jueves, 14 de mayo de 2009

La mentira real

...que tan grande mentira es lo que somos en nuestra actual realidad, vivimos en un mundo redondo que gira y gira una vez más, pero de tanta vuelta parese que se empieza a marear, no debe ser fácil mantenernos en sus entrañas, viviendo como seres etéreos muchas veces como alimañas, hemos guardado ya tanta historia que ya no sabemos cual es la real, hemos saturado su memoria de la forma mas trivial, que si un día era el blanco y ahora es el negro, que nuestro destino esta escrito en el cielo, que apenas se muere un siglo y no le guardamos duelo, porque tenemos historias nuevas que inventar, ¿Que es lo real?, lo que un día fue, o lo que sera, lo que somos y al segundo deja de ser, o sera simplemente lo que podemos ver, tantas palabras ha escupido el hombre, que las bibliotecas tuvieron que buscar otro lugar, un lugar fuera del orbe, en ese mundo virtual, creemos en lo que una vez unos creyeron, y de tanto creer empezaron a creer más, y de solo creer se dieron cuenta que podían crear, pero luego unos creyeron que lo que otros creyeron lo podían mejorar, ¿entonces en que creemos? si no en lo que el pasado pobremente nos ha podido heredar, que como un viejo poco a poco sus recuerdos empieza a modificar hasta que por fin las logra olvidar, que mundo tan valiente si pretende morir con sus recuerdos, unos reales y otros no tan cuerdos, que envidia le debe tener la tierra al sol, que solo debe ser hoguera y no hogar, de un cansado pueblo que mora entre la mentira y la verdad, que cree en una historia que no se cree a si misma, que con alevosía a mutilado partes de si misma, para convertirse en una mentira real...

La enfermedad histórica es una especie de extenuación que se manifiesta en una civilización que, por exceso de estudios y de conocimientos del pasado, pierde toda capacidad creativa. Ésta, según Nietzsche, es la situación de nuestra época: el enorme desarrollo de los instrumentos de conocimiento histórico y la cantidad de nociones y documentos disponibles en torno a las épocas pasadas han reducido gran parte de la cultura, como se ve por los planes de estudio, a ser simplemente «historia de la cultura», sin impulso productivo ya.

La extrema conciencia histórica, de hecho, mata en el hombre la voluntad de crear algo nuevo, le produce una especie de parálisis que nace de la pérdida absoluta de la confianza en sí mismo y en su obra. «Un hombre que no tuviera en absoluto la capacidad de olvidar, que estuviera condenado a ver en todas partes un devenir; semejante persona ya no cree en su propio ser, ya no cree en sí mismo, ve que todo se desintegra en puntos móviles y se pierde en este torrente del devenir: como auténtico discípulo de Heráclito apenas se atreverá a levantar un dedo. A toda acción le corresponde el olvido».


La conciencia de sí como momento transitorio de un proceso, como punto inmerso en un fluir que desde el pasado conduce al futuro, como resultado de lo que ha sido y etapa preparatoria en el camino de lo que será -todo esto es, justamente, enfermedad histórica y, paradójicamente, quita toda capacidad de «hacer» historia, que es la capacidad de elevarse por encima del proceso, decidiendo y creyendo en la propia decisión-. La acción histórica no resulta imposible sólo por la visión del perpetuo fluir: cuando a este fluir se le asigna una dirección y un significado, la decisión individual pierde también todo sentido, e incluso crece la devoción al hecho, el servilismo hacia los poderes triunfantes, la sumisión al devenir y a sus leyes, el optimismo y la apología de las cosas como son.

«Quien no entiende hasta qué punto la historia es brutal y sin sentido, tampoco podrá entender el impulso para dar un sentido a la historia».
El verse como etapa de un proceso dirigido a un fin que trasciende a los individuos es sólo un intento de encontrar un significado dado en la realidad de las cosas, cuando el único significado posible es el que el hombre se asigna con su propia creatividad.

Gianni Vattimo

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