...un cronopio, suave y tibio como debe ser, encontró una soledad tirada en la vereda. No era una soledad común, de esas que hacen ruido con el viento o se acongojan en los rincones, sino una soledad blandita, como de pan mal horneado, con un botón suelto y olor a domingo sin cartas.
El cronopio la miró, la pateó despacito con el pie izquierdo, luego con el derecho (porque los cronopios son ambidiestros del alma), y se le pegó en la suela. Caminó entonces con la soledad colgando, como quien lleva un gato mojado y no quiere que se note.
Durante días habló con ella. Le contaba secretos inventados, le recitaba poemas de una sola palabra, y la cubría por las noches con papel de diario para que no tuviera frío. Pero la soledad no decía ni mú, es más ni siquiera un fa, apenas temblaba de vez en cuando, como si soñara con alguien que ya no la soñaba, como un olvido de cuerpo presente, como un humito que poco a poco se esfumaba.
Un fama lo vio y le ofreció un remedio. “Con este jarabe la soledad se te va volando”, dijo, y el cronopio lo miró como se mira a los relojes rotos. “¿Y si quiero que se quede?”, preguntó el cronopio, y el fama se fue indignado, anotando el caso en su libreta de anormalidades.
Un día la soledad se cansó de ser soledad y quiso ser abrazo, pero el cronopio ya no sabía cómo. La envolvió en una servilleta y la dejó en un banco de plaza, justo debajo de un árbol que no daba sombra. Luego siguió caminando, más liviano, le volvieron a crecer palabras a sus poesias, pero con algo menos de música.
Desde entonces, dicen que hay una soledad sentada en una plaza, esperando que la pateen de nuevo. Y un cronopio en alguna parte, buscándola sin buscar...
Instrucciones para llorar”
(de “Historias de cronopios y de famas”)
Instrucciones para llorar
Dejar caer las lágrimas hasta que escurran por la cara.
Cuando uno oye que lloran a su lado,
y las lágrimas están bien caídas,
hay que dejar de llorar,
salvo que se esté solo y entonces está permitido seguir.Es útil situarse frente al espejo y llorar como quien canta o se lava los dientes.
Hay que dejar que las lágrimas caigan naturalmente,
no intentar nunca llorar más rápido,
ni con mayor sentimiento.Algunas personas se ayudan con una cebolla,
pero eso es para tontos.Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo,
y si esto no le produce lágrimas inmediatas,
piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes que nadie va a visitar.(Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas)
0 comentarios:
Publicar un comentario