lunes, 24 de junio de 2013

Fragmentos de olvido

...¿Que habrá ahí en donde ya no estamos? ¿Se escucharan nuestras voces? ¿Vagaremos de un cuarto a otro como fantasmas buscando el amor perdido? Perdido eternamente.

A veces me viene a visitar un recuerdo, se postra en mi ventana como esas aves nocturnas, de mala fama, y me mira fijamente, como buscándote en mi alma, que se ha vuelto tan profunda a causa de ti.

Amanecí pensando otra vez en ti, so pena de cualquier remordimiento, bajo riesgo de quedarme varado en la memoria, de perderme en el abismo al que te exilié. 

Tal vez un día la luna sea tan pesada que caerá sobre nosotros. Tantos recuerdos, tantos suspiros, tantas promesas bajo su brillo, por mas que lo pienso no debe ser una carga fácil de llevar. 

Veía la gente venir de un lugar a otro, tan acostumbrados a eso que me puse a llorar, llore por varios días, hasta que me di cuenta que el llanto también me recordaba a ti, el olvido ya no podía ser un pretexto.

Descubrí que en la cabeza hay un lugar para guardar recuerdos y otro para guardar pensamientos, a tiempo me di cuenta que un pensamiento guardado, es un recuerdo.

Camine por la vida, ya sin ti y me sentí tan ligero como una pluma, el problema es que cualquier viento me hacia capas de volar hasta ti...



Estaba sentada en el borde de la bañera y no podía dejar de mirar la corneja moribunda. Veía en su absoluto desamparo la imagen de su propio sino. Se dijo varias veces: no tengo en el mundo a nadie más que a Tomás. ¿Había llegado a la conclusión, tras el episodio con el ingeniero, de que las aventuras no tienen nada que ver con el amor? ¿De que son leves y no pesan nada? ¿Ya está más tranquila? En absoluto. Vuelve a su mente la siguiente escena: Salió del retrere y su cuerpo estaba en la antesala desnudo y rechazado. El alma temblaba, asustada, en algún lugar en la profundidad de las entrañas. Si en aquel momento el hombre que estaba en la habitación le hubiera hablado a su alma, se hubiera echado a llorar, hubiera caído en sus brazos. Se imaginó que en su lugar hubiese estado en la antesala junto al retrete alguna de las amantes de Tomás y que en lugar del ingeniero hubiee estado dentro Tomás. Le habría dicho a la chica una sola palabra y ella lo hubiera abrazado llorando. Teresa sabe que así es el momento en que nace el amor: la mujer no puede resistirse a la voz que llama a su alma asustada; el hombre no puede resistirse a la mujer cuya alma es sensible a su voz. Tomás no está protegido ante los peligros del amor y Teresa ha de temer por él cada hora y a cada minuto. ¿Cuál es su arma? Unicamente su fidelidad. Se la ofreció desde el comienzo, desde el primer día, como si supiera que no tenía otra cosa que darle. El amor que hay entre ellos es de una arquitectura extrañamente asimétrica: descansa sobre la seguridad absoluta de su fidelidad como un palacio mastodóntico sobre una sola columna. La corneja ya no movía las alas, sólo aveces le temblaba la patita herida, quebrada. Teresa no quería separarse de ella, como si velase junto al lecho de una hermana suya moribunda. Al fin fue a la cocina a almorzar rápidamente algo. Cuando volvió la corneja había muerto.

La insoportable levedad del ser 
Milan Kundera

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