viernes, 30 de septiembre de 2011

Todo

...todo se rompe, todo se quiebra, todo un día se convierte en tiniebla, en oscuridad, en penumbra, todo se se derrumba, se caen las estrellas, se secan los mares y las flores mas bellas, también el silencio, y que decir del tiempo, se pierden los momentos, se extravían las pisadas, se olvidan los recuerdos, las noches y las albas, las lunas y las alboradas, todo un día se acaba, termina y concluye, todo se destruye y poco se transforma, cuando la vida se conforma, cuando el presente se vuelve nada, cuando la soledad queda varada en la contemplación de tu mirada...



“La rayuela se juega con una piedrecita que hay que empujar con la punta del zapato. Ingredientes: una acera, una piedrecita, un zapato y un bello dibujo con tiza, preferentemente de colores. En lo alto está el Cielo, abajo está la Tierra, es muy difícil llegar con la piedrecita al Cielo, casi siempre se calcula mal y la piedra sale del dibujo. Poco a poco, sin embargo, se va adquiriendo la habilidad necesaria para salvar las diferentes casillas (rayuela caracol, rayuela rectangular, rayuela de fantasía, poco usada) y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrecita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrecita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrecita y la punta de un zapato”.

martes, 27 de septiembre de 2011

El reloj cangrejo (V)


La intensa luz había encandilado los ojos de Livier, pero conforme las imágenes volvían a su mirada, la fascinación y la incredulidad se apoderaban de su conciencia. Frente a ellos se vislumbraba un hermoso campo de girasoles, grandes y pequeños brillantes como estrellas que oscilan en el viento del universo, una mezcla agresiva de amarillos, verdes y marrones, con un cielo azul de nubes blancas retocadas, en el se respiraba un aire fresco perfumado por la brisa de algún mar cercano, los rayos de sol se estrellaban en los pétalos de cada girasol como en una armonía estelar, como si realmente el sol acariciara a cada uno de ellos personalmente, si la belleza tenia lugares preferidos este quizás era uno.

¿Dónde estamos? Pregunto Livier al extraño hombre, tú más que nadie deberías saber dónde estamos contesto.

Un gesto de duda se dibujo el rostro de Livier, pero lo que decía el hombre extraño era muy cierto.  Y como si hubiese recordado algo empezó a correr rápidamente hacia un árbol que sobre salía de aquel campo de girasoles, avanzo ágilmente entre aquellas plantas con caras de sol, sintiendo como el viento chocaba con sus rostro que también había rejuvenecido junto con sus piernas, y conforme se iba acercando fue alentando al paso hasta acercarse caminando a pasos cortos a la sombra de aquel árbol, y ahí estaba ella sentada en el pasto, peinando los risos dorados de su cabellera, que sin duda hacia juego con los rayos que se estrellaban en los pétalos de las flores de aquel campo, su rostro fresco e inocente adornado por la combinación del rosa de sus mejillas y el azul profundo de sus ojos, dos grandes pestañas atesoraban esos ojos, como resguardando la belleza de dos manantiales vírgenes, su nariz de filo perfecto como la cima de una montaña en la contemplación de un horizonte, y sus labios rojos como el corazón de un durazno, llevaba un vestido color carmín, con un pequeño moño atrás y un fondo blanco que tocaba sus tobillos, una belleza inocente, pura y fresca digna del amor de cualquier ángel, y de la fascinación de cualquier ser divino. Mientras él se escondía detrás de los girasoles, hipnotizado con el movimiento de sus manos al peinarse, con su corazón galopando pero al mismo tiempo estacionado en un suspiro que parecía perpetuo. Era ella sin duda, Deliry Gretel.

De pronto sintió la presencia del extraño hombre detrás de él. Y le pregunto si realmente había muerto y se encontraba en alguna especie de paraíso. Pero él le contesto que no que todo en aquel lugar era real menos él. Livier estaba aun más sorprendido. Como era posible que todo en aquel lugar fuera real si este era un recuerdo suyo de muchos años atrás, que Deliry ahora estaba muerta, que él era solo un viejo solitario en una silla de ruedas, y que el tiempo ya había pasado. Pero el hombre le volvió a decir que esto no era un recuerdo y le mostro un ejemplo, apunto hacia un girasol que era sobre volado por una abeja y le pregunto si lograba ver a la abeja volando encima del girasol, Livier contesto que si, después le mostro otro girasol, y le pregunto si veía la catarina que paseaba por el tallo de otro girasol, Livier asintió, ahora agacha tu mirada hacia el suelo, ves aquella fila de hormigas que se dirigen una a una hacia su hormiguero, si contesto Livier, ¿Tú crees que tu recuerdo sería capaz de recordar tales detalles?. Esto no es un recuerdo tuyo esta es la realidad, lo único que no es real aquí somos tu y yo.

-¿Ella puede verme?

-No porque no eres real.

-¿En dónde estamos?

-En el pasado.

De pronto llego un joven corriendo, cargando un cesto lleno de fresas, y se sentó junto a ella, el era delgado y su cara era afilada tapizada de pecas, y un pelo bien peinado, vestía un pantalón café y una camisa blanca, y ambos empezaron a conversar, Livier no lograba escuchar lo que platicaban y realmente no lo recordaba pero la escena transcurría a pesar de eso, y entonces se convenció de que realmente esto no era un recuerdo si no el mismo pasado que transcurría frente a sus ojos.

El pasado no deja de ser aunque no lo recordemos, el pasado es la confirmación de la realidad, inequívocamente es algo que ya fue, algo que ya paso, algo que comprobó su existencia al convertirse en pasado. La realidad del ayer es una realidad completa, es una verdad consumada, el presente se escribe al instante pero al instante se convierte en pasado, y el futuro simplemente es un deseo, es donde vive lo que aun todavía no existe, y no guarda nada de certeza en sí, como puede ser y como no, pero el pasado es y fue y siempre será aunque no logremos recordarlo.

Ambos comían la misma fresa hasta tocar sus labios, Livier logro recordar la humedad de aquellos labios, la frescura de aquel rostro inocente sumergiéndose en su rostro, las primeras palpitaciones del deseo y la inocencia, se tendieron al suelo abrazados, contemplando los rayos de sol que esquivaban las hojas del árbol que les cubría y que era testigo de un amor puro, un poco de luz, un poco de cielo y ellos ahí tendidos en la alfombra de hojas secas que el universo había tendido para ellos, ella se acurrucaba en su regazo, mojando de amarillo sus profundos ojos azules al ver la danza de los girasoles al ritmo del viento, él la miraba fijamente, convencido de que no existía algo en el mundo más bello que ella, sus ojos cafés se encendían con su brillo, su corazón celebraba dentro de su pecho al amor, y ese amor se podía respirar en el aire.

Una lagrima se escurrió del rostro de Livier,  este había sido el ultimo día en que el la había visto bien, días después ella enfermo de leucemia, y su vida poco a poco fue marchitándose como aquel campo de girasoles en el invierno, y ese mismo invierno ella murió.

La escena debajo del árbol en el campo de girasoles transcurría pero el ya no quiso mirarla ya que aquel recuerdo extrañamente se había convertido en una mezcla de tristeza y felicidad que le causaba un gran dolor.

-¿Qué pasara? Pregunto al hombre.

-Pasara lo que ya sabes que paso.

¿Y porque me has traído hasta acá para volver a ver esto?

Yo no te traje, tú te has traído a ti mismo.

-Tú eres quien tiene el reloj.


-¿El reloj?

Cuando recordó que en su bolcillo guardaba el reloj que el abuelo le había regalado.

-Si el reloj cangrejo.



                                                      A León Ostrov

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios

Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo

Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos

Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre

Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.

Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada

Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Señor
Arroja los féretros de mi sangre

Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón

Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo


sábado, 24 de septiembre de 2011

El ajolote (Una historia mas del fin del mundo)

...año 1521

El Huey Tlatoani y su Cihuacóatl habían tomado una decisión, las profecías se habían cumplido y Huitzilopochtli jamás se equivocaba, al aire olía a muerte y si alguien conocía la muerte era él, los sacrificios ya no eran suficiente para los Dioses y los sacerdotes anunciaban el fin del imperio, el Dios blanco regresaba a tierras Mexicas y con él la hecatombe final.

La llamada del quinto sol estaba cerca, los blancos habían encontrado aliados en sus enemigos, las estrellas se alineaban sobre Tenochtitlán condenando también a aquel pueblo, no quedaba más que hacer, todo estaba en su contra. Los Dioses y los astros les habían dado la espalda, y el final solo era cuestión de tiempo.

El Huey Tlatoani mando a traer a Tonahuac, ex sacerdote condenado a muerte por difamar a los Dioses y por prácticas oscuras en contra de sus creencias.

Tonahuac, que cuyo nombre significa "único de luz", se había retirado desde niño de las tierras aztecas, nadie supo nunca hacia donde se había ido y mucho menos donde estuvo, pero lo cierto es que regreso siendo un hombre muy sabio y pronto se convirtió en sacerdote, pero sus prácticas y costumbres no eran comunes a los sacerdotes de esos tiempos y mucho menos a su religión, gente le había visto convertirse en un tecolote por las noches, otros lo habían visto transfigurarse en un coyote, y muchos hablaban de que podía volar como un ave, que era capaz de hablar con las serpientes. Todos estos eran rumores hasta que un día cuando discutía con otros sacerdotes reunidos en el templo se enfureció tanto que frente a todos se transfiguro en un jaguar que amenazo a todos con sus dientes y garras, esto fue condenado por los demás sacerdotes ya que se ofendía a la imagen de Tezcatlipoca el dios jaguar amo y señor de las sombras, entonces fue atrapado y condenado a muerte.

Pronto lo trajeron hasta los aposentos del Huey Tlatoani pidió a todos que los dejaran a solas y empezó a platicar con él.

-La gente blanca y nuestros enemigos están a punto de llegar al templo, el final está cerca.

-Lo sé.

-¿Podemos hacer algo para que esto cambie?

-No

-¿Tu puedes hacer algo?


-Tu muerte es inevitable, y la de todos los que estamos aquí también, he visto el futuro y esto es una certeza, así como también el fin de nuestra raza. Los blancos nos traerán nuevos Dioses y nos obligaran a adorarlos, mataran a nuestros niños, profanaran a nuestras mujeres y de esta profanación surgirá una nueva raza, mezcla de su sangre y la nuestra, y esta raza estará condenada a la opresión de otros hasta el fin de sus días, nuestras tierras serán ocupadas por edificios capaces de tocar el cielo, y la gente montara animales de cuatro patas y animales con ruedas como patas, esta raza estará marcada por la imagen de un águila devorando una serpiente sobre un nopal, cortara la tierra con serpientes metálicas que andarán sobre caminos metálicos, Tenochtitlán se poblara de mucha gente y vestirán ropas de fibras extrañas y comerán cosas extrañas. Sobre este templo construirán su propio templo, y en el que pondrán figuras inertes por las que nos obligaran a arrodillarnos, robaran todas nuestras riquezas, y se las llevaran mas allá de los mares, pero de esta raza surgirán guerreros que lucharan contra los blancos y los expulsaran de su territorio, pero estos jamás se irán y terminaremos siendo ellos sin realmente serlo, porque el color de nuestra piel no cambiara.

-¿Todo eso has visto?

-He visto esto y más.

-¿Nuestra raza morirá?

-Irremediablemente.

-¿Puedes hacer algo?

-Si puedo.

-Esconderé la esencia de nuestra raza en este animal


En sus manos apareció un animal rosado y de cola blanquecina, con cuatro patas con dedos, poseía unos ojos dorados y profundos y sobre su cabeza lo que parecía un penacho de color rojo, los aztecas lo llamaban axolotl.

-Nuestra historia, nuestra sabiduría, nuestras costumbres, nuestra sangre permanecerá escondida en este pequeño animal. Vivirá toda su vida como una larva y pocas veces querrá madurar ya que esto le podrá causar la muerte y siempre estará en contra de cambiar, se esconderá en los lodos de Xochimilco donde los blancos no buscaran riquezas y vivirán ahí hasta los tiempos en los que la tierra vuelva a nacer.


El Huey Tlatoani suspiro.

Haz lo que tengas que hacer, cubrio con sus dos manos a aquel animal y lo levanto sobre su cabeza, alzo su mirada al cielo y después de unas palabras lo arrojo a las aguas de Xochimilco.

Año 2012

Encabezado de algún diario en México:

"Biólogos han declarado extinto el Ajolote de Xochimilco"

FIN





Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl.





El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa.





En la biblioteca Saint-Geneviève consulté un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amblistoma. Que eran mexicanos lo sabía ya por ellos mismos, por sus pequeños rostros rosados aztecas y el cartel en lo alto del acuario. Leí que se han encontrado ejemplares en África capaces de vivir en tierra durante los períodos de sequía, y que continúan su vida en el agua al llegar la estación de las lluvias. Encontré su nombre español, ajolote, la mención de que son comestibles y que su aceite se usaba (se diría que no se usa más) como el de hígado de bacalao.





No quise consultar obras especializadas, pero volví al día siguiente al Jardin des Plantes. Empecé a ir todas las mañanas, a veces de mañana y de tarde. El guardián de los acuarios sonreía perplejo al recibir el billete. Me apoyaba en la barra de hierro que bordea los acuarios y me ponía a mirarlos. No hay nada de extraño en esto porque desde un primer momento comprendí que estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos. Me había bastado detenerme aquella primera mañana ante el cristal donde unas burbujas corrían en el agua. Los axolotl se amontonaban en el mezquino y angosto (sólo yo puedo saber cuán angosto y mezquino) piso de piedra y musgo del acuario. Había nueve ejemplares y la mayoría apoyaba la cabeza contra el cristal, mirando con sus ojos de oro a los que se acercaban. Turbado, casi avergonzado, sentí como una impudicia asomarme a esas figuras silenciosas e inmóviles aglomeradas en el fondo del acuario. Aislé mentalmente una situada a la derecha y algo separada de las otras para estudiarla mejor. Vi un cuerpecito rosado y como translúcido (pensé en las estatuillas chinas de cristal lechoso), semejante a un pequeño lagarto de quince centímetros, terminado en una cola de pez de una delicadeza extraordinaria, la parte más sensible de nuestro cuerpo. Por el lomo le corría una aleta transparente que se fusionaba con la cola, pero lo que me obsesionó fueron las patas, de una finura sutilísima, acabadas en menudos dedos, en uñas minuciosamente humanas. Y entonces descubrí sus ojos, su cara, dos orificios como cabezas de alfiler, enteramente de un oro transparente carentes de toda vida pero mirando, dejándose penetrar por mi mirada que parecía pasar a través del punto áureo y perderse en un diáfano misterio interior. Un delgadísimo halo negro rodeaba el ojo y los inscribía en la carne rosa, en la piedra rosa de la cabeza vagamente triangular pero con lados curvos e irregulares, que le daban una total semejanza con una estatuilla corroída por el tiempo. La boca estaba disimulada por el plano triangular de la cara, sólo de perfil se adivinaba su tamaño considerable; de frente una fina hendedura rasgaba apenas la piedra sin vida. A ambos lados de la cabeza, donde hubieran debido estar las orejas, le crecían tres ramitas rojas como de coral, una excrescencia vegetal, las branquias supongo. Y era lo único vivo en él, cada diez o quince segundos las ramitas se enderezaban rígidamente y volvían a bajarse. A veces una pata se movía apenas, yo veía los diminutos dedos posándose con suavidad en el musgo. Es que no nos gusta movernos mucho, y el acuario es tan mezquino; apenas avanzamos un poco nos damos con la cola o la cabeza de otro de nosotros; surgen dificultades, peleas, fatiga. El tiempo se siente menos si nos estamos quietos.



Fue su quietud la que me hizo inclinarme fascinado la primera vez que vi a los axolotl. Oscuramente me pareció comprender su voluntad secreta, abolir el espacio y el tiempo con una inmovilidad indiferente. Después supe mejor, la contracción de las branquias, el tanteo de las finas patas en las piedras, la repentina natación (algunos de ellos nadan con la simple ondulación del cuerpo) me probó que eran capaz de evadirse de ese sopor mineral en el que pasaban horas enteras. Sus ojos sobre todo me obsesionaban. Al lado de ellos en los restantes acuarios, diversos peces me mostraban la simple estupidez de sus hermosos ojos semejantes a los nuestros. Los ojos de los axolotl me decían de la presencia de una vida diferente, de otra manera de mirar. Pegando mi cara al vidrio (a veces el guardián tosía inquieto) buscaba ver mejor los diminutos puntos áureos, esa entrada al mundo infinitamente lento y remoto de las criaturas rosadas. Era inútil golpear con el dedo en el cristal, delante de sus caras no se advertía la menor reacción. Los ojos de oro seguían ardiendo con su dulce, terrible luz; seguían mirándome desde una profundidad insondable que me daba vértigo.





Y sin embargo estaban cerca. Lo supe antes de esto, antes de ser un axolotl. Lo supe el día en que me acerqué a ellos por primera vez. Los rasgos antropomórficos de un mono revelan, al revés de lo que cree la mayoría, la distancia que va de ellos a nosotros. La absoluta falta de semejanza de los axolotl con el ser humano me probó que mi reconocimiento era válido, que no me apoyaba en analogías fáciles. Sólo las manecitas... Pero una lagartija tiene también manos así, y en nada se nos parece. Yo creo que era la cabeza de los axolotl, esa forma triangular rosada con los ojitos de oro. Eso miraba y sabía. Eso reclamaba. No eran animales.





Parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología. Empecé viendo en los axolotl una metamorfosis que no conseguía anular una misteriosa humanidad. Los imaginé conscientes, esclavos de su cuerpo, infinitamente condenados a un silencio abisal, a una reflexión desesperada. Su mirada ciega, el diminuto disco de oro inexpresivo y sin embargo terriblemente lúcido, me penetraba como un mensaje: «Sálvanos, sálvanos». Me sorprendía musitando palabras de consuelo, transmitiendo pueriles esperanzas. Ellos seguían mirándome inmóviles; de pronto las ramillas rosadas de las branquias se enderezaban. En ese instante yo sentía como un dolor sordo; tal vez me veían, captaban mi esfuerzo por penetrar en lo impenetrable de sus vidas. No eran seres humanos, pero en ningún animal había encontrado una relación tan profunda conmigo. Los axolotl eran como testigos de algo, y a veces como horribles jueces. Me sentía innoble frente a ellos, había una pureza tan espantosa en esos ojos transparentes. Eran larvas, pero larva quiere decir máscara y también fantasma. Detrás de esas caras aztecas inexpresivas y sin embargo de una crueldad implacable, ¿qué imagen esperaba su hora?





Les temía. Creo que de no haber sentido la proximidad de otros visitantes y del guardián, no me hubiese atrevido a quedarme solo con ellos. «Usted se los come con los ojos», me decía riendo el guardián, que debía suponerme un poco desequilibrado. No se daba cuenta de que eran ellos los que me devoraban lentamente por los ojos en un canibalismo de oro. Lejos del acuario no hacía mas que pensar en ellos, era como si me influyeran a distancia. Llegué a ir todos los días, y de noche los imaginaba inmóviles en la oscuridad, adelantando lentamente una mano que de pronto encontraba la de otro. Acaso sus ojos veían en plena noche, y el día continuaba para ellos indefinidamente. Los ojos de los axolotl no tienen párpados.





Ahora sé que no hubo nada de extraño, que eso tenía que ocurrir. Cada mañana al inclinarme sobre el acuario el reconocimiento era mayor. Sufrían, cada fibra de mi cuerpo alcanzaba ese sufrimiento amordazado, esa tortura rígida en el fondo del agua. Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado, un tiempo de libertad en que el mundo había sido de los axolotl. No era posible que una expresión tan terrible que alcanzaba a vencer la inexpresividad forzada de sus rostros de piedra, no portara un mensaje de dolor, la prueba de esa condena eterna, de ese infierno líquido que padecían. Inútilmente quería probarme que mi propia sensibilidad proyectaba en los axolotl una conciencia inexistente. Ellos y yo sabíamos. Por eso no hubo nada de extraño en lo que ocurrió. Mi cara estaba pegada al vidrio del acuario, mis ojos trataban una vez mas de penetrar el misterio de esos ojos de oro sin iris y sin pupila. Veía de muy cerca la cara de una axolotl inmóvil junto al vidrio. Sin transición, sin sorpresa, vi mi cara contra el vidrio, en vez del axolotl vi mi cara contra el vidrio, la vi fuera del acuario, la vi del otro lado del vidrio. Entonces mi cara se apartó y yo comprendí.





Sólo una cosa era extraña: seguir pensando como antes, saber. Darme cuenta de eso fue en el primer momento como el horror del enterrado vivo que despierta a su destino. Afuera mi cara volvía a acercarse al vidrio, veía mi boca de labios apretados por el esfuerzo de comprender a los axolotl. Yo era un axolotl y sabía ahora instantáneamente que ninguna comprensión era posible. Él estaba fuera del acuario, su pensamiento era un pensamiento fuera del acuario. Conociéndolo, siendo él mismo, yo era un axolotl y estaba en mi mundo. El horror venía -lo supe en el mismo momento- de creerme prisionero en un cuerpo de axolotl, transmigrado a él con mi pensamiento de hombre, enterrado vivo en un axolotl, condenado a moverme lúcidamente entre criaturas insensibles. Pero aquello cesó cuando una pata vino a rozarme la cara, cuando moviéndome apenas a un lado vi a un axolotl junto a mí que me miraba, y supe que también él sabía, sin comunicación posible pero tan claramente. O yo estaba también en él, o todos nosotros pensábamos como un hombre, incapaces de expresión, limitados al resplandor dorado de nuestros ojos que miraban la cara del hombre pegada al acuario.





Él volvió muchas veces, pero viene menos ahora. Pasa semanas sin asomarse. Ayer lo vi, me miró largo rato y se fue bruscamente. Me pareció que no se interesaba tanto por nosotros, que obedecía a una costumbre. Como lo único que hago es pensar, pude pensar mucho en él. Se me ocurre que al principio continuamos comunicados, que él se sentía más que nunca unido al misterio que lo obsesionaba. Pero los puentes están cortados entre él y yo porque lo que era su obsesión es ahora un axolotl, ajeno a su vida de hombre. Creo que al principio yo era capaz de volver en cierto modo a él -ah, sólo en cierto modo-, y mantener alerta su deseo de conocernos mejor. Ahora soy definitivamente un axolotl, y si pienso como un hombre es sólo porque todo axolotl piensa como un hombre dentro de su imagen de piedra rosa. Me parece que de todo esto alcancé a comunicarle algo en los primeros días, cuando yo era todavía él. Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va a escribir todo esto sobre los axolotl.



Julio Cortázar

Articulo del diario la Vanguardia:

jueves, 22 de septiembre de 2011

Quiero mudarme de estrella

...la realidad me avergüenza, el presente me agobia, las noticias me dan urticaria, los periódicos me hacen vomitar, estos tiempos me hacen llorar, la televisión intento morderme, la cama ya no me quiere abrasar, los sueños prefieren ser pesadillas, las calles no hacen más que pelear, el gobierno bla bla, los que siguen un bla mas, las aves se duermen temprano, la noche ya no es de los enamorados, la luna se esconde en el mar, la economía es una blasfemia, y la religión está muy interesada en ella, quisiera mudarme a otra estrella, alejarme de la verdad, escapar por fin de estos tiempos, en que las buenas noticias empiezan a escasear, será que un día el hombre quizás aprenda que el tiempo tiene final, que la vida es una sola, que no hay mucho tiempo para la felicidad, que se acabe el dinero del mundo, que se evapore por fin el petróleo, que alguien se robe todo el oro, y que Dios nos de otra oportunidad...


" Adiós -dijo el zorro-. He aquí mi secreto. Es muy simple: no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para los ojos, y es el tiempo perdido con tu rosa lo que la hace importante 

(...)


Ah, principito, cómo he ido comprendiendo lentamente tu vida melancólica! Durante mucho tiempo tu única distracción fue la suavidad de las puestas de sol. Este nuevo detalle lo supe al cuarto día, cuando me dijiste:


-Me gustan mucho las puestas de sol; vamos a ver una puesta de sol


-Tendremos que esperar


-¿Esperar qué?


-Que el sol se ponga.


Pareciste muy sorprendido primero, y después te reíste de ti mismo. Y me dijiste:


-Siempre me creo que estoy en mi tierra.


En efecto, como todo el mundo sabe, cuando es mediodía en Estados Unidos, en Francia se está poniendo el sol. Sería suficiente poder trasladarse a Francia en un minuto para asistir a la puesta del sol, pero desgraciadamente Francia está demasiado lejos. En cambio, sobre tu pequeño planeta te bastaba arrastrar la silla algunos pasos para presenciar el crepúsculo cada vez que lo deseabas.


-¡Un día vi ponerse el sol cuarenta y tres veces!


Y un poco más tarde añadiste:


-¿Sabes? Cuando uno está verdaderamente triste le gusta ver las puestas de sol.


-El día que la viste cuarenta y tres veces estabas muy triste ¿verdad?


Y principito no respondió.


(...)


Para mi no eres todavía más que en muchachito semejante a 100.000 muchachitos. Y no te necesito, y tu tampoco me necesitas, no soy para ti más que un zorro semejante a 100.000 zorros, pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro, serás para mí único en el mundo, seré para ti único en el mundo. Si me domesticas, mi vida se llenará de sol, conoceré un ruido de pasos que será diferente a todos los otros...tus ruidos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. "

(...)

- Hablas como los adultos !


Eso me dio un poco de vergüenza. Pero, implacable, agregó:


- Confundes todo... mezclas todo !


Estaba realmente muy irritado. Agitaba al viento la cabellera dorada:


- Conozco un planeta donde hay un Señor rubicundo. Nunca olió una flor. Nunca miró una estrella. Nunca amó a nadie. Nunca hizo nada más que cuentas. Y todo el día repite como tú: "Soy un hombre serio ! Soy un hombre serio !" y eso lo infla de orgullo. Pero no es un hombre, es un champiñon !


- Un qué ?

- Un champiñon !

El principito
Antoine de Saint-Exupéry

martes, 20 de septiembre de 2011

El reloj cangrejo (III)


...era media noche y el viento zumbaba al toparse con las cornisas de las casas, las ventanas temblaban de frio y el cielo había bajado de nivel transformándose en una espesa neblina, solo la soledad caminaba por las calles y si era extraño que alguien visitara a Livier a cualquier hora del día, era casi imposible que alguien lo hiciera a media noche, pero había una realidad en sus oídos y era el sonido seco de unos nudillos secos tocando la madera seca de la puerta seca de su casa, por su mente no pasaba quien podría estar tocando ya que tenía tiempo que ya nadie pasaba por su vida, en otras circunstancias su corazón se habría emocionado de pensar que alguien lo visitaba y le robaba un poco de la soledad en la que estaba sumergido, pero en esos momentos mas que emoción sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, pensó en ignorar el golpeteo de la puerta pero este era incesante, así que con gran esfuerzo y dolor dio un brinco de la cama a la silla de ruedas, su casa permanecía oscura sin ningún rayo de luna atravesándola entonces prendió una vela, y lentamente se dirigió hacia la puerta, el escalofrió había llegado hasta las ruedas de la silla y casi pudo volver a sentir sus piernas, que habían dejado de caminar desde hace muchos años, se postro frente a la puerta y con una voz temblorosa pregunto que quien tocaba, pero nadie contesto solo los nudillos golpeando la madera que retumbaban en el interior de la casa convirtiéndose en un eco un tanto tenebroso, Livier insistió pero no obtuvo respuesta, hasta que de pronto la persona que tocaba la puerta al parecer se retiro, pronto se asomo por la ventana a ver si a través de la neblina podría observar a alguien pero nadie parecía andar por ahí, solo el viento y la soledad, que extraño pensó Livier, mas imagino que quizás algún forastero o algún vagabundo habían tocado la puerta, pero que extraño que no respondieran, un poco aturdido por este acontecimiento de media noche regreso a su habitación y se arrojo a la cama con esa fuerza de los brazos que poco a poco con el paso del tiempo se iba mermando, Livier estaba completamente seguro de que el día que sus brazos ya no tuvieran fuerza seria su ultimo día ya que si no estaría destinado a dormir en su silla el resto de sus días, y no creía que existiera un Dios tan malévolo como para hacer esto, más los Dioses ya habían abandonado a Livier, y la falta de amor casi había extinguido su alma y lo había convertido en un adefesio moribundo y frio sentado en una silla de ruedas, ya en su cama pensó por primera vez en ¿Cuando? Si es tan contundente la muerte y tan definitiva ¿porque el seguía vivo?, ¿porque la vida se ensañaba en hacerlo sufrir por más tiempo?, esto le parecía una burla del destino, o un designio macabro de algún ángel que se empeñaba en mantenerlo al borde del sufrimiento y la soledad, en ese momento deseo las ganas de abandonarse, de dejarse ir y nunca más despertar, dar un paso hacia la inexistencia, se imagino el mundo sin él, y eso le entristeció tanto que comenzó a llorar, el mundo sin él era el mismo mundo, el ya no hacía falta al mundo y quizás nadie se daría cuenta de que el ya no estaba, se imaginaba a la gente pasando frente a su casa ignorando quien vivió ahí, que hizo, que fue de su vida y como murió, pensó en su silla de ruedas sola frente a la ventana y eso le partió el corazón y su llanto no ceso, el tiempo había hecho con él lo que le hace a las piedras, lo había endurecido, pero quizás las piedras también lloran solo que no han aprendido a sollozar y Livier volvió a sentirse un poco vivo a través del llanto, una a una sus lagrimas empapaban su alma, y le brindaban alguna especie de calidez, a pesar de la tristeza se sintió tan bien llorando, no por nada llegamos al mundo llorando cuando vemos la luz por primera vez al abandonar el vientre de nuestras madres, quien no llora esta menos vivo que quien lo hace, no existe ninguna otra especie que puede derramar lágrimas emotivas, solo los humanos, y quizás si debe haber un buen momento para retirarse de la vida como humano debería de ser llorando, entonces lloro y empezó a morir.

La vida poco a poco se apagaba en él, como el invierno decolora un campo de girasoles, un gris frió se preparaba para teñir su cuerpo, por su mente el paso de casi toda su vida como si estuviera hojeando un álbum de fotos, transcurrian por su mente un sin numero de recuerdos, y entre tantos recuerdos el que parecía ser el ultimo, era el de su abuelo moribundo en una cama entregándole el reloj de bolsillo que tenia grabado en su frente un cangrejo, su respiración se aletargaba y los latidos de su corazón avanzaban lentamente como al final de una nota en una canción y el silencio en su pecho cada vez era mas inminente, pero las lagrimas no cesaban, sus ojos extraviados en algún punto de su habitación, exaltaban la mirada mas triste que aquella noche pudo haber existido, su vida se alejaba y su tiempo estaba apunto de terminar, en un movimiento casi imposible saco el reloj de su saco y lo apretó fuertemente, gastando quizás sus ultimas fuerzas y llorando quizás su ultima lagrima.

Pero el sonido seco de un golpeteo en la puerta espanto a la muerte, la persona que antes había tocado había regresado así como la vida otra vez poco a poco circulaba por sus venas, vaya forma de interrumpir a la muerte pensó, pero de alguna forma extraña la energía vital había regresado a el, y la melodía de su vida aun no había llegado a su ultima nota si no que se había estacionado en un silencio previo al culmen del fin de su vida.
Se pregunto a si mismo si aun tenia las fuerzas para volver a montarse a su silla de ruedas pero sus brazos aun tenían fuerza así que ahora si estaba decidido a abrir la puerta contestara o no la persona, quizás era la muerte que había encontrado una forma mas cordial de visitarlo aquella noche, así que con mas animo que de costumbre avanzo rápidamente hacia la puerta mientras el sonido del golpeteo de la puerta se estrellaba contra las paredes de su casa.
¿Quién es pregunto? y antes de obtener alguna respuesta abrió la puerta.



No pregunto por las glorias ni las nieves,
quiero saber dónde se van juntando
las golondrinas muertas,
adónde van las cajas de fósforos usadas.
Por grande que sea el mundo
hay los recortes de uñas, las pelusas,
los sobres fatigados, las pestañas que caen.
¿Adonde van las nieblas, la borra del café,
los almanaques de otro tiempo?
Pregunto por la nada que nos mueve;
en esos cementerios conjeturo que crece
poco a poco el miedo,
y que allí empolla el Roc.

El interrogador
Julio Cortazar

jueves, 8 de septiembre de 2011

Ella sin ella (The Beatles XI)

...el tiempo había hecho estragos en la memoria de Eleonor, como el ruido asesina al silencio, como las gaviotas deciden abandonar un mar, como la luz apaga la oscuridad, así el tiempo había nublado su mente, la razón la había abandonado, y mi recuerdo se había apagado en su mente, las esquirlas de un amor se habían internado hasta su conciencia, y ella ya no era ella si no lo que el tiempo había dejado de ella, después de que un amor la abandonara a ella como ella me había abandonado a mí, pero el tiempo no regresa y probablemente ella tampoco, el abrazo culmino y de pronto me vi en sus ojos cristalinos, y desde ese momento yo tampoco era el mismo, y aunque seguía de pie como un jarrón roto, que se reconstruye con pegamento, yo ya no era el mismo, si no quizás un gran número de pedazos de mi que intentaban darme forma, pero no hay segundas oportunidades para un jarrón roto, pero yo no era solo un jarrón roto si no que dentro de mi había un alma que brillaba por Eleonor, sus ojos parecían irse llenando de mi imagen, su mente solo había liberado mi nombre pero me parecía que realmente no sabía quién era, su mirada dudosa se internaba en cada una de mis facciones, como intentando recordarme, hasta que volvió a repetir mi nombre por segunda vez, pero mi nombre no era más que eso un nombre, y entonces me sentí como el tronco de un árbol llevado a una playa solitaria por las olas del mar, sin raíces, sin hojas, sin flor, ni fruto, solo un tronco abandonado al destino del mar, y aunque mi nombre navegaba en su mente, mi nombre viajaba vacio, hueco, como un cadáver hacia la horilla del mar, me senté junto a ella en aquella banca debajo de un gran olmo que como yo era testigo de su ausencia de cuerpo presente, la tome de la mano y sentí su frialdad, una noche de invierno se había estacionado en su vida, pero por tercera vez susurro mi nombre, y esta vez vino acompañado de sus lagrimas, y exploto en llanto y las nubes decoloraron el cielo mientras el silencio se esparcía por los campos y las aves huían al sur, gotas de agua salada brotaban de sus ojos y avanzaban por su rostro con afán de suelo sin esperanza de mar, y entonces apareció ella y lo que era ella, y de pronto otra vez me encontré con ella sentada en aquella banca, era amor lo que necesitaba, y el amor se me escurrió de las manos para que regresara…



Espera

Ha pasado mucho tiempo
Ahora vuelvo a casa
He estado fuera
Oh, me he sentido tan solo
Espera a que vuelva a tu lado
Olvidaremos las lágrimas que derramamos
Pero si se te rompe el corazón
No me esperes, déjame
Y si tienes valor
Espera, no tardaré
Espera a que vuelva a tu lado
Olvidaremos las lágrimas que derramamos
Creo que has de saber
Que me he portado bien, lo mejor que pude
Y si tú también lo haces, confiaré en ti
Y sabré que estarás esperándome
Ha pasado mucho tiempo
Ahora vuelvo a casa
He estado fuera
Oh, me he sentido tan solo
Espera a que vuelva a tu lado
Olvidaremos las lágrimas que derramamos
Creo que has de saber
Que me he portado bien, lo mejor que pude
Y si tú también lo haces, confiaré en ti
Y sabré que estarás espetándome
Pero si se te rompe el corazón
No me esperes, déjame
Y si tienes valor
Espera, no tardaré
Espera a que vuelva a tu lado
Olvidaremos las lágrimas que derramamos
Ha pasado mucho tiempo
Ahora vuelvo a casa
He estado fuera
Oh, me he sentido tan solo.

To lo que necesitas es amor
Amor, amor, amor
Amor, amor, amor
Amor, amor, amor
No hay nada que puedas hacer que no pueda hacerse
Nada que puedas cantar que no pueda cantarse
Nada que puedas decir pero puedes aprender el juego
Es fácil
Nada que puedas hacer que no pueda hacerse
Nadie a quien puedas salvar que no pueda salvarse
Nada que puedas hacer pero puedes aprender a ser con el tiempo
Es fácil
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor, amor
Amor es todo lo que necesitas
Amor, amor, amor
Amor, amor, amor
Amor, amor, amor
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor, amor
Amor es todo lo que necesitas
No hay nada que puedas saber que no se sepa
Nada que puedas ver que no se haya visto
Ningún lugar a dónde puedas estar que no sea donde tenías que estar
Es fácil
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor
Todo lo que necesitas es amor, amor
Amor es todo lo que necesitas
Todo lo que necesitas es amor
(Ahora todos juntos)
Todo lo que necesitas es amor

(Todos)
Todo lo que necesitas es amor, amor
Amor es todo lo que necesitas
Amor es todo lo que necesitas
Amor es todo lo que necesitas
Amor es todo lo que necesitas
Ayer

Ella te quiere, sí, sí, sí.
 
Dime lo que ves
 
Si me das tu corazón
Te demostraré
Que nunca nos separaremos
Si yo soy una parte de ti
Abre los ojos
Dime lo que ves
No es ninguna sorpresa
Es a mí a quien ves
Por grandes y negras que sean las nubes
El tiempo pasará
Si confías en mí
Haré tu día brillante
Ahora mira estos ojos
Dime lo que ves
¿No te das cuenta De que es a mí a quien ves?
Dime lo que ves
Escúchame una vez más
¿Cómo puedo hacerlo?
¿No puedes ver
Que quiero conquistarte?
Ahora abre los ojos
Dime lo que ves
No es ninguna sorpresa
Es a mí a quien ves
Dime lo que ves
Escúchame una vez más
¿Cómo puedo hacerlo?
¿No puedes ver
Que quiero conquistarte?
Ahora abre los ojos
Dime lo que ves
No es ninguna sorpresa
Es a mí a quien ves.

The Beatles

martes, 6 de septiembre de 2011

El reloj cangrejo (II)

...el sonido seco de alguien tocando la puerta aplaco el silencio de aquel taller en donde el tiempo escurría de los relojes que colgaban de la pared, el relojero estaba seguro que se trataba de aquel hombre, una extraña sensación lúgubre se percibió en el ambiente, con resignación el relojero avanzo a pasos lentos hasta la puerta después de todo, el reloj le había sido encargado y aunque devolviera el oro, no podía devolver el material que aquel hombre le había llevado para que fabricara el reloj, y el cual lo hacia tan misterioso, entonces precedido de un suspiro abrió la puerta y efectivamente se trataba de aquel hombre, vestido exactamente igual que la vez anterior, aunque algo le resulto extraño al relojero ya que aquel hombre parecía haber llegado hasta la puerta por su propio pie, pero ese día llovía y no cargaba ningún paraguas y tampoco parecía haberse mojado ni siquiera un poco, de cualquier forma lo invito a entrar y este sin ningún gesto como respuesta avanzo unos pasos hacia el interior del taller, su reloj está terminado dijo el relojero, pero aquel hombre no dijo nada, solo lo tomo en sus manos y con la mirada fija en el, se cercioro de que estuviera exactamente fabricado como él lo había pedido, al comprobar tal hecho, dio media vuelta y se marcho, el relojero cerró la puerta, y de pronto se encontró sentado en una silla, con los relojes y los calendarios marcando la fecha y la hora de un mes antes de que aquel extraño hombre llegara a el taller del relojero.

Las imágenes cesaron en la cabeza de aquel hombre que como cuando era niño las recreaba en su mente una a una como si realmente estuviera en el taller de aquel relojero viviendo todos los acontecimientos, desempolvo el reloj que había sacado del baúl de sus recuerdos, e intento darle cuerda para hacerlo funcionar pero esto fue en vano ya que aquel reloj ya no servía y nunca había servido, mas dentro de sí se preguntaba ¿qué relación tenía ese reloj con el que su abuelo le contaba en la historia? ya que la descripción parecía totalmente la misma, un reloj con un reloj cangrejo grabado y una frase en latín que decía "Yo descompongo el tiempo, el tiempo lo destruye todo", se preguntaba si acaso ese era el mismo reloj de la historia de su abuelo, o si solo había sido un invento del abuelo a partir de ese reloj, quizás eso ya nunca lo sabría ya que el tiempo a él se le acababa. Con gran esfuerzo salió del sótano impulsado por el movimiento de sus ruedas a las cuales aun no les llegaba la sangre, la noche había invadido totalmente el ambiente y una oscuridad plena abarcaba la inmensidad de su casa, la luna seguía escondida entre las nubes que se adornaban con su luz, se dirigió a su habitación para dormir de una vez, con mucho trabajo tomo una pijama de uno de los cajones de su ropero y se la puso para ir a la cama pero mantenía el reloj consigo, desarropo la cama y de un impulso casi inhumano brinco de la silla de ruedas hacia ella, esto le causaba muchos dolores, que le continuaban por unos minutos ya en la cama.

¿Por qué querría seguir viviendo? Si su vida había sido eso, una inmensidad de dolores que lo perturbaron casi toda la vida, de niño sufrió muchas enfermedades, como si este fuera el conejillo de indias de virus y bacterias, y padecimientos que nadie podía imaginar, su vida siempre estuvo acompañada del dolor, dolor físico y dolor del alma que es aún peor, sus padres fueron asesinados de forma extraña cuando el apenas tenía cinco años, nadie supo quien los asesino, solo que los encontraron en medio de un camino dentro de sus tierras, sin con agua en vez de sangre y con la punta de la lengua masticada, nunca nadie supo quien los había asesinado así que Livier quedo huérfano a los cinco años pero fue recogido por sus abuelos que se dedicaron a criarlo hasta que murieron.

Livier no recordaba nunca haber platicado nunca con su abuela, solo recordaba que esta a siempre a la misma hora le servía su desayuno, comida y cena, pero esta nunca le hablaba y ni siquiera le dirigía la mirada, él sabía que no era muda porque con su abuelo alguna vez la vio platicar aunque no mucho ya que siempre se encerraba en su cuarto, cuando no estaba en la cocina, no era lo mismo con su abuelo al que admiraba y quería tanto y con el cual platicaba todo el tiempo y escuchaba sus historias con mucha atención, incluso hasta la hora de su muerte cuando este apenas había cumplido los veinte.

Pronto el sueño se apodero de él, mientras la luna por fin decidió dar la cara, y el plata reino durante un tiempo hasta que alguien toco la puerta de aquel hombre...


" La Esclavitud del pensamiento a la vida es uno de nuestros temas favoritos. Bergson y los Pragmatistas, Adler y Freud, los muchachos del materialismo Dialéctico y del Objetivismo, todos enuncian sonoramente sus variaciones en torno a él. La mente no es sino instrumento para fabricar instrumentos, está controlada por fuerzas inconscientes ya sea sexuales o agresivas, es el producto de presiones económicas y sociales, un montón de reflejos condicionados, Todo absolutamente cierto hasta aquí; pero falso si no va más allá... El pensamiento es el esclavo de la vida. Esto es evidente. Pero si al mismo tiempo no fuese algo más, no podríamos hacer ni siquiera esta generalización parcialmente válida. El significado de la segunda cláusula es principalmente práctico. La vida es juguete del tiempo. Por el mero hecho de esfumarse, el tiempo convierte en un absurdo todo el planteamiento consciente de la vida. Y sin embargo, la única fe de una mayoría de europeos y de los americanos del siglo veinte es una fe en el futuro... por el cual están dispuestos a sacrificar su única posesión tangible; el Presente... pero... el tiempo debe detenerse... Solamente tomando en cuenta el hecho de la eternidad podremos liberar al pensamiento de la esclavitud de la vida. Y solamente entregando deliberadamente nuestra atención y nuestra fe a la eternidad podemos impedir que el tiempo convierta nuestras vidas en una bufonada diabólica. "

El tiempo debe detenerse (fragmento)
Aldous Huxley



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