Nueva Zelanda
El Jesucristo Maori
" Vi al Jesucristo maori
Caminando por el puerto de Wellington
Llevaba pantalones azules de algodón
Sus cabellos y su barba eran largos
Su aliento era de mejillones y pararoas
Cuando sonreía era como el amanecer
Cuando soltaba un flato los pececillos se asustaban
Cuando fruncía el ceño la tierra se sacudía
Cuando reía todos se emborrachaban.
El Jesucristo maori pasó a tierra firme
Y eligió a los doce apóstoles
Uno aseaba los servicios de la estación de tren
Tenía las manos rojas de frotarlas
Tratando de sacarse la mierda de los poros.
Otro era una prostituta que iba gratis
Otra era un ama de casa que se olvidó la píldora
Y que echo el televisor a la basura
Otro era un pequeño oficinista
Que quiso prenderles fuego a las oficinas del Gobierno
Sí, y había algunos otros
Otro era una triste y vieja mujerzuela
Otro era un cura borracho que se volvía
Lentamente loco en una parroquia respetable.
El Jesucristo maori dijo,-hombre,
De hoy en adelante va a brillar el sol.
No obró ningún milagro;
Se puso en el suelo a tocar la guitarra.
Al primer día lo detuvieron
Por no tener medios visibles de mantención
Al segundo día lo golpeó la policía
Por decirle a un detective que su casa no estaba en orden
Al tercer día lo acusaron de ser maorí
Y lo condenaron a Monte Crawford por un mes
Al cuarto día lo mandaron a Porirua
Por haberle dicho al guardia que el sol dejaría de salir.
El quinto día duró siete años
Los que trabajó en la lavandería del asilo
Al sexto día le dijo al jefe médico
Soy La luz en el Vacío
Soy quien soy.
Al séptimo día lo lobotomizaron
Partiendo en dos la mente del Señor.
Al octavo día no salió el sol
Ni salió al día siguiente
El Señor no estaba ni vivo ni muerto
La oscuridad del Vacío montañoso, profundo, oscuridad civilizada
Se posó sobre la tierra de allí en adelante. "
Eslovaquia
Sólo escaleras del templo.
Sólo escaleras del templo son las palabras.
Tú, mi lotería, mi juego de azar diario.
Abismo de la lengua materna, siempre pérfido, tú que
te cierras de nuevo después de cada apertura,
sólo escaleras del templo,
sólo escaleras del templo son las palabras.
Alto, por encima de ellas, está el silencio.
En su umbral, poeta, está sentada la verdad.
(Tal vez en su cuenco, con la moneda de una lágrima,
haré sonar a veces lo que no he expresado).
Ah, la palabra, un atado bajo la cabeza.
He visto a los poetas sobre la hondura terrible del silencio.
Por un frágil puente de palabras iban con el poema hacia la
grandeza.
Sollozando de miedo.
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