miércoles, 23 de abril de 2014

El día que ya no este

...despertó aquella mañana de lunes, un invierno retrasado acariciaba aun aquel Abril que poco sol había parpadeado y una brisa helada se colo por la ventana hasta llegar hasta su piel desnuda, él ya no estaba, su existencia había zozobrado hace algunos días y en sus ojos ya no cabía humedad alguna ni en su corazón hinchado de tristezas mas melancolía, abrió los ojos con esas ganas que ya no recordaba y descubrió que el tiempo seguía su marcha, tanto que no parecía notar su ausencia, pero no había mas verdad que esa, ni en la realidad ni en sus sueños en donde también lo perdía, pero su amor aun la cubría, la acariciaba con el frió tacto de los recuerdos de alguien que ya no esta, de alguien que se ha ido para siempre, encendió una vela que proveía una luz marchita que entonaba de amarillos sombríos aquella habitación, la mañana era joven pero el cielo agonizaba en gris, sin azul, sin sol sin blancas nubes, entonces tomo el sobre que había dejado la ultima noche que pudo verle, abrió el sobre para poder leer las ultimas palabras de aquel amor extinto atrapadas entre tinta y papel, el titulo de aquella carta decía "Instrucciones para volver a estar juntos"

"Abre bien los ojos, 
enciende el silencio, 
respira suavemente, 
se feliz, 
que cada que tu sonrías,
yo estaré ahí"



Domingo 23 de junio
«La teoría de ella, la gran teoría de su vida, la que la mantiene en vigor es que la felicidad, la verdadera felicidad, es un estado mucho menos angélico y hasta bastante menos agradable de lo que uno tiende siempre a soñar. Ella dice que la gente acaba por lo general sintiéndose desgraciada, nada más que por haber creído que la felicidad era una permanente sensación de indefinible bienestar, de gozoso éxtasis, de festival perpetuo. No, dice ella, la felicidad es bastante menos (o quizá bastante más, pero de todos modos otra cosa) y es seguro que muchos de esos presuntos desgraciados son en realidad felices, pero no se dan cuenta, no lo admiten, porque ellos creen que están muy lejos del máximo bienestar. Es algo semejante a lo que pasa con los desilusionados de la Gruta Azul. La que ellos imaginaron es una gruta de hadas, no sabían bien cómo era, pero sí que era una gruta de hadas, en cambio llegan allí y se encuentran con que todo el milagro consiste en que uno mete las manos en el agua y se las ve levemente azules y luminosas.» Evidentemente, le agrada relatar las reflexiones de su madre. Creo que las dice como una convicción inalcanzable para ella, pero también como una convicción que ella quisiera fervientemente poseer. «Y vos, ¿cómo te sentís?», pregunté, «¿como si te vieras las manos levemente azules y luminosas?» La interrupción la trajo a la tierra, al momento especial que era este hoy. Dijo: «Todavía no las introduje en el agua», pero en seguida se sonrojó.

La tregua 
Mario Benedetti

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