sus propios mundos, vivo como ignorando los segundos, como si el tiempo fuera eterno, como si realmente existiera el infierno, vivo y vivo sin creerlo, arrastro conmigo designios que no son mios, soy dueño de sueños ajenos, pasajeros de muchos inviernos en los que ahora ya ni el frió tiene sentido, estoy algo perdido, me he extraviado en las entrañas de un olvido, sepultado en las ruinas de mi propia existencia, arropado por la piel de la indiferencia, hoy que estoy presente pero que parezco ausencia...



La idea del eterno retorno es misteriosa y con ella Nietzsche dejó perplejos a los demás filósofos: ¡pensar que alguna vez haya de repetirse todo tal como lo hemos vivido ya, y que incluso esa repetición haya de repetirse hasta el infinito! ¿Qué quiere decir ese mito demencial?
El mito del eterno retorno viene a decir, per negationem, que una vida que desaparece de una vez para siempre, que no retorna, es como una sombra, carece de peso, está muerta de antemano y, si ha sido horrorosa, bella, elevada, ese horror, esa elevación o esa belleza nada significan. No es necesario que los tengamos en cuenta, igual que una guerra entre dos Estados africanos en el siglo catorce que no cambió en nada la faz de la tierra, aunque en ella murieran, en medio de indecibles padecimientos, trescientos mil negros.
¿Cambia en algo la guerra entre dos Estados africanos si se repite incontables veces en un eterno retorno?
Cambia: se convierte en un bloque que sobresale y perdura, y su estupidez será irreparable.
Si la Revolución francesa tuviera que repetirse eternamente, la historiografía francesa estaría menos orgullosa de Robespierre. Pero dado que habla de algo que ya no volverá a ocurrir, los años sangrientos se convierten en meras palabras, en teorías, en discusiones, se vuelven más ligeros que una pluma, no dan miedo. Hay una diferencia infinita entre el Robespierre que apareció sólo una vez en la historia y un Robespierre que volviera eternamente a cortarle la cabeza a los franceses.

Digamos, por tanto, que la idea del eterno retorno significa cierta perspectiva desde la cual las cosas aparecen de un modo distinto a como las conocemos: aparecen sin la circunstancia atenuante de su fugacidad. Esta circunstancia atenuante es la que nos impide pronunciar condena alguna. ¿Cómo es posible condenar algo fugaz? El crepúsculo de la desaparición lo baña todo con la magia de la nostalgia; todo, incluida la guillotina.
No hace mucho me sorprendí a mí mismo con una sensación increíble: estaba hojeando un libro sobre Hitler y al ver algunas de las fotografías me emocioné: me habían recordado el tiempo de mi infancia; la viví durante la guerra; algunos de mis parientes murieron en los campos de concentración de Hitler; ¿pero qué era su muerte en comparación con el hecho de que las fotografías de Hitler me habían recordado un tiempo pasado de mi vida, un tiempo que no volverá?
Esta reconciliación con Hitler demuestra la profunda perversión moral que va unida a un mundo basado esencialmente en la inexistencia del retorno, porque en ese mundo todo está perdonado de antemano y, por tanto, todo cínicamente permitido.
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada (das schwerste Gewicht).
Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
¿Pero es de verdad terrible el peso y maravillosa la levedad?
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será.
Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.

Entonces, ¿qué hemos de elegir? ¿El peso o la levedad?
Este fue el interrogante que se planteó Parménides en el siglo sexto antes de Cristo. A su juicio todo el mundo estaba dividido en principios contradictorios: luz-oscuridad; sutil-tosco; calor-frío; ser-no ser. Uno de los polos de la contradicción era, según él, positivo (la luz, el calor, lo fino, el ser), el otro negativo. Semejante división entre polos positivos y negativos puede parecernos puerilmente simple. Con una excepción: ¿qué es lo positivo, el peso o la levedad?

Parménides respondió: la levedad es positiva, el peso es negativo.

¿Tenía razón o no? Es una incógnita. Sólo una cosa es segura: la contradicción entre peso y levedad es la más misteriosa y equívoca de todas las contradicciones.

martes, 10 de agosto de 2010

Creo que te he perdido

...creo que te he perdido, y peor aun creo que no seré capas de encontrarte, la soledad vuelve a llenar  mis días, vacíos y carentes de ti, ausentes de lo que debiste haber sido, hoy creo te he perdido y al mismo tiempo me pierdo a mi, y pierdo suspiros, y besos y palabras sin sentido que se han quedado en el camino, ya no estas, ¿a donde te has ido? porque verte no es lo mismo que encontrarte, y yo ya te he perdido, ya no se donde buscarte, cuando frente a mi aun estas, no se a donde te escapaste, si cambiaste de lugar, tu lucero ha partido, mis estrellas no te verán mas, no se ha donde te has ido, ni porque, y menos porque tan de repente, un día todo brillaba y era diferente, hoy no puedo ver mas allá del cielo para encontrarte, ni puedo sujetarme a un cometa para seguirte, hoy quiero sentirte, pero ya no existes, no en este camino el mio, no en nuestro destino el que era de los dos, hoy tu y yo ya no existimos, yo quisiera regresar el tiempo y aferrarme a esos días en que jugábamos a ser felices, hoy que solo se trata de estar tristes, y que no hay remedio para no sentirlo, ¿donde estas' ¿donde te has ido? si aun te veo pero has desaparecido, creo que te he perdido, y lo peor es que creo que es para siempre...


Desde hace algún tiempo te siento distinta,
no sé qué será pero no eres la misma,
observo en tus ojos miradas
que esquivan la mía,
cansada de tanto buscar tus pupilas
pidiendo respuestas a cada por qué,
pero adivino en ti
algo que empieza a huir
y no quiero entender
cuando un presentimiento no crea razón,
sólo infunde terror.


Siento que te estoy perdiendo...
perdiéndote.


Y con monosílabos adormecidos
pretendes decir que dialogas conmigo,
tus gestos son más elocuentes,
al menos son signos
de tu indiferencia por todo lo mío
y más si mi afán es hacerte feliz;
qué fue lo que pasó,
dónde estuvo el error
que no pude impedir
aunque sé que no es fácil decir la verdad
no la digas jamás.


Mis labios no encuentran tu beso oportuno,
ni encuentra mi cuerpo en tu cuerpo refugio,
tan sólo pasivo abandono,
distante desnudo
que entregas como algo que no fuera
tuyo,
dejándote hacer en ausente actitud;
qué mortal desazón
es hacerte el amor
cuando ya no eres tú.
No quisiera saber, cuando sueles llorar,
en qué brazos estás.


Siento que te estoy perdiendo
Luis Eduardo Aute

lunes, 9 de agosto de 2010

En el espejo

...te encontré frente a un espejo que parecía tan profundo, inmóvil, como clavada a un sentimiento, absorta ante tu propia imagen, cegada por tu propia luz, enajenada ante la imagen que se postraba ante ti, tu rostro no mostraba ningún sentimiento, parecía que el espejo te había robado tu existencia, tu mirada fija, como hilando algún recuerdo moribundo, como si aun aire pasajero te hubiera arrasado, o algún fuego eterno te hubiera consumido, o como si tu vida no se hubiera dado cuenta de que ya no existías, pero ahí estabas, en una soledad abrasadora, aferrada a un pedazo de tiempo que no pretendía estar cerca de ti, hundida en un silencio embustero, de pronto note que una lágrima se escapaba de ti y un rayo de luz la acompañaba, atravesó tu rostro como añorando el suelo, tenia una vida sin conocerte y alguna casualidad me habia atravezado en tu momento, pero tu mirada seguía intacta fija ante el espejo,  tuve temor de interrumpir tu duelo, y me marche aunque algo en mi alma me decia que a quien veias no era a ti si no a mi...


Existen métodos insuficientes, casi pueriles, que también pueden servir para la salvación.
He aquí la prueba:
Para guardarse del canto de las sirenas, Ulises tapó sus oídos con cera y se hizo encadenar al mástil de la nave. Aunque todo el mundo sabía que este recurso era ineficaz, muchos navegantes podían haber hecho lo mismo, excepto aquellos que eran atraídos por las sirenas ya desde lejos. El canto de las sirenas lo traspasaba todo, la pasión de los seducidos habría hecho saltar prisiones mas fuertes que mástiles y cadenas. Ulises no pensó en eso, si bien quizá alguna vez, algo había llegado a sus oídos. Se confió por completo en aquel puñado de cera y en el manojo de cadenas. Contento con sus pequeñas estratagemas, navegó en pos de las sirenas con inocente alegría.
Sin embargo, las sirenas poseen un arma mucho más terrible que el canto: su silencio. No sucedió en realidad, pero es probable que alguien se hubiera salvado alguna vez de sus cantos, aunque nunca de su silencio. Ningún sentimiento terreno puede equipararse a la vanidad de haberlas vencido mediante las propias fuerzas.
En efecto, las terribles seductoras no cantaron cuando pasó Ulises; tal vez porque creyeron que a aquel enemigo sólo podía herirlo el silencio, tal vez porque el espectáculo de felicidad en el rostro de Ulises, quien sólo pensaba en ceras y cadenas les hizo olvidar toda canción.
Ulises, (para expresarlo de alguna manera) no oyó el silencio. Estaba convencido de que ellas cantaban y que sólo él se hallaba a salvo. Fugazmente, vió primero las curvas de sus cuellos, la respiración profunda, los ojos llenos de lágrimas, los labios entreabiertos. Creía que todo era parte de la melodía que fluía sorda en torno de él. El espectáculo comenzó a desvanecerse pronto; las sirenas se esfumaron de su horizonte personal, y precisamente cuando se hallaba más próximo, ya no supo mas acerca de ellas.
Y ellas, más hermosas que nunca, se estiraban, se contoneaban. Desplegaban sus húmedas cabelleras al viento, abrían sus garras acariciando la roca. Ya no pretendían seducir, tan sólo querían atrapar por un momento más el fulgor de los grandes ojos de Ulises.
Si las sirenas hubieran tenido conciencia, habrían desaparecido aquel día. Pero ellas permanecieron y Ulises escapó.
La tradición añade un comentario a la historia. Se dice que Ulises era tan astuto, tan ladino, que incluso los dioses del destino eran incapaces de penetrar en su fuero interno. Por más que esto sea inconcebible para la mente humana, tal vez Ulises supo del silencio de las sirenas y tan sólo representó tamaña farsa para ellas y para los dioses, en cierta manera a modo de escudo.

El silencio de las sirenas
Franz Kafka, Praga, 1883 - Kierling, Austria, 1924
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