domingo, 20 de junio de 2010

El Mundial de las Letras (Paraguay VS Eslovaquia)

Paraguay

Yo el Supremo (fragmento)
Tengo pocos amigos. A decir verdad, nunca está abierto mi corazón al amigo presente sino al ausente. Abrazamos a los que fueron y a los que todavía no son, no menos que a los ausentes. Uno de ellos, el general Manuel Belgrano. Hay noches en que viene a hacerme compañía. Llega ahora libre de cuidados, de recuerdos. Entra sin necesidad de que le abra la puerta. Más que verlo, siento su presencia. Está ahí presenciando mi ausencia. Ni el más leve ruido lo anuncia. Simplemente está ahí. Me vuelvo de costado en mi pensamiento. El general está ahí. Hinchado monstruosamente, menos por la hidropesía que por la pena. Flota a medio palmo del suelo. Ocupa la mitad y media de la no - habitación. Mi pierna hinchada, el resto del cuarto. Sin necesidad de apretarnos mucho ocupamos en el tiempo mayor lugar del que limitadamente nos concede en esta vida el espacio. Buenas noches, mi estimado general. Me escucha, me contesta a su modo. La nebulosa persona se remueve un poco. ¿Está usted cómodo? Me dice que sí. Me hace entender que pese a nuestras desemejanzas, se siente cómodo a mi lado. Lo que yo más apreciaba en los hombres, murmura, la sabiduría, la austeridad, la verdad, la sinceridad, la independencia, el patriotismo... Bueno, bueno, general, no nos haremos cumplidos ahora que todo está cumplido. Nuestras desemejanzas, como usted dice, no son tantas. Sumergidos en esta obscuridad, no nos distinguimos el uno del otro. Entre los no-vivos reina igualdad absoluta. Así el débil como el fuerte son iguales. Como están las cosas, general, me habría gustado más sin embargo vivir la vida de un peón de campo. Acuérdese, Excelencia, me consuela el general con el vano consuelo de Horacio: Non omnis moriar. ¡Ah latinajos!, pienso. Sentencias que sólo sirven para discursos fúnebres. Lo que sucede es que nunca uno llega a comprender de qué manera nos sobrevive lo hecho. Tanto los que mucho creen en el más allá, como los que sólo creemos en el más acá. O altitudo!, dijo mi huésped y sus palabras rebotaron contra las piedras... udo... udo... udo... Cuando acallaron los ecos del versículo entre el zumbido de las moscas, volvió a nosotros el silencio de las profundidades. Sólo deseo, general, que no haya acabado usted desesperado del pensamiento de su Mayo, del mismo modo que desesperado de nuestro Mayo sin pensamiento. ¿Recuerda que usted mismo me lo aconsejó en una carta? El recuerdo pesa mucho, lo sé. El recuerdo de las obras pesa más que las obras mismas. Comunicábanse nuestras almas-huevos sin necesidad de voz, de palabras, de escritura, de tratados de paz y guerra, de comercio. Fuertes en nuestra suprema debilidad, nos íbamos al fondo. Sabiduría sin fronteras. Verdad sin límites, ahora que ya no hay límites ni fronteras.

Para consolarse de sus derrotas, comenzó a escribir sus Memorias. Se nota en ellas cómo la idea revolucionaria fermenta, germina, fracasa a la sombra de los intereses económicos de la denominación extranjera. Belgrano, uno de los primeros propagadores del libre cambio en América del Sur, nada dice de su participación en los proyectos de fundar monarquías las que, según los doctores porteños, debían ayudar al libre cambio. ¡Ilusos jabonarios!


Eslovaquia


La cabeza vendada
de Guillaume Apollinarie
inventa un poema.
Olvidados del cuerpo
te seguíamos, destino.
Y la espina en la planta del pie
no la sentíamos. El callo en la palma de la mano
formaba parte de ella como un sexto dedo, y sin él
no era nuestra.

Así se enrosca el cuerpo,
se adapta. Como una herradura
nos doblan a medida
de lo inaprensible.

Y nosotros lo pedimos.
August Renoir
se amarra al pincel:
un instante más, Señor,
átanos aunque sea a la cola
del caballo de Troya.

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