miércoles, 3 de diciembre de 2014

Un regreso mas...

...por un instante casi segundo, casi certero, me dije adiós sin despedirme, me fui de mi sin ausentarme, no es que quisiera, no es que pudiera, me diluí en lo absoluto del tiempo, me perdí en el vaivén de verdades agobiantes, de caminos con sendero, de destinos con final, me escondí en el impoluto son de los placeres, lluvia de varios desdenes, mentiras con ganas de llorar, me apague por un momento tierno y siniestro, manco y ambidextro, lúgubre barril de latidos y corazonadas, y hoy aparezco de la nada, exhibiendo cicatrices, soledades y caricias ya cansadas de las manchas de tristeza, que hoy gobiernan mi cabeza, hoy que escapo del exilio, del jadeo susurrante, del oprobio del ahora, hoy que ya casi es la hora de decir que estoy de vuelta, con un poco mas de guerra, con un poco mas de paz, y con letras quiero llorar las sonrisas que hasta aquí me traen... 





¡Qué camino más condenado! Y, por si fuera poco, va a llover. Como si lo estuviera viendo: va a caer la lluvia detrás de ellos como una tapia; va a caer entre ellos y lo que tengo prometido. El caso es que yo hago lo que puedo, hasta donde da de sí mi cabeza; pero esos condenados muchachos...
Y ahí está el camino frente a mi puerta. Para que todo lo malo que hay por el mundo llegue hasta aquí. Ya se lo dije a Addie, que no era nada bueno vivir junto a un camino, tenerlo tan cerca; pero ella, como mujer que es, dijo: «Pues anda, vámonos de aquí.» Pero lo que yo decía es que no era cosa buena, pues Dios ha hecho los caminos para viajar; pues ¿por qué, si no, los iba a poner tendidos sobre la tierra...? Pues cuando Él quiere que una cosa se mueva, bien que la hace alargada, sean caminos o caballos o carros; pero cuando Él quiere que una cosa se esté quieta, la hace para arriba, como los árboles y los hombres. De forma y manera que nunca le ha gustado a Él que las personas vivan junto a los caminos; pues, vamos a ver, ¿qué es lo primero, pregunto yo, el camino o la casa? ¿Se sabe que Dios haya puesto nunca un camino junto a una casa, eh?, pregunto. En el jamás, eso es lo que yo digo. Pues, entonces, no sé a qué viene que la gente no descanse hasta que no ha puesto su casa donde todo el mundo que por allí pase pueda escupir desde el carro en tu propia puerta; y así la gente no descansa, y, como no descansa, busca marcharse a otra parte, sin pensar que Dios los ha hecho para estarse en su sitio, como se están los árboles o los montones de trigo. Pero es que si Dios hubiese querido que los hombres estuvieran siempre de un lado para otro, ¿es que no los habría hecho tripa abajo, como las culebras? Pues claro que así los habría hecho, si lo hubiera querido

Mietras agonizo
William Faulkner
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