domingo, 13 de junio de 2010

El Mundial de las Letras (Ghana VS Serbia)

Ghana


Un salto mortal de media noche
Nelson Mandela, el guerrero africano.
¡He aquí al hombre, un hormiguero en cuclillas
en medio del mar!
¡He aquí al señor de la tierra cuya cesta
retendrá todas las aguas!
Nuestros enemigos, en cuclillas desde lejos, gritaban:
¡abelenkpe!

Tú tomaste y mantuviste tu posición en la cima de la Meseta de Montaña,
espetando tu respuesta que al Nilo dividió
¡nketie nta!
¡Abelenkpe, nketie nta!
¡Abelenkpe, nketie nta!

Cavaron diabólicos calabozos en donde
e atrevieron a soñar que enterrarían tu
respiración viviente.

Intrigaron y osaron encerrar con barricadas
los territorios sin fronteras de tu alma
entre piedras rivales de las ruinas
altas y gruesas de Zimbabwe.

A plena luz del día lucharon por envolver tu alma
en los confines restallantes del corazón de un
alquitranado fascista …

Y dentro del vientre de una ballena, pusiste en escena
un salto mortal de media noche.

¡Tú eres aquel hombre que fumaría una pipa
sentado en la punta del cañón
de un arma de fuego!
(Que disparen mil tiros, que ni
aun un solo cabello de los nuestros será tocado!)

¡Cuando cavas en la tierra, el agua
siempre brota en complaciente respuesta!

(Que disparen mil tiros, que ni
aun un solo cabello de los nuestros será Tocado!)

Tus luchas hoy rinden frutos
y flores tan coloridas
como las mariposas de Oyibi.

Oh León-guerrero africano,
Madiba,

Fuiste tú quien ahuyentó con crepitante y atronador
látigo espinoso
a los sucios cambistas del templo de nuestra tierra.

Desde las esquinas del planeta tierra,
tu saga se cuenta y recuenta como un cuento.

Los elementos mismos entonan el himno de tus alabanzas.
¡O León-guerrero africano,
Madiba!

Blandiendo la lanza Herero-Zimbabwe que canta
obre Osagyefo el Kwame Nkrumah,

a los avasalladores de nuestro pueblo despojaste y borraste
de la cara de nuestra sagrada tierra.

¡Nuestro pueblo te ofrece su corona!
¡Nuestro pueblo hisopea sobre tus hombros!

¡Avanza y acepta su ofrenda!
¡Avanza y cíñete la guirnalda!

¡Madiba, he aquí la corona!
¡Madiba, he aquí el hisopo!

Serbia


Diccionario Jázaro
Secta de sacerdotes jázaros cuya protectora era la princesa Ateh. Eran capaces de leer los sueños de los demás, habitarlos como si estuvieran en su propia casa y, recorriéndolos, cazar la presa indicada: un hombre, un objeto o un animal. Se ha conservado el escrito de uno de los más antiguos cazadores de sueños, que dice: «Estamos en los sueños como peces en el agua. De vez en cuando salimos de los sueños, rozamos con la mirada a la gente que recorre las orillas, pero enseguida volvemos a sumergirnos agitados, ya que solo en las profundidades nos sentimos bien. En los breves instantes de estas emersiones, advertimos en tierra firme un extraño ser, más lento que nosotros, acostumbrado a respirar de manera distinta de la nuestra y pegado a aquella tierra firme con todo su peso, y además privado del placer en el que nosotros vivimos como si fuese nuestro propio cuerpo. Porque aquí abajo placer y cuerpo son inseparables, son una misma cosa. También ese individuo que vive fuera de nosotros, pero dentro de un millón de años, y entre nosotros y él, además de los años, hay la terrible desgracia que se ha abatido sobre ese ser que vive fuera, puesto que ha separado el cuerpo del placer…»

Uno de los más célebres lectores de sueños se llamaba, según la leyenda, Muqaddasi al Safer. El alcanzo a penetrar en la más abismal profundidad del misterio, llegó a domesticar peces en los sueños de los otros, a abrir puertas, a nadar a una profundidad nunca antes alcanzada por nadie, hasta llegar a Dios, pues en el fondo de todo sueño se encuentra Dios. Y justo en ese momento le sucedió que nunca más pudo leer los sueños. Durante mucho tiempo pensó que había alcanzado la cúspide y que era imposible ir más allá en esa práctica mística. Para quien descubre que ha llegado al final del camino, éste se vuelve inútil, y de hecho se le niega. Pero la gente alrededor de él no pensaba así. Ellos refirieron en una ocasión este asunto a la princesa Ateh y entonces ella les explicó el caso de Muqaddasi al Safer:

Una vez al mes, para la fiesta de la sal, los partidarios del khagán jázaro luchan a muerte, en los suburbios de nuestras tres capitales, contra vosotros, mis fieles súbditos. Al caer la noche, cuando sus muertos son enterrados en los cementerios judíos, árabes, o griegos, y los míos en el jázaro, el khagán abre silenciosamente la puerta de cobre de mi alcoba y avanza con una vela cuya llama huele y tiembla de pasión. En ese momento ya no le miro, pues se parece a todos los amantes del mundo golpeados en la cara por la felicidad. Pasamos la noche juntos, pero al alba, cuando se va, yo miro en el cobre pulido de la puerta su cara y logro entender de su cansancio qué piensa, de donde viene y quién es.

Lo mismo ocurre con vuestro cazador de sueños. Con seguridad ha alcanzado la cima de su arte, ha rezado en el templo de los sueños de la gente y allá abajo, en la conciencia de los soñadores, quién sabe cuántas veces ha resultado muerto. Fue tal su arte que la más bella materia que existe, el sueño, comenzó a doblegarse a su voluntad. Pero si estuvo libre de errores en su ascensión hacia Dios, por lo que se le permitió divisarlo en el fondo de un sueño, ciertamente erró en el camino de regreso, cuando descendió desde las alturas a las cuales se había elevado. Era necesario que expiara ese error. ¡Cuidado con el regreso¡ –concluyó la princesa Ateh–. Un mal descenso puede anular una feliz ascensión a la montaña.


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