jueves, 8 de julio de 2010

El Mundial de las Letras: La final (Holanda VS España)

Holanda

Un relojero meticuloso (fragmento)
‘TUVO QUE HABER un tiempo primitivísimo, hace millones de años, en el que el hombre, poco más civilizado que el chimpancé, no supiera contar.

Resulta casi imposible imaginar cómo habrá sido la vida interior del primer homo sapiens cuyo cerebro alcanzara un primigenio estadio de pensamiento racional. Por la noche recordaría aquello que había hecho por la mañana, y se daría cuenta de que unas cosas habían ocurrido antes que otras. Pero cuánto tiempo había pasado exactamente era algo que no podía saber. Es más, ni siquiera podía plantearse esa cuestión.

Ante la pregunta ‘¿cuánto?’, respondería en el mejor de los casos ‘mucho’. O ‘poco’. Muchas generaciones más tarde, todavía no sería capaz de contar más allá de cinco.

Hace millones de años, todos los hombres eran así: incapaces de contar o numerar más de cinco elementos. Cinco dedos de la mano derecha, cinco dedos de la mano izquierda, cinco dedos del pie derecho, cinco dedos del pie izquierdo.’

‘El primero que hiciera seis marcas sobre una roca en lugar de cinco, y que para este total inventara un nombre, fue un genio. Los compañeros de su tribu probablemente le habrán lapidado o quemado vivo. Contar hasta seis se consideraría al principio un sacrilegio, apostaría cualquier cosa. Aquel hombre pretérito que aún no sabía escribir y que a duras penas hacía cálculos numéricos, no tenía pasado. Quizá podía recordar qué cosas habían ocurrido antes de quedarse dormido y qué cosas habían ocurrido después de despertar.

Pero nadie podía decir cuántos días habían pasado desde un suceso concreto. Los días no tenían nombre. Nadie había inventado las horas, las semanas, los meses.’

‘Hasta principios del siglo XX han existido tribus, puede que incluso hoy no del todo desaparecidas, que no pasaban del número cinco.

El mundo de sus ideas es inimaginable. No disponemos de modelos o experiencias que nos permitan comprender tal carencia de conceptos, o entender una vida espiritual con tan pocas nociones.

Sus conocimientos no les permiten contar más de cinco días haciendo cinco muescas en una roca o en el tronco de un árbol.

Si recuerdan haber matado una vez una serpiente muy grande, es imposible para ellos determinar que esto ha ocurrido, por ejemplo, hace ocho días. No conocen ni conciben el concepto ‘ocho’ y, por lo tanto, no pueden medir cantidades de ocho elementos.’ ‘Incluso aunque los miembros más viejos de la tribu se hubieran dado cuenta de que, pongamos por caso, períodos de sequía se alternaban con períodos lluviosos, la regularidad con que se producían estos cambios permanecía para ellos oculta, pues no tomaban notas. No conocían los ciclos del clima. Por eso mantuvieron durante tanto tiempo su confianza en magos que afirmaban poder invocar lluvia durante la sequía, pues tras un período seco tarde o temprano siempre volvía a llover.

De esta forma, la religión mantenía su influencia.’

‘Sin embargo, tenían recuerdos. Sabían encontrar su cueva, o un lugar en el bosque donde crecían algunos frutos. En base a sus experiencias y relatos de sus antecesores, sabían distinguir plantas comestibles de venenosas. Recordaban la forma de resolver todo tipo de problemas cotidianos: sabían hacer fuego, sabían matar animales u otros hombres, conocían el significado de las palabras de su lenguaje. Pero todavía no estaban en disposición de hacer anotaciones que permitieran transmitir ese conocimiento.
En los lugares donde siempre hace buen tiempo, cada nuevo día era en la práctica exactamente igual que el anterior, igual que en un colegio la pizarra borrada no es nueva, sino que sigue siendo la misma de ayer. El sol salía todas las mañanas y se ponía todas las noches. En la oscuridad de la noche los sucesos de ayer, ya de por sí prácticamente idénticos a los de anteayer, perdían definición, se confundían con otros, se olvidaban.

Mientras el hombre no estuviera en condiciones de hacer una marca en la roca por cada día que había pasado, era imposible para él expresar con palabras o determinar la duración del pasado.

España


A un olmo seco

Al olmo viejo, hendido por el rayo


y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.



¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.



No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.



Ejército de hormigas en hilera

va trepando por él, y en sus entrañas

urden sus telas grises las arañas.



Antes que te derribe, olmo del Duero,

con su hacha el leñador, y el carpintero

te convierta en melena de campana,

lanza de carro o yugo de carreta;

antes que rojo en el hogar, mañana,

ardas en alguna mísera caseta,

al borde de un camino;

antes que te descuaje un torbellino

y tronche el soplo de las sierras blancas;

antes que el río hasta la mar te empuje

por valles y barrancas,

olmo, quiero anotar en mi cartera

la gracia de tu rama verdecida.

Mi corazón espera

también, hacia la luz y hacia la vida,

otro milagro de la primavera.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails