sábado, 13 de septiembre de 2008

Adictos al sufrimiento

... platicaba con ella, mejor dicho con lo que la tristeza había dejado de ella, si alguien sabia llorar era ella, pero eso sí no desperdiciaba ninguna de las lágrimas que salían de sus ojos, las guardaba en un frasco para volverlas a usar una y otra vez, y así fue muchas veces, las mismas lágrimas para las mismas tristezas... después de varias veces entendí que era algo que ella disfrutaba hacer...

Hoy han vuelto.
Por todos los senderos de la noche han venido
A llorar en mi lecho.
¡Fueron tantos, son tantos!
Yo no sé cuáles viven, yo no sé cuál ha muerto.
Me lloraré a mi misma para llorarlos todos.
la noche bebe el llanto como un pañuelo negro.
Hay cabezas doradas al sol, como maduras…
Hay cabezas tocadas de sombra y de misterio,
cabezas coronadas de una espina invisible,
cabezas que sonrosa la rosa del ensueño,
cabezas que se doblan a cojines de abismo,
cabezas que quisieran descansar en el cielo,
algunas que no alcanzan a oler a primavera,
y muchas que trascienden a flores del invierno.
Todas esas cabezas me duelen como llagas…
Me duelen como muertos…
Delmira Agustine

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