jueves, 24 de junio de 2010

El mundial de las letras (Australia VS Serbia)

Australia

Carta a la gente sobre pelícanos


Me desperté temprano

preocupado de algún
asunto oscuro
decidí
fundar una nueva escuela de poesía
algo que tuviera que ver con la temperatura
pero me acordé del
pelícano americano
viven en
la isla anacapa
a cincuenta millas de california
me parecían lo suficientemente seguros
ahora la contaminación
los alcanzó
ponen
huevos raros
sólo cuatro huevos de
seiscientos
no se abrieron cuando los pusieron
y los peces son envenenados por el mar
así es que las focas y los pelícanos que
comen los peces
también se envenenan
pensando acerca de mis
poemas diferentes seguros
que no ayudan a nadie
decidí
intentar y ayudar a los animales
los estáis matando
vuestros hogares
arrojan la muerte al mar
tiene que ver más con
el comercio y los gobiernos
de modo que no comenzaré
mi revolución poética
en cambio quiero una
escuela de química restauradora
enseñar a los pelícanos a
volar hacia moskba y washington
que vuelen alto
y arrojen huevos explosivos.


Serbia

Un puente sobre el Drina
Todo estaba listo: había un poste de roble, de unas cuatro archinas (medida turca que equivale a 66 cm), puntiagudo, herrado en un extremo, delgado y afilado y untado de sebo. En los andamios habían sido clavadas unas cuantas estacas entre las cuales debía fijarse el poste; había también un mazo de madera para clavar y martillear el poste; había cuerdas y todo lo necesario.

[...]

»Cuando se ordenó a Radislav que se tendiese, dudó un momento; después, sin mirar ni a los zíngaros ni a los guardianes, como si no existiesen, se acercó a Plevliak, a quien, como si fuese alguno de los suyos, y empleando un tono confidencial, le dijo en voz baja y sorda: “Por este mundo y por el otro te pido que me escuches: hazme la gracia de atravesarme de modo que no sufra como un perro.”

[...]

»El campesino se tumbó boca abajo, tal como le habían ordenado. Los zíngaros se aproximaron y le ataron primero las manos a la espalda y después le ligaron una cuerda alrededor de los tobillos. Cada uno tiró hacia sí, separándole ampliamente las piernas. Entre tanto, Merdjan colocaba el poste encima de dos trozos de madera cortos y cilíndricos, de modo que el extremo quedaba entre las piernas del campesino. A continuación, sacó del cinturón un cuchillo ancho y corto, se arrodilló junto al condenado y se inclinó sobre él para cortar la tela de sus pantalones en la parte de la entrepierna y para ensanchar la abertura a través de la cual el poste penetraría en el cuerpo. Aquella parte del trabajo del verdugo que, sin duda, era la más desagradable, fue invisible para los espectadores. Tan sólo pudieron apreciar el estremecimiento del cuerpo a causa del picotazo breve e imperceptible del cuchillo, y, luego, cómo se erguía a medias, cual si tratase de levantarse para volver a caer pronto, golpeando sordamente el entarimado. No mas hubo terminado, el zíngaro dio un ligero salto, tomó del suelo el mazo de madera y se puso a martillear la parte inferior y roma del poste, con lentitud y mesura. A cada dos martillazos, se detenía un momento y miraba, primero, al cuerpo en el que el poste se iba introduciendo, y, después, a los dos zíngaros, exhortándolos a que tirasen con suavidad y sin sacudidas.

El cuerpo del campesino, con las piernas separadas, se convulsionaba instintivamente; a cada mazazo, la columna vertebral se plegaba y se encorvaba, pero las cuerdas mantenían la tensión y obligaban al condenadoa enderezarse.

[...]

»El zíngaro, a cada dos mazazos, se dirigía al cuerpo tendido, se inclinaba, examinando si el poste avanzaba en buena dirección y, cuando se había cerciorado de que ningún órgano vital estaba herido, volvía a su sitio y continuaba su tarea.

[...]

»Durante un momento, cesaron los mazazos. Merdjan había observado que en el vértice del omóplato derecho los músculos se ponían tensos y la piel se levantaba. Se acercó rápidamente y, en aquel lugar ligeramente hinchado, hizo un incisión en forma de cruz. Por el corte empezó a correr una sangre pálida, primero en pequeña cantidad, luego a borbotones. Aún dio dos o tres mazazos, ligeros y prudentes, y por el sitio en el que acababa de hacer el corte apareció la punta herrada del poste. Continuó todavía unos minutos martilleando, hasta que la punta del palo alcanzó la altura de la oreja derecha. Radislav estaba empalado en el poste de igual modo que se ensarta un cordero en el asador, con la diferencia de que a él no le salía la punta por la boca,

sino por la espalda, no habiendo interesado gravemente ni los intestinos ni el corazón ni los pulmones.

[...]

»Los dos zíngaros dieron la vuelta al cuerpo entumecido y se pusieron a atarle las piernas a la parte inferior del poste. Mientras tanto, Merdjan observaba aquel rostro que, en un abrir y cerrar de ojos, se había hinchado, ensanchándose, haciéndose más grande. Tenía los ojos abiertos de par en par, inquietos; pero los párpados permanecían inmóviles, la boca abierta, los labios rígidos y contraídos, los dientes apretados. Aquel hombre no podía controlar ya algunos de los músculos de su cara, que, por esta circunstancia, parecía una máscara. Sin embargo, su corazón latía sordamente y los pulmones mantenían una respiración corta y acelerada. Los verdugos levantaron el poste. Merdjan les gritaba que tuviesen cuidado y que no sacudiesen el cuerpo; él mismo ayudaba en la operación. Fijaron la base del poste entre dos vigas y lo aseguraron con
grandes clavos; a continuación, y a la misma altura,clavaron igualmente un tarugo de madera al poste y a las vigas. Una vez terminada la tarea, los zíngaros se apartaron un poco, yendo a reunirse con los guardianes, y, en el espacio vacío, quedó solo, elevado a una altura de dos archinas, enderezado, con el pecho hacia adelante y desnudo hasta la cintura, el hombre empalado. Desde lejos se vislumbra que, a través del cuerpo, pasaba el poste al que estaban atados sus tobillos, mientras los brazos lo estaban a la espalda.» El hombre «que había organizado el complot y la resistencia y se había atrevido a sabotear las obras» oficiales, permanecería vivo y consciente cuatro horas después de la ejecución de la sentencia de empalamiento. Sólo a la mañana siguiente expiraría.

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