He cambiado de costumbre: cuento mal las botellas del vino que he tomado. Digo que si hemos tomado entre los tres tres botellas, yo habría tomado solamente una botella. Sin embargo, no sucede lo mismo con tu recuerdo: Te recuerdas de haber tomado tú solo tres botellas y sufres su resaca correspondiente.
Dicen que cumplo este año sesenta y cinco años. Sin embargo, no he cumplido yo solo con la vida que llevo: ha habido a mi mesa muchas personas para comer y beber. Recuerdo a un niño carirredondo que decía siempre “Mamá, a la cama, a la cama, mamá”--esto me lo dijo mi madre-- .Recuerdo también a un joven alpinista que solía subir solo a la Gran Montaña Mudeung, Corea del Sur, siempre lleno de orgullo y ambición--esto lo tengo en la foto de mi álbum--. Recuerdo también a un Maestro de Taekwondo rompiendo cinco ladrillos con un puñetazo--esto lo dicen mis alumnos antiguos españoles-- Y recuerdo muchas personas más.
Sin embargo, la vida es triste, cumple años y toma vino. La vida es un juego de escondite. Tú cuentas con los ojos cerrados, uno. dos, tres, veinte, treinta, sesenta.... y sucede que al anochecer, se han ido los niños a casa o a alguna parte de no sé dónde. La verdad es que no recuerdo haber tomado sesenta y cinco botellas yo solo con este cuerpecillo. Sin embargo, me he quedado solo ahora en el atardecer con el peso de las sombras que se avecinan. Ya se han ido todos y mi madre y mi padre también y me piden que pague yo la cuenta de todo y el silencio y la lluvia y la nieve. ¿Qué diablos, por qué tengo que pagar yo solo la cuenta tan monstruosa que me va a matar?
Grecia
Fedón
Pues bien -continuó Sócrates-, después de todas estas consideraciones, por necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una creencia tal, que les hace decirse mutuamente algo así como esto: “Tal vez haya una especie de sendero que nos lleve a término juntamente con el razonamiento en la investigación, porque mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos. Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sin fin las preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria alimentación, y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de toda clase, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa suya no nos es posible tener nunca un pensamiento sensato. Guerras, revoluciones y luchas nadie las causa sino el cuerpo y sus deseos, pues es por la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a adquirir riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus cuidados; y de ahí que por todas estas causas no tengamos tiempo para dedicarlo a la filosofía. Y lo peor de todo es que, si nos queda algún tiempo libre de su cuidado y nos dedicamos a reflexionar sobre algo, inesperadamente se presenta en todas partes en nuestras investigaciones y nos alborota, nos perturba y nos deja perplejos, de tal manera que por su culpa no podemos contemplar la verdad. Por el contrario, nos queda verdaderamente demostrado que, si alguna vez, hemos de saber algo en puridad, tenemos que desembarazarnos de él y contemplar tan sólo con el alma las cosas en sí mismas. Entonces, según parece, tendremos aquello que deseamos y de lo que nos declaramos enamorados, la sabiduría; tan solo entonces, una vez muertos, según indica el razonamiento, y no en vida. En efecto, si no es posible conocer nada de una manera pura juntamente con el cuerpo, una de dos: o es de todo punto imposible adquirir el saber, o sólo es posible cuando hayamos muerto,[2] pues es entonces cuando el alma queda sola en sí misma, separada del cuerpo, y no antes. Y mientras estemos en vida, más cerca estaremos del conocer, según parece, si en todo lo posible no tenemos ningún trato ni comercio con el cuerpo, salvo en lo que sea de toda necesidad, ni nos contaminamos de su naturaleza, manteniéndonos puros de su contacto, hasta que la divinidad nos libre de él. De esta manera, purificados y desembarazados de la insensatez del cuerpo, estaremos, como es natural, entre gentes semejantes a nosotros y conoceremos por nosotros mismos todo lo que es puro; y esto tal vez sea lo verdadero. Pues al que no es puro es de temer que esté vedado el alcanzar lo puro” He aquí, ¡oh Simmias!, lo que necesariamente pensarán y se dirán unos a otros todos los que son amantes del aprender (philomathes: philósophos) en el recto sentido de la palabra. ¿No te parece a ti así?
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