jueves, 6 de mayo de 2010

Tiempos duros

...hoy se escucha en la humanidad de lo que entendemos, que en esta vida, en estos tiempos, en lo cotidiano, en la contemporaneidad de nuestros presentes perfectos, que las cosas no andan bien o al menos como deberían, los que son economistas hablan de la economía, los que no tienen que comer la conocen en la escuela de la vida, hablo por los de abajo que se han quedado sin trabajo, por tantas culpas de nuestra madre economía, nuestro Dios ha evolucionado ahora tiene muchas sucursales, puentes, retratos, lugares, embusteros que se escudan con su bendición para perturbar inocencias, que decir de las carencias, en un mundo donde hay mucho para pocos y poco para muchos, el invierno ya no respeta las primaveras, las primaveras arden como hogueras, los veranos lloran todo el año, al menos aun los otoños nos quedan, que decir de las guerras quizás no suenan, ni segundas, ni primeras, pero no estamos lejos de las terceras, los arboles se han quedado mudos, la naturaleza calla lo que gritarnos quisiera, contiene dentro de si nuestra miseria, por donde quiera ponemos muros, nos separamos, o nos separan, en otros lugares hasta casan hermanos, por ser de un color diferente al de sus ciudadanos, es la violencia lo que se ha metido en la cabeza, de niños sin amor que ya crecieron, y que nunca entendieron el verdadero valor de hacer lo bueno, tiempos duros dicen seguros, los que ya no creen en los días futuros...


“El que haya gustado los otros días, los malos, los de los ataques de gota o los del maligno dolor de cabeza clavado detrás de los globos de los ojos, y convirtiendo, por arte del diablo, toda actividad de la vista y del oído de una satisfacción en un tormento, o aquellos días de la agonía del espíritu, aquellos días terribles del vacío interior y de la desesperanza, en los cuales, en medio de la tierra destruida y esquilmada por las sociedades anónimas, nos salen al paso, con sus muecas como un vomitivo, la humanidad y la llamada cultura con su fementido brillo de feria, ordinario y de hojalata, concentrado todo y llevado al colmo de lo insoportable dentro del propio yo enfermo; el que haya gustado aquellos días infernales, ése ha de estar muy contento con estos días normales y mediocres como el de hoy; lleno de agradecimiento se sentará junto a la amable chimenea y con agradecimiento comprobará, al leer el periódico de la mañana, que no se ha declarado ninguna nueva guerra ni se ha erigido en ninguna parte ninguna nueva dictadura, ni se ha descubierto en política ni en el mundo de los negocios ningún chanchullo de importancia especial; con agradecimiento habrá de templar las cuerdas de su lira enmohecida para entonar un salmo de gratitud mesurado, regularmente alegre y casi placentero, con el que aburrir a su callado y tranquilo dios contentadizo y mediocre, como anestesiado con un poco de bromuro; y en el ambiente de tibia pesadez de este aburrimiento medio satisfecho, de esta carencia de dolor tan de agradecer, se parecen los dos como hermanos gemelos, el monótono y adormilado dios de la mediocridad y el hombre mediocre algo encanecido que entona el salmo amortiguado. Es algo hermoso esto de la autosatisfacción, la falta de preocupaciones, estos días llevaderos, a ras de tierra, en los que no se atreven a gritar ni el dolor ni el placer, donde todo no hace sino susurrar y andar de puntillas.”

El lobo estepario

Hermann Hesse,

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