Camerun
Cuentos de los bánsoa de Camerún
EL ORIGEN DEL FUEGO
La narradora:
- ¿Verdad que esto ocurrió?
- Sííííí, -contesta el auditorio-.
Hace muchísimo tiempo, los hombres y los animales sólo comían cosas
crudas. No tenían fuego para cocer los alimentos, lo que hacía que no podían
comer cualquier cosa. Acordaron ir al pueblo vecino para ver qué hacían los
demás. Todos se pusieron de acuerdo para mandar al pájaro, ya que aquel
pueblo vecino estaba muy lejos. Bueno, el pájaro se fue. Cuando llegó, fue
muy bien recibido. Le dieron de comer comida cocida. El pájaro probó
aquella comida tan tierna y sabrosa, y les preguntó a sus anfitriones por qué
la comida era así. Le contestaron que era comida cocida. El pájaro preguntó:
- ¿Cómo?
Le dijeron que con el fuego. Pidió que le dieran un poquito de ese fuego
para que lo llevara a su pueblo porque allí no lo tenían. Le dijeron que sí,
que le darían el fuego, pero que sólo podía llevarlo hasta su casa si no
olvidaba su nombre. Ahora bien, a la entrada del pueblo había un árbol con
frutas muy sabrosas y jugosas, y todos los que comían de esas frutas
olvidaban lo que sabían. El pájaro dijo que le dieran el fuego, que no se
olvidaría del nombre del fuego. Le dieron el fuego. Cogió, dio las gracias y
se fue.
Voló, voló, voló durante mucho tiempo y, cuando llegó a la salida del
pueblo, cansado, decidió descansar un poco. Se posó en el árbol de las frutas
jugosas, y cuando vio las frutas no pudo resistir la tentación de comer
algunas. Pero tan pronto como probó una, se olvidó del nombre del fuego y
éste se apagó en el acto. Furioso, regresó a su pueblo sin nada. Le
preguntaron qué había visto en el pueblo vecino. Les contestó que no lo
sabía. La gente, estupefacta, volvió a preguntarle:
- ¿No has visto nada?
El pájaro contestó:
- En verdad, no recuerdo nada.
- ¿Nada de nada? –volvió a preguntarle, insistiendo, la gente-.
- Nada de nada, -les contestó el pájaro-. Ni siquiera recuerdo mi nombre.
Entonces la gente se enfureció por el hecho de haberles hecho albergar la
ilusión de tener algo nuevo. Pero a continuación decidieron entre todos
mandar a otra persona, a ver si se acordaba de lo que podía ver allá.
Mandaron al perro. Se fue, cogió el fuego, pero a la salida del pueblo
vecino comió de las frutas y se olvidó no sólo del nombre del fuego, el cual
se apagó en el acto, sino también de todo su pasado, de todo lo que sabía.
Volvió al pueblo con las manos vacías.
Mandaron al gato, le pasó lo mismo. Mandaron al caballo, le pasó lo
mismo. Todos fracasaron por las frutas. La tortuga decidió ir a consultar con
el vidente para saber qué pasaba, por qué la gente que iba al pueblo vecino
se olvidaba siempre de todo, hasta de cómo se llamaban. El vidente le dijo
que no comiera de las frutas que hay a la entrada del pueblo vecino.
La tortuga se fue al pueblo vecino. Cogió el fuego y se puso en camino
para su pueblo. Caminó durante mucho tiempo y, cuando llegó a la salida del
pueblo, a pesar del hambre y del cansancio resistió la tentación de comer de
las frutas del árbol y consiguió llegar a su pueblo con el fuego encendido.
Dijo a los vecinos que era el fuego, aquella cosa con la que la gente del
pueblo vecino cocinaba sus alimentos. A continuación lo distribuyó a todo el
mundo. Cada uno se fue a su casa y lo puso en la hoguera. A partir de
entonces ya no comieron cosas crudas y alabaron a la tortuga por su buena
conducta. Y el cuento se acabó. ¿Verdad?
- Sííííí, -contestó el auditorio-.
Manual del caballero cristiano (fragmento)
" No pienses tú luego que esta la caridad en venir muy continuo a la iglesia, en hincar las rodillas delante de las imágenes de los santos, en encender ante ellos muchas candelas, ni trasdoblar las oraciones muy bien contadas. No digo que es malo esto; mas digo que no tiene Dios tanta necesidad de estas cosas. ¿Sabes a que llama Pablo caridad? edificar al prójimo con buena vida y ejemplo, con obras de caridad y con palabras de santa doctrina, tener a todos por miembros de un mismo cuerpo, pensar que todos somos una misma cosa en Jesucristo, gozarte en el Señor por los bienes y provechos de tu prójimo como por los tuyos mismos, remediar los males y daños ajenos como los tuyos propios, corregir con mansedumbre al que yerra, enseñar al que no sabe, levantar y aliviar al que esta abatido, consolar al desfavorecido, ayudar al que trabaja, socorrer al necesitado. En conclusión: todo tu poder y hacienda, todo tu estudio y diligencia, todo tus cuidados y ejercicios emplearlos en aprovechar a muchos por Jesucristo así como el lo hizo, que ni nació ni vivió, ni murió para si; mas todo se dio enteramente por nuestro provecho así también nosotros sirvamos y ayudemos al de nuestro prójimo y no al nuestro. "
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