viernes, 24 de julio de 2009

Calor, crisis, creer

...ayer en mis andadas nocturnas por el mar me encontré con un iceberg, empezamos a platicar de temas muy actuales como el calor global, la crisis, y el creer, me platico un poco de su vida, había vivido en Groenlandia pero por asares del destino se tuvo que desprender de ese lugar, y ahora andaba y andaba por los mares, recordaba con nostalgia los tiempos en los que sus antepasados podían hacer naufragar barcos gigantes, pero estos eran otros tiempos, yo le platicaba de nuestra actualidad en el mundo, la crisis por ejemplo le hable un poco de mi esclavitud global, le explicaba que solo logrando ser astronauta podríamos escapar de este mundo, en el cual el grande aplasta al pequeño, platique también con nostalgia los tiempos en los que pensadores, quizas extraterrestres, soñaron con un mundo común, pero bueno los humanos no entendemos de esas cosas, pocos podemos separarnos del yugo invisible que sujeta nuestros cuellos, somos esclavoz de un tiempo en el que si intentas hacer algo te va como un che que conoci alguna vez, tuve la sensación de que logre conmoverlo, que triste me dijo, vivimos tiempos dificiles, nos estamos derritiendo, su analogía se me hizo tan acertada, y después dijo ya solo nos queda creer, volví a agachar la cabeza, con el afán de acomodar esas palabras que retumbaron en mi cabeza, ¿creer? entonces levante la cabeza con la pregunta decidida de como hacer para creer, pero el pobre iceberg ya no estaba, aquel mar ahora era mas grande...

" Para quienes conciben la historia como una competencia, el atraso y la miseria de América Latina no son otra cosa que el resultado de su fracaso. Perdimos; otros ganaron. Pero ocurre que quienes ganaron, ganaron gracias a que nosotros perdimos: la historia del subdesarrollo de América Latina integra, como se ha dicho, la historia del desarrollo del capitalismo mundial. Nuestra derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena; nuestra riqueza ha generado siempre nuestra pobreza para alimentar la prosperidad de otros: los imperios y sus caporales nativos. En la alquimia colonial y neocolonial, el oro se transfigura en chatarra, y los alimentos se convierten en veneno. Potosí, Zacatecas y Ouro Preto cayeron en picada desde la cumbre de los esplendores de los metales preciosos al profundo agujero de los socavones vacíos, y la ruina fue el destino de la pampa chilena del salitre y de la selva amazónica del caucho; el nordeste azucarero de Brasil, los bosques argentinos del quebracho o ciertos pueblos petroleros del lago de Maracaibo tienen dolorosas razones para creer en la mortalidad de las fortunas que la naturaleza otorga y el imperialismo usurpa. La lluvia que irriga a los centros del poder imperialista aboga los vastos suburbios del sistema. Del mismo modo, y simétricamente, el bienestar de nuestras clases dominantes - dominantes hacia dentro, dominadas desde fuera- es la maldición de nuestras multitudes condenadas a una vida de bestias de carga.
(...)
Toda la pompa y la alegría se habían desvanecido y no quedaba sitio para ninguna esperanza. El testimonio final, grandioso como un entierro para aquella fugaz civilización del oro nacida para morir, fue dejado a los siglos siguientes por el artista más talentoso de toda la historia de Brasil. El «Aleijadinho», desfigurado y mutilado por la lepra, realizó su obra maestra amarrándose el cincel y el martillo a las manos sin dedos y arrastrándose de rodillas, cada madrugada, rumbo a su taller. La leyenda asegura que en la iglesia de Nossa Senhora das Mercés e Misericordia, de Minas Gerais, los mineros muertos celebran todavía misa en las frías noches de lluvia. Cuando el sacerdote se vuelve, alzando las manos desde el altar mayor, se le ven los huesos de la cara.

Las venas abiertas de America Latina

Eduardo Galeano

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