lunes, 27 de abril de 2009

Cubrebocas

...en las calles de la ciudad veo como temen, las personas que de un lado a otro vienen, con el temor de aquel bicho que salio del pobre porcino, que si no se muere de gripa termina en tocino, ojala no se atraviese en nuestro camino, otra ocurrencia de Dios que no fue mencionada a la hora de la creación, pequeños seres que sin consideración, hacen lo que quieren con las personas, incluso deciden si su ultimo día es hoy, adueñándose de su cuerpo y del país en donde ahora estoy, hay que cerrar la boca dicen en el noticiero, y si vas a estornudar no olvides usar el pañuelo, que el pequeño microbio se encuentra esperando, para sumarte a la gente que ahora esta enfermando, habitantes del mundo que no podemos ver, que nos pueblan silentes sin nada que hacer, ya no ataquen a este pueblo que tantos problemas ya tiene, mas muerte a este país ya no le conviene, creeme antes de ti ya sabíamos morir, a causa de otras causas y ahora has de surgir, convirtiendo a nuestras células en una jauría de locas, y obligandonos a todos a cubrir nuestras bocas, influenza vete a hacer tus maldades con otros...


" El que haya querido los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya querido aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre, como anestesiado con un poco de bromuro; y en el ambiente de tibia pesadez de este aburrimiento medio satisfecho, de esta carencia de dolor tan de agradecer, se parecen los dos como hermanos gemelos, el monótono y adormilado dios de la mediocridad y el hombre mediocre algo encanecido que entona el salmo amortiguado. "

El lobo estepario (fragmento)
Hermann Hesse


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